Capítulo 60

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Cuando el tercer preservativo se acabó, Mario Andrés se vió obligado a que saliéramos del hotel. Me puse lo mejor que me metieron mis amigos en la maleta y nos fuimos a caminar.

Carlos resultó ser una persona más agradable de lo que se ve, es unos ocho años mayor que Mario y muy jovial. Recorrimos varias calles y era el fotógrafo perfecto para las fotos en la que obligué a Mario Andrés salir.

No pienso quedarme sin recuerdos de mi viaje a Europa con el hombre que me gusta.

Regresamos al hotel para cambiarnos y, a pesar de que Mario quería quedarse a seguir teniendo sexo, lo convencí de salir a la inauguración del club.

Fuera del hotel, está Carlos esperándonos en una camioneta. Mario va muy callado, concentrado en la calle y ver a las personas pasar.

—Señor Mario —llamo su atención de la ventana.

—Dígame, señor Boat —voltea con una sonrisa vaga.

Paso un dedo lento por su brazo y lo miro a los ojos.

—Algo que espero entre nosotros es que se respete el espacio de cada quien —opino—. No te quiero asustar presionandote con algo y obligarte a que me digas las cosas. Pero espero que tengas la confianza de contarme lo que te hace estar intranquilo.

—¿Por qué lo dices?

—Se nota que algo te perturba ahora, Mario Andrés. Lo veo en tus ojos, te siento tenso, estás callado.

Suelta un suspiro y se acuesta en mi hombro.

—Me preocupa que la ignorancia de las personas destruya el esfuerzo de años de mi padre.

—¿Y tú crees que a tu padre le preocupe más su empresa o tu felicidad?

—Una cosa no tiene nada que ver con otra, Jonah.

—Claro que sí. No conozco a tu padre, pero para la clase de hijo que tiene, debe ser un gran hombre. Estoy seguro que tu padre va a preferir tus intereses ante de los suyos.

—Eso es lo que no quiero.

—Vamos a... vivir un día a la vez. Entiendo que estés preocupado y eso no resolverá nada. Cuando lleguemos de viaje, resolveremos lo que se nos vaya presentando.

Quise decir algo que lo tranquilizara y eso fue lo mejor que se me ocurrió decir. Finge una sonrisa y regresa la vista a la calle.

Esto será difícil y apenas empieza. Apoyo la cabeza de su hombro y él coloca una mano en mi pierna, ambos esperando llegar a nuestros destino que, según Carlos, no falta mucho.

Un cartel anuncia que estamos entrando en el famoso barrio a nivel mundial por su extravagante vida nocturna. Nada más entrar a la calle produce buena vibra. Mario Andrés no quería y Carlos estuvo de acuerdo conmigo en bajarnos cerca de la entrada al barrio y llegar caminando al club para ver varios locales.

Hay personas caminando con poca ropa y casi desnudas, otros con cuero, encaje, mallas, exceso de plumas, de lentejuelas.

Me encanta.

—Nunca había visto una calle de bares tan concurridas.

—Porque no sale mucho, señor —argumenta Carlos.

—No salía, Carlos. Ahora va a salir a todos lados conmigo, que tampoco salía.

Entramos en algunos lugares y volvemos a salir, no queremos perder mucho tiempo para poder entrar al Nightmare. El gerente de la oficina de Emporio aquí en españa nos envió la dirección por mensajería y solo nos quedan unas calles más para llegar.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora