Capítulo 29

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Hoy me siento importante. Voy de camino a la oficina, pero ya no soy una simple secretaria. Soy una mujer empoderada, exitosa y con mi propia empresa. A mi lado Valeria camina con la misma sensación de seguridad, ahora es la jefa del departamento de informática y ella tiene el poder. Miro el reloj, espero que el incompetente de mi secretario ya haya llegado. Le pago demasiado, al menos tiene que ser puntual.

—Ay amiga, que difícil es liderar una empresa —me burlo—. Pero el éxito requiere de sacrificios.

—Totalmente amiga —dice, tratando de no reírse—. Es que esos holgazanes del área de informática no hacen nada, ¡está llena de hombres inexpertos!

—¡Eso es horrible! —dramatizo—. Habrá que hacer ajustes.

Valeria y yo nos echamos a reír.

—Ni porque pudiera—suspiro—. Una de las reglas que Daniel me puso antes de darme el control por un día fue que no podía despedir ni contratar a nadie.

—¿El secretario dándote órdenes? Te veo mal amiga —dice Valeria, siguiendo en el juego.

Me cruzo de brazos. Sé que a Daniel le cuesta bastante ceder el poder, le gusta saber que tiene el control. A veces me pregunto si aceptó esto porque Hernández lo pidió —aunque en realidad fui yo—,  o porque confía en mí.

—Entiéndelo un poquito, esto será difícil para él. Es su empresa, tiene miedo de que haga algo que no debo. Quiero mostrarle que puede confiar en mí.

—¿Y lo tendrás bajo control? 

—Puedo manejarlo.

Al llegar a la oficina a la primera que veo es a la barbie de plástico sentada en el puesto del recepcionista. Bueno, al final no subió mucho de puesto por culpa del intercambio. La escucho refunfuñar por lo bajo mientras busca algunas cosas en su puesto de trabajo. 

—¡Buenos días! —saludo con alegría.

—¿Qué tienen de buenos?—refunfuña.

Uy, alguien se levantó con el pie izquierdo esta mañana. Decido ignorarla, pero no debería tentar su suerte porque soy la presidenta y podría ponerla de patitas en la calle. Tal vez no, pero eso ella no lo sabe.

Al llegar a nuestro piso escucho teléfonos sonando por todas partes. Los hombres hacen el trabajo de las secretarias, algunos corren con papeles de un lado para otro y otros tratan de contestar varias llamadas a la vez. Al fondo del departamento de ventas puedo ver a Carolina atendiendo a alguien de manera muy profesional. ¡Esto será muy divertido! Me gustaría ver informática.

—¿Te molesta si te acompaño a ver el área de informática un segundo? Quiero ver a las víctimas.

—¡Claro, amiga! —Valeria engancha mi brazo al suyo—. Hay que ir a ver a mis esclavos.

Ambas caminamos con orgullo por los pasillos de la empresa. Quiero ver a Daniel, me pregunto cómo se estará desempeñando en su puesto, quiero decir, mi trabajo no es precisamente quedarme sentada sin hacer nada. Quiero saber si será capaz con mi trabajo. Al llegar a informática veo que todos en su interior son hombres. ¡Ninguna de las chicas está aquí! La única mujer es doña Betty, quien hizo pareja con Cruz por obligación.

Juan David alza la mirada al vernos entrar.

—Buenos días jefa, ya era hora de que llegaras —nos regaña, pero no sé a cual de las dos le está hablando.

—Buenos días para ti también esclavo, quiero decir, mi querido empleado —dice Valeria. Contengo una risita —. Espero que disfrutes el ambiente de trabajo.

—¿Es una broma? —se ríe—. ¡Este lugar es deprimente!

—Pues ya ves, incluso tu amada Carolina se pasa los días aquí—le digo con burla—. Espero que ahora entiendas un poco mejor la perspectiva de las cosas.

No dice nada, solo se queda mirando la figurita de Haruki que él le regaló. Es cierto, Carolina la puso en su puesto de trabajo. Él la sujeta por un momento sin decir nada. Aun no sé si esos dos ya solucionaron sus problemas.

—Esto es un asco—se queja John, el jefe del área de marketing. Está sentado en el puesto de Aura—. Las sillas son incómodas, los puestos son estrechos y los computadores son del siglo pasado. ¿Qué clase de esclavitud es esta?

—¿Y por qué no te habías quejado de eso hasta ahora? —le pregunto. Él no dice nada.

Los hombres comienzan a comprender que mantener a las mujeres encerradas en informática en condiciones tan malas es injusto. Solo espero que ellas se defiendan bien en los cargos altos que les tocó a cada una. Los veo hablar entre ellos pero la verdad es que quiero ir a ver a Daniel. Quiero saber qué tal se le está dando. Aunque suene raro él es el que más va a sufrir con todo esto.

—Te dejo. Tengo trabajo que hacer. Trabajo de presidenta —le digo a Valeria, sonriendo—. Ya sabes, cosas de presidentes.

—Mucha suerte, Lore —me sonríe—. Mientras tanto voy a domar a estos animales.

—¡Te oí! —grita Santiago desde el puesto de Valeria. Nos echamos a reír.

Me despido una vez más de Valeria y me dirijo a presidencia. Ahí esta él. Pobrecito, se ve torturado entre tantas llamadas y notas que debe tomar. Debe estresarlo aun más la idea de que no va ser él quien se encargue de esos asuntos el día de hoy. Me acerco a él con una sonrisa. Quiero torturarlo pero verlo así me ablanda el corazón.

—Esto es malo —dice sin percatarse de mi presencia—. No se supone que hoy fuera un día de alta actividad.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Alza la mirada, torturado.

—No, estoy sufriendo. Lorena, deja que yo-

—No. Tienes que confiar en mí. Puedo demostrar que una mujer también puede desempeñar un cargo alto.

—Informática está lleno de hombres y hay mujeres en cargos altos. Esto es una locura —dice, estresado—. Nos vamos a ir a la quiebra en un día.

Lo agarro de la mano para que deje de moverse de un lado a otro. Me mira fijamente, estresado.

—Voy a hacerlo bien.

—Vienen dos clientes importantes hoy. Tengo que atenderlos.

—Yo lo haré. Me enseñaste bien. Por favor, dame la oportunidad.

Abre la boca para protestar pero luego la cierra, resignado. Le cuesta mucho creer en mí y darme el mando de la empresa por un día, pero lo está haciendo. Es maravilloso, está comenzando a ceder y está cambiando de mentalidad.

—Lorena...

—Puedo hacerlo—repito.

—Espero que sí. Toma —me tiende un vaso de cartón—. De la cafetería que está a cinco cuadras de aquí.

Miro el capuchino con la boca abierta. ¡Era una broma! ¿De verdad hizo esto por mí? Me voy a desmayar, esto es demasiado tierno. Mando todo al cuerno y le doy un beso en la mejilla. No me importa que me mire raro, esto es muy dulce. Puedo arrepentirme después.

—Gracias.


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Ahora se me antojó un capuchino. No, ¡no puedes, Maria! Estás en cuarentena y son las once de la noche.

#PutaBida
#QuieroCapuchino

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora