Capítulo 46

191 22 1
                                    

Estar más libre de obligaciones en la oficina me permitió pasar más tiempo en el comedor o en el albergue. Me organizaba con Sabrina en caso de que uno de los dos no pudiese, pero que siempre esté uno para leerle cuentos a los niños antes de dormir.

Me costó hacerle entender a Lucas que los viernes, obligatoriamente, voy con Sabrina a cantar en el comedor y el sábado al albergue. No es como que haya mucha variedad, puesto que nuestro tiempo es poco como para hacer algo diferente. Aún así, a las personas les gusta y cantan con nosotros.

—¿Listo para hoy, barra de chocolate? —saluda al llegar.

Le tiene sobrenombres raros a las personas, por lo que sé. Le dice Fideo a Dilan y Espárrago a Pablo. 

—Listo. Adivina qué le compré a los niños.

Trata de pensar en algo y se da por vencida más rápido de lo que espero.

—No sé. Siempre he sido mala para las adivinanzas.

Abro una bolsa grande y le muestro los comestibles, el proyector y bebidas.

—No puede ser —me empuja—. ¿Noche de cine? Esos niños te van a amar.

—Lo sé. Soy el mejor papá del mundo —bromeo.

Hablamos de tonterías mientras los niños comen, cosas sobre sus hermanos, como son unos idiotas y ella los odia, habla de Mario como su único amigo a pesar de la diferencia de edad, entre otras cosas.

—Hay algo que he querido preguntarte desde que lo supe —admite.

—Sorprendeme.

—¿Qué hace un chico cómo tú con un novio como Lucas? Si te ofende la pregunta, no respondas.

—No me ofende —me río—. La respuesta es... complicada. Me ha demostrado ser un buen chico, a pesar de que terminamos una vez por un malentendido. ¿Te parece mala persona?

—No es como Ivana, eso lo hace una buena persona —se ríe—. Igual, hay algo de él que no me gusta. Lucas tuvo una aventura con mi hermano. Si los odio a ambos, que estuviesen juntos me daban ganas de quemarlos vivos.

—Bueno, tu hermano es ese malentendido del que hablo. La noche del evento, los conseguí en el baño en una situación comprometedora.

—¡No me digas! —su cara luce totalmente sorprendida.

—Sí. Tu hermano fue un patán y le di un golpe.

—¡¿Qué?! ¿Fuiste tú? O sea, yo amé ver a César con un morado en la cara, deseando haber sido yo quien se lo hiciera o conocer a la eminencia —hace una reverencia y río.

—¿Y tú? ¿Por qué tan sola?

—¿Sola yo? Te equivocas. Soy una mujer muy acompañada. Soltera sí y feliz también —sonrío—. Un hombre no me garantiza felicidad. Si tuviese un novio, no podría estar aquí ahora y esto sí me causa felicidad.

—Igual, a veces falta estar con alguien.

—Creeme que a veces sobran más de lo que faltan. Yo estoy muy ocupada entre mis negocios, la universidad, leer, servicios sociales y mis amistades como para meter a un novio en la lista. ¡Ay, no! —hace un gesto extraño con su cara—. El señor te reprenda. El señor Pedro.

—¿Quién es el señor Pedro?

—El dueño del bar al que voy los fin de semana y me da cerveza de barril.

—¡¿Te gusta la cerveza de barril?! —me sorprendo y ella asiente con una sonrisa—. Tenemos que ir a Germany Town a que pruebes la mejor.

—Un amigo que está fuera del país me dijo que esas son buenas. Pero no he tenido con quien ir que le guste también. Así que listo, tenemos una cita de heterosexual —bromea.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora