Parte 9: El robo

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Lucy estaba más que tentada de ver lo que escondía el peliblanco, pero aún tenía que confirmar las razones de su melancolía. Sin embargo, esa noche, cuando Lincoln volvió de la comida que tuvo con Rusty y Stella, afirmando que habían sido alitas, se veía bastante contento. No había ni rastro del nostálgico chico que Lucy había visto antes. Era tan notorio, que todas las hermanas lo vieron con rareza.

- Muy bien, Lincoln, llevas viendo ese pedazo de papel desde que llegaste. ¿De qué se trata?

- Sí, Lincoln, ya nos mantuviste en suspenso, y más vale que sea bueno.

Lucy no se lo quiso perder, por lo que se acercó. Respirando profundo, Lincoln les dijo:

- Me mandaron una carta de amor.

Por un momento, nadie dijo nada. Luego todas se abultaron sobre Lincoln, intentando sonsacarle todas las noticias que pudieron. Entre hermana y hermana, el albino fue capaz de explicarles que no sabía quien era, pero que estaría atento para saber con certeza la identidad de su admiradora. Las hermanas estaban muy felices de que Lincoln por fin recorriera el camino de una relación. Lucy estaba contenta por él, como cualquiera, pero eso le dejaba muchas dudas.

- ¿Eso significa que su secreto es ya irrelevante? -se preguntó- No... No, por el momento aún no, nadie puede cambiar sus sentimientos de la noche a la mañana, y si no cree en eso, es porque no son sentimientos de verdad. Pero si esto sigue así, el dolor de Lincoln va a desaparecer sin haberlo solucionado de verdad. 

Lucy se escabulló lenta y silenciosamente de la habitación, mientras sus dudas se fueron aclarando.

- No hay más remedio, tengo que saber cual es ese secreto... Aunque mi hermano me odie por esto.

Lucy decidió llevar a cabo el plan en su mejor entorno: durante la noche, en la oscuridad, en el silencio. 

Mientras, Lincoln por fin fue dejado en paz por sus hermanas. La última en dejar de preguntarle cosas fue Lola; además de que Luna y Luan quisieron asegurarse de que sabía lo que hacía antes de alejarse también. Una vez la princesa satisfizo su curiosidad, Lincoln vio que Leni se había quedado aparte. Su corazón le dio un vuelco.

- ¡Hola, Lincky! Veo que por fin vas a tener novia -sonrió Leni.

- No creo que sea tan pronto, Leni. No creo que quien sea que me haya mandado la carta lo revele tan rápido.

- Aún así, me alegra mucho de que consigas a alguien junto a ti. Eso te hace feliz, ¿no?

- Sí, Leni, así es.

Sin embargo, mientras Lincoln se iba a su habitación, sintió una ligera punzada en su pecho. 

- No, no, no. Deja de pensar en ella por un maldito segundo y piensa mejor en un futuro. No solo es más probable, sino que es mejor. Estúpido corazón, olvídala de una vez.

Ni caso que le hizo el corazón. Lincoln siguió sintiendo dolor cada vez que recordaba a Leni, quien se sintió feliz por él cuando se acercaba a otra persona. Eso le indujo una nueva dosis de dolor, algo que ocultó tras una cara inexpresiva cuando se adentraba en su cuarto. Se pasó toda la tarde en su habitación, sin hacer nada más que leer sus cómics y chatear con sus amigos. Ni siquiera le entraron ganas de jugar un juego que se había descargado: había sheriffs, bandidos, moteros, damiselas, robots, piratas, criaturas, superhéroes, botánicos, todo en un juego tipo shooter.

Desistió de su intento de distraerse y trató de dormir. Se preguntó si podría descubrir a su admiradora secreta, pero simplemente no tenía mucha idea de qué hacer. Clyde podría saberlo, pues se hablaban continuamente de la más pequeña de las nimiedades. Era probable que le hubiera contado algo y ni él mismo se acordaba. Con esos pensamiento circundándole la cabeza, Lincoln logró caer en un sueño intranquilo. A la mañana siguiente despertaría con la extraña idea de que tenía que evitar que unas botargas o animatrónicos lo atraparan, mientras vigilaba unas cámaras de seguridad. Para su fortuna, todo quedó en eso, en una vigilancia. Lo que sea que tratara de alcanzarlo se quedó con las ganas. Pero mientras se adentraba en ese sueño, Lincoln se movía inquieto en su cama, acosado por todas sus preocupaciones.



