Daniel está pálido. Este reto es sin duda mi mejor obra de arte, una idea con la que mi amiga Valeria está completamente de acuerdo. Tiene la posibilidad de ser la jefa de Santiago y hacerle entender todo lo que no pudo explicarle con palabras. Carolina se convertirá en la jefa del área de ventas y Juan David irá a informática. Incluso Cruz, quien se vio obligado a hacer pareja con una de las aseadoras, sentirá el verdadero placer de la experiencia. Me echo a reír. Esto va a ser muy divertido. Por primera vez en mucho tiempo, la mayoría de mujeres —por no decir todas— estará fuera de informática. Aunque sea por un día.
—¿Te parece divertido? —pregunta Daniel, mirando el reto en la pantalla con perturbación—. ¿Entiendes lo grave que es esto?
No puedo parar de reír. Esto es demasiado gracioso, ¡no me imagino a Daniel como mi secretario! ¿Osea que le puedo pedir que me traiga café? ¿Puedo ponerlo a hacer mandados estúpidos y los hará porque es mi secretario? ¡No puedo esperar a verlo!
—Lorena, esto es serio.
—¡Jajajajajajaja! ¡No puedo! ¡En serio no puedo! —su cara es todo un poema. No puedo parar. ¡Me duele el estómago!
—Estar al mando de Astaron no es cualquier cosa—se cruza de brazos—. ¿Entiendes lo que eso significa? Tus habilidades para manejar un puesto de ese calibre son nulas. Por algo eres una secretaria.
Paro de reír. Oh no, alto ahí guapo. No vayas por ese camino porque te vas a arrepentir.
—¿Me estás diciendo incompetente? —me cruzo de brazos.
—Pues sí. Eres mujer.
—¡Ush! ¡Eres un machista de primera! —me quejo con rabia—. ¡¿Por qué no puedes creer que las mujeres también tenemos talento?!
—No lo creo, lamento si eso te molesta.
—Entonces soy bruta según tu—le digo, mirándolo con desdén.
—No necesariamente. Solo que haces las cosas... a tu modo.
¿Qué rayos significa eso? Pues creo que entonces necesita este reto mas que nadie para que aprenda a valorar a las mujeres de esta empresa. No sabe que está hablando con su futura jefa y eso puede salirle muy mal. Aunque me da miedo que se eche para atrás, a lo mejor su aprecio por la empresa sea mayor que su admiración por Hernández y decida no cumplir con el reto. Pero se me olvida que el aprecio de Daniel por ese escritor es infinito. Algún día le preguntaré por qué.
—¿Entonces qué harás? —pregunto, mirando hacia un lado.
Juega con su labio con duda y mis ojos bajan hacia allí como un imán. Estoy atraída por mi jefe, lo que me faltaba. He metido las patas hasta el fondo con esto, pero si no fuera por eso no habría ganado todas las cosas nuevas que ahora experimento. Siempre quise conocerlo mejor y lo estoy haciendo. Si me preguntaran si me arrepiento de hacer esto... bueno, ahora mismo esa es una pregunta difícil de responder.
Suspira con pesadez.
—¿Prometes no llevar mi empresa a la quiebra en un día?
Sonrío. ¿Entonces eso es un sí? ¡Esto va a ser muy emocionante!
—Si prometes traerme el café caliente. Me gusta el capuchino.
—¿Te estás burlando de mí? —sonríe con malicia, mirándome.
—No, si vas a ser mi secretario tendrás que traerme el café. Ah, y no quiero cualquier capuchino, tienes que traerlo de la cafetería que está a unas cinco cuadras de aquí.
Abre la boca, indignado.
—¡Eres una descarada!
—También me gustan los masajes en los pies, me los darás a las nueve, a las doce, a las tres y a las seis.
—¿Algo más? —pregunta con sarcasmo.
—Si, como vas a ser mi secretario entonces tendrás que usar mi uniforme.
Se pone rojo pero no sé si de la vergüenza o de la rabia. Trato de contener una risita en mi garganta. Me lo imagino usando falda, ¡se vería muy chistoso! ¡Eso le pasa por machista!
—Estás loca—niega, abrumado.
—Maquillaje suave, pero no vengas todo pálido. Al menos preséntate correctamente al trabajo—le digo con burla—. La presentación es muy importante en nuestra empresa.
—Estás... ¡Tú...! ¡Aaaaah! No estás despedida porque esto es una idea de Hernández—se frustra, sacudiéndose el cabello con desespero. Me río. Si supiera que la idea es mía—. Ven aquí.
—¿Para qué? —lo miro con desconfianza.
—Vamos, ven aquí.
Me acerco a él con cautela hasta pararme a su lado. Está mirando a su computador con concentración mientras analiza unas gráficas. Wow, ¿así que ser el presidente de la empresa es quedarse viendo gráficas todo el día? Si, suena muy emocionante, pero no me importa. Soy muy inteligente y así como hackeé el sistema de la empresa puedo abrir mi mente lo suficiente para comprender esto.
—Hoy usted y yo vamos a quedarnos aquí estudiando lo que debe hacer.
—¿Cómo?
—Si va a dirigir la compañía por un día tiene que tener al menos una mínima idea sobre en qué consiste su trabajo, así que usted se queda aquí conmigo hasta que lo entienda.
—¿De verdad? ¿Pero y mi puesto?
—Pues esto es mas importante ahora. Trataré de explicárselo de la manera mas simple posible, así que le aconsejo que traiga un asiento porque esto va a tardar.
—¿Crees que puedo hacerlo? —lo miro con curiosidad.
—No—suspira. Frunzo el ceño—, pero a lo mejor me equivoco.
—Pues yo tampoco creo que usted pueda con el puesto de secretario, así que también le daré clases —cruzo los brazos.
Quiere reírse de mí, lo presiento, la esquina de su boca está temblando como si contuviera una risa. ¡Se cree muy listo! ¿Es así como lo ve? ¿Los cargos altos son importantes y los demás no? Cada uno de nosotros es una pieza que hace funcionar a este gran sistema. Puede que este reto le ayude a comprender eso.
—¡Hablo en serio!
—Claro, lo que digas—me dice, revolviendo mi cabello con su mano. ¿Su mano es cálida? Un momento, ¿qué acaba de hacer?
Nos quedamos mirando el uno al otro por un rato, él deja la mano suspendida en el aire con una expresión confundida en el rostro. Quiero que lo haga otra vez pero sé que eso no pasará de nuevo. A veces él puede ser muy misterioso.
—En fin, lo primero que tienes que saber...
Y así, nos embarcamos en una jornada de explicaciones que se extiende varias horas después. Y no es broma. Pienso darle clases sobre como ser mi secretaria. Este reto será divertido y me lo voy a gozar por lo alto. Veremos quien ríe al final, jefecito.
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Lorena contra el jefe
Short StoryLorena es una oficinista del área de informática que es feliz en su trabajo, pero ella al igual que muchas de sus compañeras tiene un inconveniente: Los hombres de ese lugar tienen el pensamiento de la época de las cavernas, donde las mujeres no ten...