—¡Dios! ¡Nos pasamos toda la tarde aquí! —jadeo, exhausta—. Creo que los demás van a comenzar a hacer preguntas.
—Está bien—Daniel estira los brazos—. Valió la pena.
Me remuevo incómoda en mi sitio. Estoy sudando por todas partes, el traje se me pega al cuerpo como jamás imaginé pero tengo la adrenalina al cien. Me hizo recordar a mi adolescencia, cuando solía divertirme con mas frecuencia y no me preocupaba tanto el futuro. Ahora me doy cuenta de que las preocupaciones terminan acabándonos, hasta que olvidamos lo que realmente nos importa.
Daniel parece notar la seriedad en mi rostro, porque su expresión cambia.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Nada. Creo que... esto, yo ya me voy.
—Espera—me detiene—. Yo...
—Está bien. Ya sé lo que piensa de las mujeres y—me rasco la cabeza con nerviosismo. ¿Cómo decirlo? —no quiero que se sienta mal luego. Solo quiero decirle que no estoy de acuerdo con la forma en la que hace las cosas.
Es la verdad y tengo que decirlo. Puede que sea demasiado atrevido de mi parte -bueno, ya traerlo a bailar fue demasiado atrevido, pero en fin -, pero quiero pensar que existe una pequeña esperanza de que las cosas cambien en un futuro. En una circunstancia normal habría puesto en duda mi opinión, diciendo que lo que pensara una mujer no importaba. Pero ahora...
—Lo sé. Me lo has dejado claro varias veces.
—¿Ah sí? —No lo recuerdo—. ¿Cuándo?
—De forma indirecta. Eres muy obvia —rueda los ojos —. Mujeres.
Lo golpeo en el hombro suavemente como señal de regaño, pero de inmediato me tenso. ¿Qué estoy haciendo? ¡Es mi jefe! Y por lo general, después de ser amable conmigo siempre vuelve a ser frío y calculador al día siguiente. Pero él no parece molesto por mi atrevimiento, en lugar de eso se ríe.
—Vamos a tomar algo.
Quiero limpiarme los oídos. ¿Escuché bien?
—¿Qué?
—Vamos. Estoy sudando por todas partes —me dice, comenzando a caminar.
—¿Es en serio lo que me estás contando? ¿Por eso no volvieron ayer a la oficina?
Es fin de semana. Valeria ha venido a reclamar su pago de doritos por haberme ayudado con la fiesta, además de que tener a mi amiga cerca me viene muy bien. Claro, sin olvidar que también venía a matarme porque una vez más, uno de mis planes la había metido en problemas porque había terminado emparejada con Santiago. De cierto modo era una fortuna que fuera fin de semana, no sabría como darle la cara a Daniel. De hecho, no estaba segura de qué pasaría el lunes cuando volviéramos a la oficina.
—¿Y de qué hablaron?
—De películas, de series, incluso de videojuegos. Le dije que tú y yo jugamos Lol. Me dijo que antes jugaba. ¿Puedes creer que es main Azir?
—¿Qué? Me estás jodiendo, ¿no?
—También le dije que quería retarlo a una partida de ajedrez—juego con mis dedos con nerviosismo—. Ahí se puso algo machista porque comenzó a decir que yo nunca podría ganarle, pero parecía divertido. No sé si estaba siendo machista, o me estaba retando. Me prometió que jugaríamos una partida, aunque no me dijo cuando.
Valeria tiene la boca abierta de la impresión. Cojo la bolsa de Doritos que tiene a su lado y le meto un puñado a la boca. Ella se atraganta, me echo a reír. Le toma un rato tragar todo lo que tiene en la boca.
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Lorena contra el jefe
Storie breviLorena es una oficinista del área de informática que es feliz en su trabajo, pero ella al igual que muchas de sus compañeras tiene un inconveniente: Los hombres de ese lugar tienen el pensamiento de la época de las cavernas, donde las mujeres no ten...