Doble sorpresa

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Zoey.

El viaje en avión se sintió como una eternidad, pero al parecer llegare a tiempo para la tercera hora de clases.

Hoy es el segundo día y no le comenté a Connor que ayer luego de hablar con él por la mañana el decano de la universidad me llamó personalmente (a través de una secretaria). Me dijo que había conseguido una de las cincuenta becas que entregan a estudiantes de nuevo ingreso y la verdad es que no pude contener mi emoción y lloré al teléfono... Creo que pasé un poco de vergüenza pero di la excusa de estar pelando cebollas. Espero haber sido convincente.

Ahora mismo el taxi me acaba de dejar en la entrada de la universidad, debo decir que el lugar es enorme y desborda dinero y lujos hasta por las manijas de las puertas.

Al llegar una chica asiática de cabello corto me atendió, super enérgica. Parecía que tuviera que irse porque me entregó los planos estructurales de la universidad y se fue corriendo como gato asustado... Al subir a mi habitación casi no lo creo, sábanas blancas, cortinas de un color beige muy suave, las paredes celestes y las ventanas de madera oscura. Me senti la mismísima princesa Diana.

Me cambié, decidí usar unos jeans azules con una camisa blanca sencilla, la frase Just do it en color negro y unas Converse blancas.

Al salir miré el establecimiento con atención, y decidí revisar alguna que otra habitación ya que después de todo según mi horario me quedaban algunos minutos de receso antes de la clase siguiente. Caminé por los pasillos maravillada, las paredes eran marrones claras muy elegantes, algunos cuadros de pintores famosos que pude reconocer... Todo era hermoso.

Al llegar a una puerta me percaté del letrero. La palabra "Gimnasio" me indicó de inmediato que el lugar me encantaría, amo mantenerme en forma, el boxeo es uno de mis pasatiempos más preciados.

Empujé la puerta lentamente y cuando no pareció haber nadie me acerqué a un saco de color rojo, al igual que casi todo el salón. Tenía tonos color vino y algunos más claros pero diferentes tonalidades de rojo a fin de cuentas.

En una esquina habían muchos guantes sobre un Mesón, me acerqué y busqué mi talla entre todos. Me los puse y volví hacia el saco, lo miré unos segundos y luego miré a mi al rededor. Parecía no haber nadie pero cuando iba a comenzar a golpear un ruido me hizo sobresaltar.

Fué un saco, era obvio. Seguí el sonido hasta un cuarto extraño del otro lado de la habitación, cuando abrí la puerta lentamente pude ver a un chico pelirrojo sin camisa y con pantalonzillos cortos. Golpeaba el saco con fuerza una y otra vez, estaba usando cascos así que dudé mucho que me pudiera oír, parecía molesto y exageradamente sudoroso.

De la nada su vista se percató en mí, su sorpresa fue momentánea pero luego se compuso. Quitó los cascos de su cabeza y me miró con el ceño fruncido.

- ¿Acaso no sabes leer? - Lo miré confundida y me percaté que la puerta decía "Entrenamiento privado".

- Vine porque escuché un ruido. - Fue lo único que alcancé a decir y además era la verdad.

- Pues así suena cuando golpeas un saco de boxeo, rubia. - Era mi turno de fruncir el ceño.

- Sé cómo suena un saco de boxeo, y no me llames rubia. - Me miró analizandome y se percató de que traía los guantes puestos.

- Pues entonces ve a golpear uno y déjame en paz, teñida. - La furia empezó a crecer en mi interior y golpee inconscientemente el marco de la puerta, el ni se movió.

- Soy natural.

Di media vuelta y me fui de ahí, lancé los guantes a alguna parte, salí rápido del gimnasio y frente a mí logré ver a alguien que conozco demasiado bien.

Connor estaba asomado mirando dentro de un salón que arriba decía "Estudio de baile". Me acerqué lentamente y miré sobre él, una chica de cabello marrón y ropa seguramente más costosa que mi casa estaba bailando una especie de canción electrónica. Debo admitirlo, la chica sabía moverse y además de eso traía a mi mejor amigo y amor platónico embobado.

Hice sonar mi garganta y Connor se sobresaltó, volteó en mi dirección y la expresión de asombro y felicidad en su rostro hizo que todos los celos y molestia que tenía hace un segundo desapareciera.

- ¡Ven aquí estúpida! - Gritó y corrí en su dirección. Salté sobre el enredando mis piernas sobre sus caderas y nos fundimos en un abrazo... Lo triste de todo esto es que siempre será la única gran prueba de afecto que alguna vez compartiremos.

Derek.

Estuve golpeando el saco por casi media hora que es lo que dura el receso para desayunar de éste lugar. Esa chica rubia me interrumpió y vaya que si tiene carácter, mira que golpear el marco de una puerta...

En fin, creí, luego de que se fué que quizás había sido demasiado idiota con ella. Vamos que no estaba en mi mejor momento y la tipa apareció cuando estaba descargando mi rabia, traía puestos unos guantes de boxeo, ¿Sabrá usarlos?. Lo dudo mucho, la mayoría de las chicas que conozco no se atreven ni a intentarlo porque arruinaria su manicura.

Pero además de los guantes me sorprendió ver que era bonita, su cabello era rubio obviamente natural pero me provocó hacerla molestar cuando usé el apodo rubia para referirme a ella y no le gustó para nada. Sus ojos son verdes como los míos, quizás los suyos un poco más claros pero que más da.

Sentí la necesidad de darle una pequeña disculpa, después de todo suelo meterme he insultar a alguien cuando se lo merece, sin embargo esa rubia no me había echo nada.

Cuando salió del gimnasio me puse una camiseta y fui tras ella. Cuando salí por la puerta pude verla abrazando frenéticamente a un chico que me pareció haberlo visto en clases, sin embargo no sabía de su existencia. La puerta del estudio de baile se abrió y Adeline salió con un bolso pequeño y el cabello en una coleta alta.

Ambos nos quedamos mirando la escena de los dos chicos abrazados.

Hasta que el tipo se percató de que tenían compañía y le dijo algo a la rubia al oído. La susodicha se bajó de su cadera y sólo cuando tocó el piso me percaté de lo pequeña de estatura que era. ¿Por qué la analizo tanto?, olviden lo que dije.

- Creo que interrumpimos algo. - Dijo Adeline con ese tono despreocupado y aburrido que toma cuando se siente un poco incómoda, bien, a ella si la debo analizar.

- Para nada... Sólo nos saludamos. - Dijo el de cabello negro y asentí  extrañamente fastidiado.

- Claro. Entonces ya váyanse. - La rubia fruncio el ceño he intentó acercarse a mi, su mirada retadora me causó gracia pero no expresé nada. El tipo la sujetó del brazo y se fueron al patio.

Adeline me miró de reojo y siguió su camino dentro de los pasillos del lugar, mientras tanto yo no quité la mirada de la puerta que conducía al patio de receso.

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Ese tipo de reencuentro con tu mejor amigo y ser interrumpidos... No me sorprendería que Zoey le termine rompiendo la cara al pelirrojo.

#LunesDeSoñadores

Blood Dreams ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora