Este no es un buen día para mi. He ido al baño tres veces a lavarme las manos, he organizado mi escritorio dos veces y he perdido cosas que en realidad nunca perdí, porque las tenía en la mano. Valeria fue la primera en pedirme una explicación sobre el quinto reto, porque en realidad era tal vez el reto mas grande de todos, y a la vez no era ningún reto. No había especificado que debíamos hacer en esta ocasión, escribí lo que me salió del corazón en aquel momento.
Hasta Daniel estaba confundido, a lo mejor metí la pata. Desde que se publicó el quinto reto se comporta mas raro conmigo, está mas inquieto e incluso evita mirarme. Sé que no hay forma de que sepa que soy Hernández, pero una parte paranoica de mi mente se plantea la posibilidad.
—Buenos días.
Alzo la mirada. Un hombre algo barbudo, un poco rechonchito y casi de mi estatura me mira desde las alturas mientras permanezco sentada en mi lugar.
—¿Sí?
—Busco al señor Daniel Acevedo.
Alzo una ceja con recelo. No me avisaron que vendría alguna visita para hoy.
—¿Quién lo busca?
—Disculpe mi descortesía, no me he presentado —da un paso hacia atrás—. Soy Sebastián Hernández.
¿Qué? ¿Qué, qué, qué? ¡¿Quéeeeeeeee?!
—¿E-E-El escritor? —lo señalo con mi dedo, temblorosa.
—¿Señorita?
—Lorena... —balbuceo.
Estoy jodida. ¡¿Por qué está aquí?! ¡Se supone que nunca sale! Trato de pensar en una solución a toda la potencia que da mi cerebro, pero no logro conectar los pensamientos unos con otros. Debo calmarme, no es tan malo, ¿verdad? No hay nada que me incrimine directamente, aunque ahora que Hernández está aquí cualquier cosa podría pasar.
—¿Entonces puedo pasar?
Lo miro con desconfianza mientras trato de calmarme.
—¿Cómo puedo saber yo que usted es quien dice ser?
Aunque le sorprende mi cuestionamiento no se ofende por ello. Saca el celular de su bolsillo y comienza a teclear, como si estuviera buscando en internet. Después de unos instantes me lo pasa. Parece el fragmento de un libro filosófico.
—Es un fragmento de mi próxima novela.
Trago grueso. ¿De verdad es él?
—Lorena—El alma se me cae al suelo. Daniel está en la entrada de la oficina, mirándonos con recelo—¿Quién es este hombre?
El señor y yo nos miramos. Prácticamente estoy rogándole con la mirada que no le diga nada, pero por su cara confundida puedo ver que no entiende el por qué de mi reacción.
—Señor Acevedo —Hernández carraspea—. ¿Me permite un momento? Quisiera hablar de los retos del señor Hernández.
Ay madre.
Veo con dolor como Daniel lo deja entrar. Hernández es su debilidad, si alguien menciona algo que lo relacione directamente siempre lo escuchará. Por eso accedió a aceptar los retos en primer lugar.
Valeria se detiene frente a mí justo cuando la puerta se cierra en mis narices.
—Lore, estás pálida.
—¡Hernández está ahí dentro! —medio grito, medio susurro—¡¿Cómo se enteró de los retos?!
Mi amiga agacha la mirada apenada. Me da el periódico que tiene en la mano. Hay un artículo sobre los retos de Hernández en la empresa y testimonios de Daniel sobre los mismos.
—Al parecer Daniel decidió iniciar la campaña publicitaria. Creí que lo sabías.
Creo que me voy a desmayar.
—Va a odiarme—me lamento—. No debí hacer esto.
—¡Contrólate! —Valeria me sacude de los hombros —. Pase lo que pase no puedes dar indicios de que estás relacionada con el tema, si es que quieres que lo que hiciste no se sepa.
—Es todo—me tapo el rostro con las manos—. Me va a despedir, y lo peor, me va a odiar para siempre.
—Tú solo siéntate en tu puesto, ¿si? —me empuja hasta mi silla—. Y quédate aquí quietecita hasta que salgan. Solo hasta entonces podrás pensar en qué hacer.
Pero aunque dijo eso, es mas difícil que hacerlo. Durante las dos horas que duran encerrados en la oficina no se me van las ganas de vomitar. ¿Qué tanto pueden estar haciendo en dos horas? No lo entiendo, ¿por qué esta vez Hernández si dio la cara? En ninguno de los retos anteriores lo hizo. ¿Por qué sacrificar su anonimato? ¿Por esto?
No entiendo nada.
La puerta se abre. Me pongo de pie como un resorte. Hernández y Daniel están despidiéndose, y el escritor tiene una libreta con apuntes en la mano. ¿Apuntes? ¡¿Para apuntar qué?! Ni siquiera puedo concentrarme en lo que sea que estén hablando.
—Lorena, ¿puedes ir con el señor Hernández a arreglar los detalles de la campaña publicitaria?
¿Qué? Debe ser una broma. ¿Por qué no me está gritando o algo?
—C-Claro...
Daniel pone esa cara de "¿Segura que te sientes bien?", pero no me lo pregunta en voz alta. No ha sido el mismo desde que escribí el quinto reto. Mi cerebro vuelve a desconectarse mientras Daniel se despide del escritor con total admiración, hasta que la puerta vuelve a cerrarse.
Pero Hernández no se va. ¿De qué diablos hablaron?
—Señorita Lorena —alzo la mirada hacia él.
¿Y este qué? ¿Quiere coquetear conmigo? ¿No ve acaso que estoy en medio de una crisis existencial?
—¿Qué?—pregunto con fastidio.
No parece molesto de mi mala actitud.
—¿Almorzaría conmigo? Quisiera tratar un tema con usted.
¿Almorzar con él? No lo entiendo, estoy muy confundida. ¡¿Qué está pasando?!
Es como si los problemas apenas estuvieran comenzando.
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¿Qué podría salir mal? Que no cunda el pánico, aquí hay un spoiler del almuerzo con Hernández:
Ok no XD
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Lorena contra el jefe
Short StoryLorena es una oficinista del área de informática que es feliz en su trabajo, pero ella al igual que muchas de sus compañeras tiene un inconveniente: Los hombres de ese lugar tienen el pensamiento de la época de las cavernas, donde las mujeres no ten...