Capítulo 18

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¿Soy el único que piensa que Enero es el mes del año como decir el Lunes en la semana?

Que mes tan aburrido, tan tedioso, tan largo... y a penas va una semana.

Lucas me avisó que había llegado de sus vacaciones en la playa en la mañana y yo tenía una imperiosa necesidad de estar con él. Cierro los ojos, tratando de imaginar su cuerpo bronceado por el reciente viaje y me viene la imagen de manera clara.

No es él.

Su imagen es sustituida por el cuerpo bronceado de Mario Andrés. Tal como lo ví esa mañana en su apartamento.

¡Joder con ese hombre!

Me confunde tanto. Después que le conté a Dilan de nuestra curiosa relación, no he hecho más que pensar en él. Aunque estoy seguro que no pensó en mi.

—Princeso, nos vamos —toco la puerta de Dilan.

—¡Dame un momento! —grita desde el otro lado—. Me voy a trabajar, bebito. Hablamos más tarde.

¿Bebito? ¿Con quién habla?

Dilan sale de su habitación entretenido con su teléfono y una sonrisa. Ya me imagino para donde va eso.

Salimos del apartamento y en el ascensor, no puedo evitar las ganas de preguntar.

—¿Tienes algo que contarme?

—Se acabó la pasta dental.

—¿Bebito?

¿Celoso, Jonah Boat? —sonríe de media lado.

—Por favor —bufo y salgo del ascensor cuando las puertas se abren.

El camino al centro comercial fue silencioso. No es que realmente esté celoso, solo que tengo una necesidad de protección con Dilan, como la tenía con Stephanie y me molesta que no me cuente las cosas como yo lo hago con él.

Subo las escaleras eléctricas y le voy respondiendo un correo a Stephanie, quien me cuenta que muy probablemente estará viniendo a la ciudad esta semana o la siguiente para un audición. Yo feliz de tener a mi amiga conmigo. Todos pensábamos que se iba a aburrir rápido de su amor por la actuación.

Hace unos dos años que no nos vemos y fue la única vez que pasó navidad en casa sin ir a Venecia con sus abuelos porque ellos arreglaron venir, el mismo tiempo que tengo sin ver a mi mamá.

Al llegar a la tienda, saludo a todos y me dirijo a mi casillero para guardar mi bolso. Carla me avisa que vendrá un importante cliente hoy para la cadena que anualmente actualiza su armario y yo soy la persona escogida, por mis asesorías, para asesorarlo.

Se trata de un joven adulto de veintiséis años, gerente de un importante imperio, heredero de una inmensa fortuna.

«Debe ser insoportable», pienso.

—¿Compra en tiendas como estás? Digo, ¿no puede mandarlo a hacer a su medida o comprar ropa de marca?

—¿Quién dijo que viene a comprar? —se burla.

—¿No? Entonces, ¿es uno de esos hombres que le hacen publicidad a la empresa con su imagen y le regalan la ropa?

—No, tonto. Esta cadena de tiendas le pertenece a él. Todos los años visita una tienda a nivel nacional para revisar que estén actualizados en tendencias y los asesores estén capacitados —resume todas mis dudas.

Enséñame a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora