Mario Andrés
No recuerdo haber pasado un sábado como esté en mucho tiempo.
Jonah y yo tenemos el mismo gusto por las películas, así que decidimos volver a ver una saga. Me contuve durante toda la película para no besarlo más de lo que debía, pues él la estaba disfrutando como que era la primera vez que la veía.
En lo que comenzaron los créditos, empecé yo a besarlo como había deseado durante las tres horas que duró la película. Cuando la situación estaba subiendo de tono, decidimos bajar para hacer almuerzo.
Escucharlo hablar mientras me cuenta y hace reír con sus extrañas anécdotas, verlo bailar y cantar mientras cocina, comer su deliciosa comida, es algo a lo que me puedo acostumbrar.
Después de almorzar, se dió otra ducha y me hizo pensar en por qué se bañará tanto. Era la segunda del día. Moría por verlo quitarse la ropa, pero me sacó de la habitación. En parte lo agradezco, porque no hubiese resistido la tentación de verlo desnudo.
Me dejó entrar cuando estaba vestido y nos acomodamos para ver la segunda película. Su olor no me dejaba concentrar y protestó cuando detuve la película para poder besarlo.
Ahora la segunda parte ha terminado y se adelanta a pedirme tiempo.
—Dejame avisarle a mis amigos que no me esperen hasta mañana —solicita.
Ahogo un gruñido para no quedar como intenso.
—Bien. Voy a buscar mi teléfono —le doy un beso y me levanto.
Salvo que sea trabajo o Tiffany, no tengo notificaciones en mi teléfono. No soy hombre de algo tan trivial como las redes sociales. Tomo el teléfono y regreso a la habitación con Jonah de una vez.
—Me tienen el teléfono colapsado de llamadas. Hasta Sabrina —me extraño.
—¿La Verástegui? —levanta la cabeza de su teléfono.
Contesto entre dientes mientras el teléfono de Sabrina repica, atendiendo al segundo tono.
—¡Cielos, Mario! ¡Por fin!
—Bruja, ¿para qué...
—Mario, escúchame. Tiffany Hans anoche llegó al after en mi casa llorando porque tú la dejaste. Mi mamá le dió un calmante para que durmiera y en la madrugada se levantó para tomarse la caja completa de pastillas con un vaso de vodka. La conseguimos inconsciente en la cocina y estamos ahorita en la clínica.
»Le hicieron un lavado estomacal y ya reaccionó. El médico dice que está estable, pero delicada.
Escuchar a Sabrina hablar me hace revolver el estómago y sentir tan culpable. No creí que Tiffany atentaría contra su propia vida por algo tan simple como una ruptura. Imaginé que en algún momento lo superaría como hacen muchos.
Si se entera de que la dejé por un chico, ¿qué haría? ¿Usaría un arma o una hojilla?
—Voy para allá —cuelgo—. Tienes que irte —le digo a Jonah sin verlo.
Es él más inocente en la situación. Pero por él me siento así, por él rompí con Tiffany, por él es que tengo que hacerlo.
—¿Qué pasó? —se acerca con preocupación y me quito.
No puedo seguir cerca de él.
—Tiffany intentó quitarse la vida por mi culpa.
—¿Tu culpa? ¿Qué le hiciste?
Sí es mi culpa y daño fue lo que le hice.
Salgo de la habitación y llamo a Carlos para que me venga a buscar lo más rápido posible. En la ducha, no puedo hacer más que atormentarme pensando en cómo hubiesen sido las cosas si Tiffany no se salva.
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Enséñame a Volar
RomanceCinco años han pasado desde que Jonah se mudó a La Gran Ciudad, la capital, para estudiar la carrera de sus sueños. Nadie le dijo que empezar de cero era fácil, pero nadie le dijo que era difícil. Sin su mamá, sin sus amigos, sin su primer amor. Jon...