Leni se despertó un poco más tarde de lo normal, pues se la había pasado bailando con su familia hasta muy tarde la tarde anterior. Lincoln era un compañero de baile bastante aceptable, lo cual era bastante decir al comparar la diferencia en la altura de ambos. Leni se estiró y salió de su cama lo más silenciosamente que pudo, pues Lori seguía dormida. Leni se había tomado las noticias de que su hermana podía tomar su curso a distancia de la mejor manera, pues que su hermana se fuera a la universidad había sido un golpe muy duro. Lo que la molestaba era que ahora era ella la que se iba sin remedio. No es que tuviera que irse muy lejos ni nada por el estilo, ya que su universidad de elección no se encontraba muy lejos, pero no le agradaba nada la idea de irse de su casa, dejando a todos sus seres queridos detrás. Además, una vez comenzados sus estudios, muy probablemente se concentraría en eso y dejaría todo lo demás en segundo plano, algo que quería evitar a toda costa. Por el momento, Leni se contentaba con llevar su vida de la misma forma que llevaba haciendo desde que era una niña.
Bajó a hacerse un sencillo plato de cereal, pues no tenía ganas de cocinar en esos momentos. Fue cuando terminaba su desayuno que recordó algo curioso en el baile de la noche anterior. Lincoln. Su hermano. Tal parecía que se había mostrado ligeramente reacio a bailar con ella, aún cuando él había bailado con gran parte de sus hermanas e incluso con su madre. ¿Qué la hacía diferente a ella?
Leni no lo sabía, aunque estaba segura de que no había hecho nada que mereciera la distancia de su hermano. Por mucho que la gente la mirara y dijera que era inocente y amable, ella no era tonta, ya no. Gran parte de su vida se la había pasado en las nubes, pero desde que sus padres la habían obligado a ella y a todas sus hermanas a tomar cursos que las ayudarían en su futuro, había tomado más conciencia de su vulnerabilidad. Nada le quitaba que fuera naturalmente despistada y distraída, por no hablar de ser buena con cada persona que se le pusiera enfrente, pero al menos ya sabía en lo que se metía. Su intelecto tal vez no sobrepasaba al de varias de sus hermanas, pero la escuela había dejado de ser un imprevisto desagradable en su vida.
Era por eso que, aunque no le gustara, no había tenido problemas en su proceso de inscripción a la universidad, algo que temía y esperaba a partes iguales. En sí, su vida parecía ir en buen camino. Pero ese diminuto y pequeño aspecto era algo que la hacía dudar. Lincoln.
¿Qué le pasaba a su hermano? Leni no creía que ella hubiera hecho nada, pero... Esa ligera distancia la preocupaba. Quería mucho a su hermano. Leni seguía masticando su desayuno, pensando en su situación, cuando alguien también bajó. Era su madre.
- Hola, mami, buenos días -sonrió Leni.
- Hola, hija, querida -saludó su madre- ¿Estás lista para esta tarde?
- No me lo perdería por nada, mamá -respondió alegremente Leni. Las compras no eran nada extraño entre las hermanas y su madre en esa familia, pero la tienda en la que trabajaba Leni les había hecho unos descuentos monumentales cuando, en una ocasión, las once mujeres fueron el mismo día: Al menos cien prendas diferentes desaparecieron al final de la jornada, algo que Lincoln y su padre, Lynn senior, recordaban con temor, y más aún cuando ahora lo que les tocaba ese día sería incluso peor con los descuentos, cupones y ofertas únicas que les habían dado a las féminas de la residencia Loud.
Los varones hubieran podido irse sin problemas si no fueran conscientes de los problemas que podrían causar Rita y sus diez hijas si las dejaban solas. Era mejor no correr riesgos, aunque fuera sacrificar al menos la mitad del dinero que poseía una de las tarjetas de crédito del jefe de familia.
Leni no olvidaba lo mucho que esa tienda la había ayudado a mejorar como persona, sobre todo cuando Miguel y Fiona se volvieron sus amigos. La modista rubia no era mandona y a la vez era firme: la perfecta combinación para una buena jefa.
Mientras madre e hija hablaban sobre las prendas que querían comprar, iban llegando cada vez más hermanas que se unían a la conversación. Cuando Lincoln y su padre escucharon esas conversaciones al bajar también a desayunar, se vieron entre ellos, condescendientes, abrumados por el largo día que les esperaba. No tenían remedio, pero se enfrentarían al problema de frente y con la cabeza en alto, como verdaderos hombres.
Leni decidió ver si lograba sonsacar algo de información sobre lo que le pasaba a su hermano, por lo que se le acercó para hablarle.
- Oye, Lincky, ¿en serio no quieres comprarte nada? Incluso podemos ayudarte con ello.
Leni lo miró con una hermosa sonrisa, esperando un sí como respuesta. Lincoln no quería; comprar ropa y pasarse el día en el centro comercial no eran su definición de diversión, pero esa hermosa cara lo hacían dudar. ¿Pasarse el día con Leni, aunque sea comprando ropa? Tentador... Pero no del todo.
- No lo sé, Leni, no creo que sea un buen modelo -susurró Lincoln, nada convencido.
- Ah, de eso no te tienes que preocupar, hermanito -sonrió Leni- Lo único que tienes que hacer es ponerte lo que te traiga.
- Pero...
Sin dejarlo terminar, Leni le dio unos cupones que le garantizarían al menos tres horas de cambio tras cambio, eso sin contar la dubitación de por medio y los arreglos posteriores a ello. Pero como Leni se veía feliz y emocionada de hacerlo, Lincoln se resignó a su destino. Tuvo que compartirle las malas nuevas a su progenitor.
- ¡¿Qué?! ¿Cómo que no me acompañarás, hijo? -se lamentó su padre, algo triste.
- Lo siento, papá, pero Leni me convenció de ir con ella.... No puedo decirle que no a esa cara tan linda.
- Ese es su don... Y su maldición -gimió Lynn Sr., entendiendo y aceptando la situación.
Era verdad, y Leni lo sabía mejor que nadie. Una de las cosas que había aprendido mientras crecía era que la gente la consideraba hermosa. Era consciente de las miradas que atraía allá adonde fuera, sin importar el lugar, la edad... Incluso en algunas ocasiones, el género. Leni notaba en especial a los chicos de la secundaria cuando dejaban a Lucy y a Lincoln en su escuela. Todos la seguían con la mirada. Leni nunca le había dado mucha importancia, pero a veces era incómodo. Y esos ojos como de fuego, con las ansias de ver qué más secretos escondía tras ese vestido verde... Era demasiado. No obstante, siempre tenía a sus hermanas y a su querido hermano para olvidarse de esas nimiedades. Era por eso que quería evitar que una de esas personas se alejara de ella.
Iba a lograr que su hermano volviera a hablar con ella como siempre lo habían hecho, aún cuando precisara de todo un día de compras con él.
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Y llegaste tú
RomanceLincoln vive y crece con sus diez hermanas, lo cual no es nada fuera de lo ordinario. Pero una de ellas entra cada vez más en su corazón, y esa es Leni. Sin embargo, ella no parece sentir lo mismo, por lo que el albino tiene que aprender a vivir con...