Capítulo 12

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Si Mario Andrés hubiese despertado sorprendido porque estoy en su cama y por eso me muele a golpes, hubiese llamado a Carlos para que me saque a patadas o hubiese llamado a la policía para que me metan preso, no tengo derecho a exigir algo porque fue invasión a su privacidad.

La situación es diferente. Surrealista.

¿Primero sueña que está conmigo y ahora me pregunta qué hago en su cama?

O sea, ¿qué verga?

Me apresuro a levantarme de la cama. Más molesto conmigo que con él. Desde un principio supe que era un error traerlo a su casa. Tenía que dejarlo allá arriba en esas condiciones.

Al fin y al cabo, era mejor estar ridiculizado él que yo.

Con la misma velocidad, él se levanta y me pega contra el vidrio agresivamente. Espero que no se rompa y caigamos los dos. Puedo ver su vena marcando en su cuello y en su frente, su cara toda roja. Los músculos de su cuerpo se contraen por su enojo.

¿Es malo excitarse en una situación así?

—Responde lo que te pregunté —ordena.

—Estabas borracho anoche. Para que tus empleados no vieran al flamante —digo en burla— Mario Andrés Carotelli en esas condiciones, te ayudé a venir.

—Esa es la respuesta de una. ¿La otra? ¿Qué hacías en mi cama?

No lo que yo quisiera.

—Me aseguré de que todos se fueran y ayudé a recoger. Luego vine a ver qué estabas bien. Cuando me iba, estabas teniendo una pesadilla.

—¿Pasó algo entre usted y yo? —me aprieta.

Estoy tratando de tener todo el control del mundo para no terminar en golpes con Mario. Entiendo su molestia en parte, pero ya no me está gustando su agarre.

—No, señor Mario. Solo le quité la parte superior de su ropa y los zapatos. Cuando regresé, usted estaba en ropa interior —le señalo y miro abajo.

No puede ser.

Tiene...

Él tiene...

¡Una jodida erección!

Al bajar la mirada, parece darse cuenta y se da media vuelta rápidamente.

—Largo de mi casa —ordena mientras se pone una bata de baño.

Ya estoy acostumbrado a su falta de educación.

Respiro profundamente y me dispongo a salir.

—Espere, señor Boat. Grácias.

Me doy media vuelta para contestarle. Mario está a centímetros de mi y me extiende un sobre lleno de... ¿dinero?

Lo siguiente que se escuchó en la habitación fue un golpe. Mi puño estampado contra esa hermosa cara que tiene.

Pero más hermosa es mi dignidad.

—No soy una jodida dama de compañía —suelto en un tono frío y luego lanzo la puerta detrás de mi para salir.

¿Quién o qué se cree este tipo?

Mario Andrés

Después de no querer salir de mi habitación en toda la tarde ni para comer, escuchando esa jodida canción que a Jonah le dió por cantar hoy, me dí una ducha y me vestí para recibir a los trabajadores que van llegando.

Nunca me han gustado estas fiestas con personas que no le relaciono más allá del trabajo. Jonah parece estar igual de aburrido, que ha estado toda la noche entre su teléfono y hablar con él bartender cuando está desocupado.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora