Epílogo

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—¡Te odio! ¡Desearía jamás haberte conocido! 

—¡¿Ah sí?! ¡No más de lo que yo te odio a ti!


—¡No, Raquel! ¡No dejes que gane! —le grito—. ¡Él no te merece!

—Es raro que le grites al televisor —me dice Daniel, entrando a la habitación mientras se ríe.

Me reburujo en mi pijama de florecitas mientras le saco la lengua. No tiene nada de malo, solo me gusta vivir las experiencias de las series de televisión al máximo. 

—¡Es que Ricardo es un idiota!

—¿Ricardo? ¿Me estás engañando?

—¿Con ese imbécil? No.

—Pues espero que con otro tampoco.

—Claro que no. 

Ya odiaría yo tener al lado a alguien tan imbécil como Ricardo, pero soy afortunada y lo tengo a él. También está metido en su pijama, y en sus brazos trae...

—¡Desayuno! —salto emocionada en el colchón. Lo abrazo— ¡Gracias!

—¡Cuidado! —se ríe—. Voy a tirarlo si me saltas encima.

—Ups. Entonces con esto bastará—le digo, dándole un besito en la mejilla—. Lástima que tengas las manos ocupadas.

—No por mucho tiempo.

Daniel deja la bandeja sobre la mesita de noche y cumple su amenaza. Salta sobre mí y comienza a hacerme cosquillas. Río como foca retrasada.

—¡No! ¡No! ¡Para! —me río y trato de hacerle cosquillas de vuelta, pero es inútil.

En algún momento se detiene y yo no puedo parar de reír. Me sonríe y nos besamos. Fuera del apartamento la lluvia cae, golpeando contra las ventanas. Me encantaría vivir aquí algún día, pero eso sería demasiado rápido. Aunque con todo el tiempo que paso aquí no sería raro. Incluso me dio una copia de las llaves. Está confiando en mí a pesar de todo el daño que le hicieron en el pasado y no lo voy a decepcionar.

En la oficina todo es mejor ahora. Hombres y mujeres están mezclados, en informática ya hay casi la misma cantidad, incluso a veces me parece que hay mas hombres que mujeres. Valeria se fue al departamento de ventas junto con Juan David, pero aunque me ha dicho que es duro, está disfrutando el reto. En cuanto a mí, yo no salí de informática pero las cosas mejoraron, porque ahora soy la jefa y Aura es mi asistente.

En cuanto a Santiago y Cruz no sé a donde fueron, pero Daniel dijo que los puso en otros cargos y que estarían bien. Resultó que ninguno de los dos disfrutaba estar en informática tanto como se creía.

Daniel mira la telenovela con desagrado.

—Ese no es un programa para estar viendo un domingo en la mañana—me dice, y mira por la ventana—, y lloviendo.

—¿Ah no? —pregunto—. ¿Y entonces qué debería estar viendo?

—Ven aquí—me agarra y me jala, para abrazarnos mientras vemos la televisión. Agarra el control con la otra mano y cambia de canal—. Esto es lo que hay que ver.

—¿Las aventuras de Bugs Bunny?

—El domingo es un día para relajarse, no para estresarse con tramas complicadas.

—Ah pero a mí me gusta ver el mundo arder—me excuso—. Eso me desestresa.

Siento como agacha la cabeza. Estamos demasiado juntos.

—Eres malvada. Lo sabes, ¿no?

Me río y le doy un besito en la barbilla.

—Lo sé, amor.

Recuesto la cabeza en su hombro mientras miramos televisión. Tiene razón, esto es muy relajante. Había olvidado lo bien que se siente sentarse a ver cualquier programa con una trama no muy complicada y simplemente disfrutar del momento. Me recuerda a cuando niña miraba Los cuentos de los hermanos Grimm.

A Daniel le suena el estómago. Me río.

—Tienes hambre.

—Sí. Y tengo dos opciones en el menú—dice, mirando entre la comida y yo—. ¿Tú que dices?

—¡Eres un pervertido! —me río.

—Hmmm mejor que tal si primero me das de comer y luego te como—se burla, alzándome las cejas con coquetería.

Ruedo los ojos pero accedo a alimentarlo. Tomo la bandeja y comienzo a darle de comer, hasta que luego él termina dándome de comer a mí. Luego me unta mantequilla en la nariz, luego yo me desquito con la mermelada y terminamos entre risas mientras desayunamos con la cara untada.

—Deberías venirte a vivir aquí—me dice mientras se cierne sobre mí.

—Pero roncas—me quejo.

Abre la boca, indignado.

—¡Yo no ronco! Tú sí.

Ahora soy yo la que está indignada.

—¡Claro que no!

—No lo niegues.

—¡No es cierto! Además mi madre quiere conocerte primero—murmuro, incómoda—. Quiere una explicación sobre por qué estoy saliendo con mi jefe.

—Ahhh—sonríe de medio lado—. ¿Y qué le dijiste?

—Es una historia muy larga para contarle—me quejo.

—Tal vez ambos podamos contarle la versión resumida—me dice coqueto en mi oído.

—Pero tiene que ser una explicación convincente—me quejo.

—Ya.

—Y deberías omitir algunas cosas, como que hackeé el sistema de seguridad de la empresa.

Me mira boquiabierto.

—¿Que hiciste qué?

Ups.

—Ah... ¿no lo sabías? —río con nerviosismo.

—No.

—Pues... así conseguí tu correo, y alguna información útil para hacer los retos.

—¿Qué hiciste? —entrecierra los ojos con sospecha.

—¡Nada malo, lo juro! Pero terminé por descubrir algunas cosas, como que a Juan David le gustan mucho las figuritas de anime. ¡No le digas que lo sé! —le ruego. Sigue serio—. No te enojes conmigo, no hice nada grave, lo juro.

Suspira, desganado.

—Eres increíble. 

—¿Lo siento?

—No suenas arrepentida—se ríe mientras besa mi cuello—. Tienes suerte de que esté enamorado de ti, porque sino estarías en serios problemas.

—Menos mal—suspiro.

Así me besa de nuevo, haciéndome sentir querida y protegida de verdad. Creo que por fin entiendo el significado de Daniel de disfrutar los domingos, y espero que siga siendo así el resto de mi vida.


Fin


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Ahora sí, ¡muchas gracias! Mil millones de gracias por acompañarme en esta aventura :D y espero que nos leamos en la próxima.

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora