Parte 34: El surgimiento

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Ken, Rachel y Sarah pasaron mucho tiempo deliberando entre ellos, pues la visión que su madre había pintado para ellos no era la vida real. Se daban cuenta de lo alarmante que era ver a una madre lastimando a un padre o viceversa. En la gran parte de los casos que a veces escuchaban en su escuela eran simplemente ofensas verbales, y muchas de esas no eran intencionales, pero si su madre había recurrido al secuestro, a la tortura, al encierro y a la violación para mantener a su amado junto a ella, ¿de qué no sería capaz si estuviera libre? Ninguno de los tres tenía muy en claro los conceptos a los que había sido sometido su padre, pero al ver ejemplos de como era una vida normal, se percataron de lo mucho que se habían perdido en el proceso de su educación. 

Los tres se volvieron muy cercanos a Jasmin y a Kate, pues en esos dos años habían sido educadas por su familia paterna. De la parte materna, ninguno de esos familiares tenía intenciones equívocas; todos se esforzaban para enseñarles el buen camino.

Para Jasmin y para Kate fue un cambio muy brusco sus nuevas enseñanzas, pero, al igual que sus tres hermanos mayores, empezaban a ver cómo debía de ser su educación de verdad. Fue por eso que esos cinco se sentían cada vez más inquietos alrededor de Alex.

La hija mayor era la que se había negado a aceptar la nueva moral, y se mantenía firme en su decisión de querer volver con su madre. A pesar de que solo tenía ocho años, soportaba cada orden, regaño, súplica o lección que le quisieran dar. Por el contrario, cada vez que alguien lo intentaba, Alex se empeñaba más en llevar la contraria. Lincoln pudo haber sido de ayuda en la visión de su hija mayor, pero por alguna razón, el albino se volvió extrañamente apegado a Alex y a sus dos hijas menores.

Las más pequeñas de las gemelas recibían constantes llamadas y convocatorias de su padre, quien les enseñaba asuntos que no eran de la incumbencia del resto de la familia. No importaba qué tanto alguien se involucrara, Lincoln se negaba a abrir la boca frente a alguien más. Alex también hablaba más con Nora y con Mira que con el resto de la familia, actitudes que preocupaban a todos. Después de que pasaran varias semanas más, la situación parecía haber tomado cierto control. No había tantas discusiones, los nietos de la familia se portaban más tranquilos que antes, y, por más increíble que parezca, Lincoln se hacía cargo de sus hijos.

Ya les hablaba más, comía con ellos, jugaba con ellos y los ayudaba con la tarea. Simplemente ya estaba actuando como un padre, aún cuando la mayor parte del tiempo siguiera silencioso. Pero las veces que Lincoln hablaba a solas con alguno de sus hijos eran preocupantes, y los temas que trataba ahí dentro, seguían siendo un misterio. 

A Lucy le daba mala espina todo aquello, pues su instinto le decía que algo andaba muy, muy mal. Después de todo, trataba de mantener un ojo siempre en su hermano. Cada vez que sus hijos platicaban con él y que nadie quisiera hablar de los temas tratados, le daba un mal presentimiento. 

Mira y Nora, más que nadie, parecían ocultar algo. Fue cuando pasaron unas semanas de ese asunto, que Lucy decidió por fin hablar con alguien más para evitar todo aquello. Stella llevaba dos años en prisión, y nada parecía indicar que algo estuviera fuera de sus casillas... Pero nunca estaba de más asegurar cada cabo suelto.

Y su opción más obvia era la persona más cercana a Lincoln. Tal vez ella lograría convencer a su hermano de desembuchar. Cierta tarde, Lucy visitó el cuarto de las dos hermanas mayores. La modista estaba ocupada con su trabajo, pues las ventas habían subido exponencialmente conforme pasaban los años.

- Leni, ¿tienes un momento?

La rubia levantó la vista de su trabajo. Tenía una aguja entre sus dientes. Se la sacó, se sacudió el cabello y parpadeó un poco.

- Claro, ¿qué pasa, Luce?

- ¿Sabes... lo que le pasa a Lincoln y a nuestras sobrinas?

Leni puso cara de desconcierto.

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