Capítulo 55

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El tequila causó el efecto que yo deseaba... y el que no deseaba también.

Nuestro propósito era emborracharnos para olvidar un poco. Más bien, lo que hice fue recordar. Me dió por llamar a las dos de la madrugada. Y no fue a mi ex.

Fue a Mario Andrés.

Después de la primera botella, me olvidé del mundo, de lo que estaba mal con él, de lo que tenía que dejar en el pasado. Una vez dije que el licor sacaba lo que realmente son las personas, pero conmigo abusó.

Despierto en mi habitación con un fuerte dolor de cabeza, en ropa interior y sin recordar nada. Lo primero que pienso es en mi camioneta y bajo corriendo a verla. Abro la puerta, veo que ahí está Pantera Negra y me vuelve el alma al cuerpo.

La conciencia me molesta por haber manejado en esas condiciones. Pude acabar con mi vida o con la de mis amigos. Regreso a la casa y en la parte de al frente está estacionado el auto de Sabrina, detrás de ese, la camioneta negra de...

Mierda.

Asomo la cabeza en la sala, que está vacía. Camino despacio a la cocina y consigo a mis amigos en silencio tomando café, incluído Carlos. Todos tienen la vista fija en dirección al marco de la cocina esperando que yo pase.

—Buen día —saludo serio.

La única que no me ha visto así es Sabrina, porque mis amigos están acostumbrados y Carlos seguro me vió cuando él y Mario me llevaron al apartamento.

—Eres toda una sensual barra de chocolate —halaga Sabrina en forma de broma cuando camino para subir la escalera.

Subo corriendo como bajé y entro a mi habitación, encontrando a Mario Andrés dormido.

Me molesta verlo en mi casa y en mi cama después de lo que me hizo ayer. Entiendo la parte de que lo llamé y en mi favor puedo decir que estaba tomado demás. Estaba, despechado.

—Fuera de mi cama, Mario Andrés —le pego con una almohada.

—Anoche no me decías eso —voltea a verme con una sonrisa maliciosa.

Mierda. ¿Qué fue lo que hice?

—¿Tú y yo...

—No —me corta la pregunta y se levanta—. Y no porque tú no quisieras, si no porque yo no quise.

Gancho a la dignidad.

—Como debe ser. En un mes vas a ser un feliz hombre casado. ¿Por qué serías infiel y con alguien como yo?

Acorta la poca distancia que había ido dejando entre nosotros y me pega contra la pared.

—La única razón por la que yo no quise es porque no lo recordarías luego y para mí eso no tendría sentido.

—Favor que nos hiciste —lo empujo y me muevo a buscar mi ropa.

—Fue difícil contenerme, porque la manera en que me besabas, en que me tocabas... en que jadebas mi nombre solo me encendía un poco más. Además de ver tu firme trasero en esa ajustada pieza... joder que me costó contenerme.

Todo lo dice en un tono que lo hace quedar como el propio sádico.

Que vergüenza tan grande.

Me abrocho el pantalón y me pongo una camisa.

—Muy bonita esa historia, pero ese no es el Jonah Boat que yo conozco.

—Ni yo. Me gusta más el Jonah dulce y dominante. Aunque esa faceta agresiva y sumisa me hizo desearte más.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora