Parte 18: El descubrimiento

300 44 25
                                    

- Entonces... ¿Ya olvidarás a Leni?

- Sí, supongo que sí. Es muy posible que ya tenga novia.

Lucy se lo pensó un momento y asintió. El albino había acabado de decirle sobre lo que había hecho. Ya no había ninguna duda, y Lincoln estaba convencido de que el nombre que había puesto en el sobre era el correcto. Seguía sin poder creerse que fueera "ella", ya que nunca lo sospechó ni por un segundo. Pero, en retrospectiva, era ligeramente evidente, si uno se paraba a pensarlo. 

- ¿Estás completamente seguro de que es ella, Lincoln? Si te equivocas, la herirás, mucho más que si no hubieras hecho nada.

- Créeme, estoy seguro. Es más, hasta podría explicártelo, si quisieras.

- ¿En serio?

- Sí. Si esto que nos ocurre estuviera siendo escrito por un chico que necesita estudiar, habría puesto "pistas" sobre ella. Ciertas impresiones que, si uno es lo suficientemente observador, curioso o sospechoso, habrá notado que fueron dejadas de lado o no mencionadas a propósito. O pistas vagas que dirijan a una u otra persona y que en realidad habla de otra completamente insospechada. Al menos esa sería la intención.

- ¿Y qué te hace decir todo eso?

- Una grave y silenciosa voz de un chico de veinte años que está en mi cabeza me lo dijo.

Lucy lo miró con suspicacia y cara de pocos amigos.

- Nah, no te creas. Intuición, eso creo.

- Bueno, ya deja de querer cambiar de tema. ¿Olvidarás a Leni sí, o no?

Lincoln no respondió de inmediato; pensar en su respuesta era casi una respuesta en sí, pero aún así se dio el lujo. Lucy se levantó el flequillo nuevamente y lo miró entrecerrando los ojos.

- Al menos lo intento, ¿no? -respondió por fin- No le puedo decir a mi mente "Oye, ¿sabes qué? Hay que dejar de amar a esta persona". Nadie puede hacer eso, y quien crea que sí es posible, no conoce lo que es el amor de verdad.

Lucy casi quiso zarandearlo y abofetearlo para obligarlo a entrar en razón, pero se contuvo, porque al menos su primera respuesta era cierta.

- Te seguiré vigilando de cerca, Lincoln. No puedo permitir que sigas con esto.

Lincoln entrecerró sus ojos, enarcó las cejas y apretó los puños, fastidiado. Lucy debió de notarlo, porque se sujetó su flequillo con su diadema y se acercó a él. Suspiró largamente y lo miró a los ojos. Lo rodeó con sus brazos y lo abrazó. Lincoln se quedó quieto, sorprendido.

- Hago esto porque te quiero, y porque no quiero que nada te pase. Esto es por tu propio bien, hermanito. Por favor, inténtalo.

Lincoln comprendió que Lucy se salió de su zona de confort para ayudarlo, y eso lo calmó. Le devolvió el abrazo.

- Gracias, Lucy.

Ambos se quedaron juntos un momento más. Luego se separaron.

- Entonces, ¿cuando vas a ir a verla?

- No lo sé, es posible que me envíe una última carta y ahí me diga qué hacer. Si pasan tres días sin que reciba nada, entonces yo le mandaré una. Tengo su número, pero creo que sería mejor mandarle una carta, iguales a las que me mandó ella a mí.

- Sería respetar su juego. Bien pensado.

Ambos por fin estaban de acuerdo en algo. Lincoln luego fue a descansar, ya que el día siguiente sería bastante largo.

No hubo necesidad de esperar tres días, pues la chica le mandó una carta por medio de su ayudante. Y dado que Lincoln estaba convencido de saber quien la había ayudado, habló con su mejor amigo ese fin de semana. Ya lo había descubierto todo.

Y llegaste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora