A puñetazos

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Zoey.

Caminé por las calles rumbo a la universidad, tal vez ya son casi las seis de la tarde pero que más da igual se defenderme sola.

Se preguntarán, ¿Por qué le hablé así al chico que me mueve el piso?, pues simplemente es que aunque el sea mi mejor amigo, alguien que conozco hace años y que he llegado a amar de muchas formas diferentes no quiere decir que intente hacer ese tipo de ayudas por mi. No me malinterpretes, recibiría su ayuda si en verdad la llegara a necesitar pero por el momento todo lo que tengo ha sido con mi esfuerzo, nunca le he pedido dinero, aún cuando a veces faltaba la comida en mi casa. Trabajé y estudié para no depender de nadie, por muy enamorada que esté.

La adrenalina en el cuerpo no me dejó pensar claramente así que le di un puñetazo a la pared de una tienda de zapatos, las personas a mi alrededor me miraron extrañadas. ¿Nunca han visto a alguien molesto en sus miserables vidas?.

Aún quedaban algunas cuadras para llegar a la entrada de la universidad, apresuré el paso y cuando por fin llegué me percaté de que el acceso al estudio de baile y al gimnasio estaba permitido. Ambos para ayudar a drenar el estrés al parecer.

Y yo tengo mucho de eso ahora.

Caminé al gimnasio y me coloqué los guantes de mi medida, puse música a todo volumen, un pop con un pequeño toque latino me hizo sentirme muy relajada, comencé a moverme rápidamente. Mi especialidad en el baile es la velocidad y los pasos que requieran mucha fuerza, me gustan las acrobacias y saltos más complicados... Además cada que llegaba al saco le ofrecía un golpe, luego otro, y otro. Cuando estuvo a punto de acabar la canción miré mi objetivo con tristeza, imaginando el pasado de mi vida, me concentré en que éste sería un nuevo comienzo.

Golpee el saco una y otra vez con lágrimas de ira corriendo por mis mejillas... Y es que a veces sientes que tu esfuerzo no es suficiente, que todo por lo que has luchado no dará los resultados que quieres, y duele, duele mucho. Saber que estuviste tu vida entera esforzandote por algo y tener miedo de no conseguirlo es doloroso, mi corazón sabía muy bien eso.

Me senté frente al saco en posición fetal, sólo me concentré en llorar y llorar, supongo que tengo que descargar todo lo que siento.


Derek.

Los pasillos de la universidad son un poco solitarios en las tardes, lo he comprobado éstos días. Al parecer los becados se van a dormir o estudiar temprano, así que el gimnasio está completamente sólo, tal y como me gusta.

Al llegar abrí la puerta lentamente, la luz y música llegaron a mis oídos. Frente a mí estaba la chica rubia, traía puesto los guantes de boxeo pero por el momento sólo caminaba con decisión al rededor del saco, lo miraba como si fuera la cosa que más odiara en el mundo.

Conozco esa mirada.

Comenzó a bailar con una confianza, fuerza y técnica que mis ojos no dejaron de verla en ningún momento. La chica sabía moverse, todos los pasos los realizó al rededor del saco, casi como si le quisiera demostrar todo lo que sabía... Era extraño, pero fascinante.

Al final de la canción golpeó frenéticamente el saco mientras sollozos y lágrimas caían por sus mejillas, cayó sentada y abrazó sus piernas como una niña pequeña.

Mi cuerpo actuó por impulso.

Caminé en su dirección y me agaché a su lado, deslicé mi mano por su brazo y ella alzó la mirada. Se fijó en mis ojos y yo en los suyos, verdes con algunos toques azules.

- ¿Puedes levantarte? - Le susurré para no romper la burbuja en la que nos encontrábamos.

- Déjame aquí. - Fue lo único que dijo.

- Levántate. - Ordené cansado de su actitud.

- No.

Tome sus manos y le quité los guantes, la derecha tenía los nudillos reventados como si hubiera golpeado algo sin usar la protección. Fruncí el ceño, lancé los guantes por ahí, me levanté y la sujeté por las piernas cargandola como un saco de papas.

- ¿¡Que crees que haces!?, ¡Bájame ya!

- Cuál es el número de tu habitación.

- ¡No te diré nada, Déjame en paz!

- Dime cuál es o no te bajaré.

Se lo pensó.

- Cuarenta y seis.

Caminé con ella en mis brazos hasta el ascensor, al principio luchó bastante pero luego se resignó porque se dio cuenta de que no la solitaría.

- Llegamos.

La bajé y de mala gana abrió la puerta con su llave, antes de que cerrara entré. Me dirigí al baño a buscar el botiquín que según el director siempre hay y al conseguirlo volví a la sala de estar. La rubia estaba sentada en un mueble junto a una ventana, observó el cielo oscuro y la ciudad iluminada con una mirada de esperanza, como si fuera lo más hermoso que podrías ver.

Saqué una venda, alcohol y algodón. Lentamente lo acerqué y ella ni se inmutó, incluso llegue a pensar que había usado agua en vez de alcohol. Vendé sus nudillos lentamente y por fin sentí su mirada sobre mi frente.

- ¿Por qué has echo ésto? - Terminé el vendaje y la observé.

- Estabas triste. - Alzó una ceja -... Consideralo una disculpa por como te traté ese día en el gimnasio.

- ¿Para disculparte has echo ésto? - Asentí dudoso ya que ni yo mismo se porqué lo he echo... - Bueno...

Sonreí y ella igual. Admito que sentí la necesidad de preguntarle lo que había pasado, que la estaba o estuvo destruyendo tanto como para descargar el sufrimiento y la rabia que hay en su interior. Pero sabía que eso no sería correcto, tal vez alejaría de mi lo poco que he conseguido que me preste atención.

- Al parecer ya estás bien así que, me iré.

Me miró expectante, guardé las cosas del botiquín y lo regresé a su sitio, caminé por la sala de estar y me quedé de pie frente a la puerta, me voltee y la observé. Me estaba mirando así que le mostré una sonrisa, con un pequeño todo estará bien reflejado en ella.

Cuando iba a salir su voz me interrumpió.

- Espera...

Me voltee y ella se levantó caminando en mi dirección. Abrió los abrazos y los envolvió en mi cuello, pegó su cabeza a mi pecho y susurró.

- Gracias por ésto. - Le devolví el abrazo y luego de unos segundos lentamente la aparté de mí.

- Hasta luego rubia. - Abrí la puerta y salí.

- ¡Soy Zoey! - Dijo cuando ya estaba un poco lejos de su habitación.

De nuevo volví a sonreír.

Blood Dreams ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora