No me había dado cuenta, pero la verdad es que tener al jefe mayor de mi lado me da poder sobre Daniel. Quiero decir, el señor Acevedo quería que fuera yo específicamente quien se convirtiera en su secretaria, quien sabe por qué. Pudo poner a cualquier otra persona cuando rechacé el puesto, pero insistió en que fuera yo. Es un hombre misterioso, pero no pasó mucho tiempo para darme cuenta de los problemas que habían con Daniel.
Después de esa larga charla en la oficina, no volvió a dirigirme la palabra mas que para darme tareas, desde traerle el café -no muy cargado pero tampoco muy dulce- hasta organizar sus citas del día. Si cometía un error, su parte mala salía a relucir.
Comenzaba a decir que era mi culpa porque era mujer y las mujeres no servían mas que para lavar los platos.
Incluso intenté interceder por Valeria. Le dije que ella era muy buena con los números y que le gustaría mucho entrar al departamento de ventas, pero me mandó a callar.
—¿Una mujer en el departamento de ventas? ¿Está loca? Hágame un favor y no vuelva a sugerir nada.
Aunque es mi primer día ya quiero largarme. Sin quererlo, la pregunta sale de mi boca antes de darme cuenta.
— ¿Por qué nos odia tanto?
Por un momento su expresión se convierte en algo diferente. Es como si estuviera confundido.
— Porque... así es como se merecen ser tratadas.
Niego con la cabeza. No, debe haber otra razón. Por lo que su padre dijo me hace pensar que hay una razón profunda para su odio.
—Nosotras no le hemos hecho nada. Su café está bien servido —miro la taza de café humeante al lado de su escritorio —, sus informes están organizados —se queda viendo los informes a la izquierda de su mesa —, sus citas programadas correctamente—levanto la agenda entre mis manos y se las pongo en sus manos con firmeza—. Nunca tuvo una queja mía durante el tiempo que estuve en informática. Pero eso se acabó. ¡Sin el departamento de informática ya estaría en la mierda!
Daniel no puede abrir la boca más porque no puede. Me llevo las manos a la boca, sorprendida por lo que acabo de hacer. En el fondo tengo mas rabia de la que demuestro.
—Eso es porque Santiago y Cruz lo administran bien—se ofusca, mirándome con enojo—. Hágame el favor y no se meta en lo que no le importa.
—No, ¡respete a mis amigas! Santiago y Cruz no podrían hacer solos ni el 80% del trabajo que se hace allí.
No sabe que decir. No esperaba que dijera algo y la verdad yo tampoco. Por dentro tengo el corazón a mil, pero tengo que calmarme. Ya metí la cucharada y no me puedo retractar.
—Buenas tardes—me despido y me voy de ahí.
No quiero seguir hablando con ese troglodita.
Cuando salgo, Juan David está allí sonriendo con malicia.
—¿Problemas con el jefe?
Con el jefe, contigo y con todos en este lugar. Ya me tienen harta.
—Jódase.
Con el sentimiento de malestar en mi pecho me voy a mi casa. Tengo que pensar en el primer reto para mañana. Suspiro. Esto no puede estar pasando. Quiero llorar. ¿Por qué tengo que ser la secretaria de ese idiota?
— ¿Lorena? ¿No vas a cenar? —se asoma mi madre por la puerta.
—No mamá.
—Pero necesitas comer para crecer sana y fuerte.
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Lorena contra el jefe
Short StoryLorena es una oficinista del área de informática que es feliz en su trabajo, pero ella al igual que muchas de sus compañeras tiene un inconveniente: Los hombres de ese lugar tienen el pensamiento de la época de las cavernas, donde las mujeres no ten...