Parte 33: La frase

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Después de haber hablado por primera vez, Lincoln no había vuelto a abrir la boca, y unos días habían quedado atrás. En ese tiempo recibieron la notificación de parte de la policía que un pariente suyo había dado a luz. La familia Loud era consciente de que Lincoln aún tenía otros dos hijos, pero eso no les quitó su sorpresa. Después de una prueba de paternidad y de ciertos antecedentes apenas aprobados (eran los Loud después de todo), las nuevas niñas, Mira y Nora, entraron en sus vidas. Era imperativo que las vigilaran de cerca. Eran unas recién nacidas, pero nadie dudó que Stella pudo haber hecho algo en ese poco tiempo que las tuvo consigo. Lisa fue la encargada de investigar el asunto, y después de unas meticulosas horas, Lisa las declaró limpias.

- No hay nada que alarme al detector de metales, no tienen ninguna anormalidad, su salud es muy buena, y responden al mundo como cualquier otro bebé -explicó- Sin embargo, yo no bajaría la guardia. Siempre hay algo en Stella que me pone los pelos de punta.

Nadie estaba en desacuerdo, por lo que el silencio se mantuvo. Las niñas eran adorables. Nuevamente, y por razones que nadie podía entender, las criaturas eran bastante parecidas a Stella, mucho más que a Lincoln. Era casi un milagro que, después de ocho hijos, ninguno saliera a lo Loud, pero al ver que eran sus actitudes las que reflejaban su lado de la familia, todos respiraron aliviados. Ninguna de las personas involucradas en todo eso quería que la voluntad de Stella viviera en alguno de los hijos.

Así, pasaron dos años. En ese tiempo, el recuerdo de que Lincoln fue secuestrado era agua pasada, únicamente recordado por lo poco que ahora hablaba Lincoln. Se abría más que nada con sus hijos, pero de cuando en cuando respondía a las preguntas de sus hermanas y padres, siendo esto un gran alivio en general. Si bien era cierto que su silencio era preocupante, alegraba un poco que haya veces en que Lincoln mostrara una pequeña sonrisa. 

Los hijos de Lincoln convivían cada vez más con sus tías y abuelos. Los niños a veces les pedían que comieran juntos, que jugaran con ellos, que hablaran de sus días, o que simplemente los acompañaran en sus actividades diarias. No había muchas cosas que alegraran más a los Loud que ver a los pequeños libres de malas influencias.

Los Merian los visitaban con frecuencia. Su situación era prácticamente la misma que los Loud, con la ligera excepción de que los Merian intentaban más aún que Lincoln volviera a la normalidad. La culpa seguía consumiendo a la familia de Stella, pero saber que todos fueron víctimas en todo el asunto del secuestro influyó bastante en que los Loud los perdonaran rápidamente. 

Incluso Clyde, Rusty, Liam y Zack intentaban ayudar a su amigo. Tenían muy poco éxito, pero hace poco consiguieron que Lincoln jugara con ellos unas rondas de póquer. Era un avance. 

Sin embargo, la que más avances había hecho era Leni. Ella era la que había logrado que Lincoln consiguiera dormir mejor, la que ayudó a que Lincoln preparara su primer emparedado en años, la que logró que se quedara quieto y mirara con ellos un poco de televisión, la que logró que los acompañara en la fiesta de bienvenida de Lily a la secundaria, la que logró que se tomara con ellos una foto conmemorativa de la graduación de Lynn de la universidad. Todo eso y más era lo que Leni había ayudado para que Lincoln regresara con su familia. Distaba mucho de volver a la normalidad, pero a ella le saltaba el corazón cada vez que el asomo de una sonrisa acudía a los labios de su hermano. 

- Ya casi lo pierdo una vez -pensaba a menudo- Y no voy a dejar que se escape. No dejaré que nada más le vuelva a pasar a mi hermanito, nunca. Y cuando él regrese a lo que solía ser, será nuestra victoria y la derrota de Stella.

Así pensaba Leni, y con la ayuda de todas las personas que querían a Lincoln, no dudaba en que eventualmente obtendrían lo que querían: la victoria.

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