Siento que todo con Mario Andrés ha ido muy rápido y bonito para ser cierto.
En los últimos cinco años me he convertido en una persona que cuando tiene un mal presentimiento, es porque se va a cumplir.
Después del desayuno, fuimos a ver películas. Para sorpresa de ambos, tenemos el mismo gusto en películas épicas y de terror. Al terminar la primera película, hubo una acalorada sesión de besos y bajamos a hacer almuerzo.
Estuvo riendo, me escuchó cantar, me vió bailar, disfrutó de mi comida y se comió dos platos. Me quise dar otra ducha para quitarme el sudor de cuando cocinaba y bailaba; Mario protestó cuando lo saqué de la habitación para poder cambiarme.
Cuando estuve vestido, le abrí la puerta y nos acomodamos para ver la segunda película. No pasaron veinte minutos cuando la puso en pausa para besarme. Pensé que iría al baño o algo, ¿pero pausar la película por besos? ¿Quién más puede hacer algo así?
Pusimos la película de nuevo y apoyé la cabeza en su pecho para verla, su mano subiendo y bajando desde mi cabeza a la espalda.
La segunda parte de la película ha terminado y puedo anticipar sus intenciones, por lo que me adelanto.
—Dejame avisarle a mis amigos que no me esperen hasta mañana —le pido antes de poner la próxima película.
—Bien. Voy a buscar mi teléfono —me da un beso rápido y se levanta.
Mientras reviso los mensajes y cosas extrañas que envían mis amigos, Mario regresa revisando su teléfono.
—Me tienen el teléfono colapsado de llamadas. Hasta Sabrina.
—¿La Verástegui? —levanto la cabeza de mi teléfono.
Hace un sonido afirmativo y le devuelve la llamada mientras sigo contestado los mensajes.
—Bruja, ¿para qué...
Levanto la cabeza al ver que se ha callado y su cara pierde el color mientras escucha el otro lado de la llamada.
—Voy para allá —cuelga—. Tienes que irte —me dice en un tono frío.
—¿Qué pasó? —me acerco preocupado y se quita.
—Tiffany intentó quitarse la vida por mi culpa.
—¿Tu culpa? ¿Qué le hiciste?
Le pregunto y sale de la habitación, dejándome solo. Me cambio la ropa, extiendo la sábana en la cama y bajo para esperarlo.
Cuando por fin lo hace, pasa por mi lado como si no estuviese allí y se mete en el ascensor. Tomo una larga respiración para no molestarme y entro al elevador.
—No tienes que sentirte culpable, Mario. Fue su decisión.
Coloco una mano en su pecho e intento besarlo, pero él quita la mano y se aparta para evitar el contacto.
Esto es mucho.
Salgo del ascensor en lo que las puertas se abren y choco con Carlos, que está esperando. Me monto en mí auto y salgo del estacionamiento de una vez.
Tengo una rabia tan grande que quiero golpear a alguien. No puedo ir a casa así a qué mis amigos vean mi cara y yo termine pagando la rabia con ellos.
Pongo una carpeta Beyoncé en el reproductor a todo volúmen, lo único que logra calmarme en momentos así. El intento es en vano porque preguntas llegan a mí mente sobre Tiffany.
¿Por qué lo habrá hecho? ¿Mario habrá terminado con ella anoche? No me dijo nada al respecto.
Si fuese el caso, ¿qué tanto puede querer una mujer más a un hombre que a su propia vida como para intentar quitársela?
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Enséñame a Volar
RomanceCinco años han pasado desde que Jonah se mudó a La Gran Ciudad, la capital, para estudiar la carrera de sus sueños. Nadie le dijo que empezar de cero era fácil, pero nadie le dijo que era difícil. Sin su mamá, sin sus amigos, sin su primer amor. Jon...