Las hermanas Loud se tardaron más de lo normal en quedarse dormidas, sobre todo por la interminable plática que sostenían Lori y Leni sobre unos cosméticos. Fue por eso que Lucy no cesaba de maldecir por lo bajo, suplicando que se callaran y se fueran a dormir. Ciertamente nunca habría dicho nada de lo que murmuraba en frente de sus padres, pero tenía todo planeado para que nadie la escucharía, ya que, si alguien entraba en su cuarto, lo primero que escucharía serían los ronquidos de Lynn, quien estaba acostada con su enorme trasero apuntando hacia arriba, mientras la baba se le caía por una comisura de su boca. Huh. Qué no daría Lucy por unos cojines de ese tamaño, tal vez así por fin podría convencer a Rocky de que...

Unas habitaciones más allá, Lori por fin bostezó, dejando su conversación para el día siguiente... O para más tarde, pensó Lucy, furiosa, mientras veía como su reloj marcaba poco más de diez minutos para la una de la mañana. 

Como buena medida de prevención, Lucy esperó otros quince minutos para ponerse en acción. No notó nada fuera de lo normal, y tenía muy memorizadas las zonas que no detectarían las cámaras ni de Lisa ni de Luan. Tener el cabello negro tenía muchas más ventajas que uno rubio, pues incluso si alguien despertaba, su cabello no podría casi brillar en la oscuridad y llamar la atención. En su lugar, sus movimientos sigilosos y callados pasarían desapercibidos.

Lucy se dirigió cuidadosa y silenciosamente al cuarto de su hermano. Lincoln estaba dormido, pero cualquier cambio en el ambiente sin duda lo despertaría; Lincoln hablaba en sueños, intranquilo por lo que lo perseguía.

- No... No... No, no lo veo... Aún no son las seis de la mañana.

Lucy caminó de puntillas hasta que llegó a su destino. Se aseguró de que Lincoln estuviera dormido y sacó el álbum. Lo hojeó lentamente para no hacer ruido, y buscó. No había nada de mucha importancia, ya que casi todas las fotos eran sobre la vida del albino en esa casa. Lucy estuvo a punto de perder el interés, cuando se topó con una foto diferente a las demás. Lincoln le había dibujado un corazón encima a la chica que estaba junto a él en esa foto. Y la gótica encontró incluso más al seguir mirando todas las otras fotos. Esa cosa extra destrozó la esperanza de Lucy de que hubiera sido un interés infantil, ya que la siguiente foto que vio no sólo era la última del álbum, sino que la chica en cuestión ya estaba mucho más crecida, y Lucy recordaba ese atuendo que había usado hace menos de tres días. 

Lucy había visto suficiente. Guardó lo mejor que pudo el álbum y trató de irse. Lucy no olvidaba que Lincoln era algo descuidado con su ropa, pero tenía tantas cosas en la cabeza, que no pudo sino olvidar lo descuidado que solía ser Lincoln. Ese día no fue una excepción. Un calcetín decidió ponerse justo debajo del pie de Lucy, haciendo que se resbalara. La gótica no se cayó, pero perdió el equilibrio por completo. Chocó con un mueble, haciendo ruido. Lucy se tapó la boca, contuvo la respiración y se quedó quieta, su corazón latiéndole a mil por hora.

Lincoln se movió en sueños, murmurando cosas apenas inteligibles. Pudo haberse despertado, pero la ausencia de ruido y movimiento mantuvieron la balanza equilibrada. Después de unos segundos que se hicieron interminables, Lincoln por fin volvió a relajarse en su cama, volviendo a su sueño. Lucy le agradeció con todas sus fuerzas al ángel que decidió que su crecimiento y desarrollo de atributos femeninos siguiera en espera, de lo contrario, o sus caderas o sus pechos habrían golpeado el mueble otra vez.

- De eso no me preocuparé -pensó Lucy, mientras salía y se alejaba por fin del cuarto del peliblanco- En unos años habré alcanzado tanto a Lynn como a Leni en sus respectivos atractivos. Ya verán, ningún chico se me va a resistir. Rocky me va a conceder mi deseo lo quiera o no.

De lo que sí se preocupaba era de que Lincoln tenía los mismos pensamientos que ella, pero apuntados hacia una de las personas de las que estaba prohibido enamorarse.

Lucy no sabía cómo podía ayudar a su hermano si su interés de desviaba hacia Leni, su hermana. Y es que la foto en que ambos se abrazaban, en el más natural acto filial, estaba destrozado por ese corazón que Lincoln le había puesto encima a la modista.


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