Capítulo 28

205 22 21
                                    

Como lo esperaba, Mario se comió los tres granjeros de salchicha alemana más todas las papas a la francesa que sirvieron.

Es imposible comerse uno. 

Entre risas y anécdotas de mi adolescencia, pasamos la noche. Es la segunda vez que nos reunimos a solas y solo hablamos de mi. Para la próxima, ya encontraré una forma de hablar sobre él.

Tanto disfrutar de la velada, que olvidé la hora y que mi teléfono estaba metido en la parte superior del traje. Mientras Mario va al baño, me levanto para tomar mi teléfono y ver la hora. 

Son las diez de la noche. 

Llamadas perdidas de Dilan, de Stephanie, de Lucas, de Manuel. ¡Dios!

Llamo a la chica que nos está atendiendo y pido la cuenta, mientras tomo mis cosas y las de Mario. Él sale del baño y se sorprende cuando me ve con nuestras cosas.

—¿Pasa algo?

—Son las diez de la noche. Debería estar en el bar.

—Puedo llamar a Manuel y decirle que no irás —extiende la mano y le entrego sus cosas. 

—Ni lo pienses. Además de que estoy comprometido con Stephanie, ya está esperándome.

Su semblante cae un poco y se pone la parte superior de su traje de mala manera.

—Puedes... venir, si gustas —le invito.

La mujer llega con la cuenta y él la toma antes de que yo pueda hacerlo. 

—Ni se te ocurra que vas a pagar todo eso tú solo —le advierto.

—¿Piensas atarme? —sonríe, dejando una tarjeta de crédito arriba de la bandeja con la cuenta sin verla.

Las ventajas de ser millonario.

—¿Vas a venir conmigo al club?

—La verdad, había quedado en ir a hablar con Tiffany.

Finjo sonreír y paso por su lado.

Claro, la novia. Nunca dejará de serlo.

Me toma por un brazo y me detiene. 

—¿Qué pasa, Jonah? ¿Te molesta que vaya con Tiffany?

—¿Molestarme? —bufo—. ¿Por qué debería molestarme? 

La mujer llega con la tarjeta de crédito y Mario me suelta para guardarla. Saco mi billetera con efectivo y se lo entrego a la mujer.

—Gracias por su buen servicio —le sonrío amablemente y camino a su lado para lograr escapar.

Una vez afuera, caminando a mi auto, Mario me detiene y me hala hasta un oscuro y solitario callejón. Me pega contra la pared y se acerca nuevamente hasta a mí.

—Creo que el vino te subió a la cabeza —intento empujarlo.

—¿Tú crees? Porque he intentando hacer esto sin alcohol en mi cuerpo —se acerca de manera peligrosa.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora