Capítulo 26

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Pesa mas que yo, pero de una u otra forma he logrado llegar con él al apartamento. Ha murmurado varias veces que puede caminar, pero no quiero soltarlo. Se ve tan dejado y acabado que temo que pueda caerse al suelo. Cuando estamos frente a la puerta le pido que me pase las llaves y lo hace con un movimiento perezoso. Trato de abrir la puerta pero la llave no deja de temblarme entre las manos. Estoy angustiada, no entiendo qué está pasando y ver a Daniel así me desestabiliza.

Cuando entramos al departamento me parece un hábitat desconocido. Es un apartamento con colores modernos y sofisticados, como el que verías en esas revistas de venta de apartamentos lujosos. No es muy grande ni muy ostentoso, pero sin duda es muy bonito. Pero parece un poco solitario.

—Wow.

Daniel se despega de mí con un aire ausente y camina hacia el sofá con sus brazos colgando. Se tira allí y pasa su brazo por encima de sus ojos, luciendo realmente cansado. No sé que hacer. ¿De verdad debería estar aquí? Me apuntó con un arma, para empezar. Sabiendo eso, ¿por qué estoy mas preocupada por él que por mí?

¿Qué se supone que debería hacer?

—Daniel...

—Ya vete—dice con frialdad.

¿Cómo?

—Pero...

—Déjame solo.

A lo mejor debería hacerle caso, sería lo mejor. Pero no puedo dejarlo solo después de lo que vi, no puedo darme la vuelta y hacer como si no hubiera visto nada. A lo mejor muchas personas podrían hacerlo, pero yo no. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué Daniel tenía un arma guardada? Si no se fue de viaje por asuntos de trabajo, ¿a donde fue? ¿Que quiso decir Juan David con que esta no era la primera vez que pasaba? Tengo muchas preguntas.

—¡Vete! —grita.

—¡No!

Me mira por debajo de su brazo con una expresión contrariada. Este no es el Daniel que yo conozco, es el mismo jefe frío y déspota de hace unos meses. Sacudo la cabeza, no voy a permitir que volvamos a lo mismo. Juan David retrocedió y no permitiré que él también lo haga. Se ve desecho y cansado.

—¿Has comido algo? —pregunto. Tengo el presentimiento de que la respuesta es no.

—¿Qué?

—Responde.

Vuelve a taparse los ojos con su brazo y bufa.

—¡Daniel!

—¡¿Qué?! ¡Déjame tranquilo!

Me acerco con prisa hacia él. Me frustra verlo ahí cerrado a todo, simplemente aguantando su carga sea cual sea. Quiero ayudarlo de alguna forma. Siento que no voy a poder dormir esta noche si no hago algo. Me arrodillo a su lado y le digo con más suavidad:

—¿Cuándo fue la última vez que comiste?

No me contesta. Pongo la mano sobre el brazo que cubre sus ojos para tratar de quitarlo, pero no se deja. Suspiro.

—Soy tu secretaria, he notado cosas. Tomas mucho café pero comes poco. Sé que no quieres hablar del tema pero al menos déjame cuidarte.

Su brazo pierde tensión y logro retirarlo. Sus ojos miran hacia abajo, llorosos y cansados. Awww cosita. Se ve tan tierno y a la vez tan triste que me rompe el corazón. Quisiera acariciar su mejilla y decirle que todo estará bien, pero no puedo hacerlo. Me da miedo como pueda reaccionar. No me responde, tal vez no es necesario ahora. Voy a hacerle algo de comer, no sé que sucedió cuando se fue pero voy a cuidarlo como si estuviera enfermo. Y lo está, pero del alma.

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora