Parte 15: El aula

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El grupo de amigos se quedó callado cuando Lincoln comenzó a dirigirse hacia el aula.

- Creo que esto tiene que hacerlo él solo -dijo Clyde- Sería raro que fuéramos con él.

- ¿Tú crees? -preguntó Rusty.

- Como sea, no tengo tiempo -dijo Zack.

- Déjame adivinar, ¿otra cita?

- No, esta vez no. Mi mamá quiere que la ayude a limpiar uno de los cuartos porque nos visitan unas tías.

- Bueno, hoy va a ser noche de juegos con mis papás -dijo Clyde.

- Yo no tengo nada que hacer -comentó Rusty- Pero como nadie parece estar libre, supongo que me iré.

- Igual. Tal vez pueda incluso visitar a mi abuela -dijo Stella.

- ¡Ah, por cierto! Zack, tengo que ir contigo, aunque tenga que ayudarte a limpiar. La tarea, ¿recuerdas?

- Oh, cierto -se lamentó Zack- Liam y yo aún no la terminamos. 

- Bueno, entonces supongo que les diré como me fue después -dijo Lincoln, comprensivo.

- Te deseamos la mejor de las suertes, amigo -le deseó Clyde, dándole unas palmadas en la espalda.

Los demás le sonrieron y lo apoyaron también, al final dejándolo solo. Lincoln se encaminó, pues, al aula en desuso. Se fue cruzando con cada vez menos gente, hasta que, por fin, se quedó solo. Caminó con calma hasta llegar al lugar indicado, sin saber qué esperarse. El albino se cercioró de que el aula fuera la correcta. Había llegado la hora. Lincoln sentía como su pecho subía y bajaba en un éxtasis de emoción y nerviosismo. Podía imaginarse que la chica ocultara a como diera lugar quien era ella, pero Lincoln también pensaba en que encontraría la forma de poder saber quien es.

Veía casi a cámara lenta como la puerta se acercaba, mientras su corazón latía sin detenerse. Una chica estaba en esa habitación, esperándolo.

Excepto que no estaba.

Lincoln entró y vio que todo estaba oscuro. Quiso prender las luces, pero el interruptor no funcionaba.

- Genial -murmuró- ¿Hola?

Nadie respondió. Lincoln estaba preguntándose si, después de todo, se trataba de una broma, cuando la puerta se abrió detrás de él. Y vio una silueta. La puerta volvió a cerrarse. Por un momento, ni Lincoln ni la sombra se movieron ni hablaron. Luego la sombra se acercó lentamente al albino.

- Este... ¿Podríamos prender una...?

- No es necesario -susurró la sombra- Lo que quiero hacer se puede hacer más que suficiente en la oscuridad.

La voz de la sombra salió distorsionada, y entendió que su admiradora recibía ayuda.

- ¿Quién te ayudó a cambiar tu voz? Que yo sepa, solo mi hermana Lisa puede hacer algo así, y no creo que te haya ayudado sin decírmelo. O al menos que yo sospechara que mi hermana hacía algo.

- Eso, mi amor... Es algo que averiguarás a su debido tiempo.

La chica se detuvo a menos de medio metro de distancia. Lincoln hizo lo posible por ver algo, pero la oscuridad era acuciante. Ni siquiera estaba seguro de saber la altura, cabello, postura, figura, o contorno de esa chica. Como muy bien había dicho Clyde, todo estaba planeado hasta el más mínimo detalle.

Lo único que el albino podía detectar era que la chica estaba avergonzada o nerviosa, ya que irradiaba cierto calor. Lincoln se puso nervioso también, inseguro de como proseguir o qué decir. No hizo falta.

- Lamento si esto no te gusta, si despierto malos recuerdos o si simplemente me rechazas. Pero debo hacerlo... Ya esperé demasiado. He aquí, otra pista.

Mis labios buscan los tuyos, 

en un gesto que no podía realizar.

Pero con valentía me declaro,

porque ahora te voy a besar.

Lincoln no respiró cuando esa chica unió sus labios con los suyos. Sintió un millón de chispas explotando en su pecho, mientras la chica lo tomaba de su nuca y lo acercaba más. No duró mucho, ese primer beso entre ambos. La chica se separó, jadeando. Luego soltó una risita y volvió a besarlo. Lincoln no se resistió, pero tampoco colaboró, pues nunca pensó que las cosas avanzarían tan rápido. Sentía la intrusión de la lengua de esa chica en su boca. No luchó, solo dejó que la chica suspirara, jadeara y gimiera dentro de él con la boca abierta. Eso lo excitó, por más sorprendido que estuviera. Sintió como su erección surgía entre sus piernas, mientras la chica lo tiraba en el piso, encima de él. Lo tomó del rostro y siguió besándolo con intensidad, pasión y, como no, una muy apenas contenida lujuria. La chica guió una de sus manos a uno de sus pechos, ansiando que Lincoln por fin se moviera.

Y éste, finalmente lo hizo. Pero como esa chica parecía incluso más asertiva que él, se atrevió a más. Puso la mano de Lincoln por debajo de la blusa de ella, y por debajo de su sostén. Para alguien de su edad, tenía unos pechos bastante grandes. Y esa sensación era nueva, pero no por eso del todo desconocida para el albino. Ese tamaño... No es que hubiera tocado pechos antes, pero más o menos identificaba el tamaño. No era una chica más joven que él, pero no mucho mayor. Y de algo estaba seguro. La conocía. ¿De dónde? ¿Y si era...?

Su línea de pensamiento se detuvo cuando la chica le agarró su miembro.

- ¿Qué...?

Hambrienta, la chica lo detuvo con un beso, mientras lo apretaba contra el piso y se montaba sobre él. 

- Dame... Lo que... Quiero -le susurró ella, seductora.

Le mordió ligeramente el cuello al albino. Y fue eso lo que hizo que el albino recordara algo que él mismo había hecho en su pasado, y eso apagó su llama. La razón entró en su mente, y se dio cuenta de lo que había pasado por alto por sus hormonas. 

La chica.

Lo amaba, tal vez. Pero detectó algo en ella con cada movimiento, cada beso, cada toque, cada roce. Era deseo... Pero combinado con algo mucho más desconcertante. Una obsesión. ¿Qué tan lejos estaba ella dispuesta a llegar, si se le permitía? Lincoln no pensaba averiguarlo.

- No... Eso no...

La apartó con toda su fuerza de voluntad, en contra de cualquier instinto hormonal. Y después, cuando pudo pensar con claridad, no podía creer que, aunque femenina, lo hubiera prendido una voz distorsionada.

- No te resistas... Casi llegábamos...

- No, eso no.

Lincoln sintió como su miembro flaqueaba. Se sintió más alerta y concentrado. 

- ¿Quién eres?

La duda lo carcomía, ya que no podía seguir con la incógnita en su mente. La conocía, la curvatura de su pecho era muy parecida a alguna que haya visto antes, aunque fuera con la ropa puesta. ¿Quién...?

Se vio interrumpido otra vez cuando la chica presionó sus pechos contra su cara.

- Por favor, te lo ruego... Solo una vez... Una vez, y te dejaré en paz.

- Eso no te lo creería ni un niño.

Lincoln la alejó de su cuerpo y trató de calmarse. Se levantó y se acercó a la puerta para poder salir. Pero antes se volteó y se dirigió a su amante.

- No sé quien eres, pero tal vez no soy lo que esperas. Puede que mi persona sea diferente a como me sueñas.

- No, no, no, mi pequeño conejito... Tú eres... Perfecto.

- Mira, es suficiente. No te garantizo que algo pueda surgir entre nosotros, pero... Quiero volver a verte. Quiero que cambies y trates de calmarte.

Su eterna amabilidad lo indujo a decir esas palabras, en vez de simplemente salir corriendo como un cobarde, o seguirle el juego a ella como un degenerado. Él era mejor que todo eso... O lo intentaba.

Salió de la habitación, resistiéndose a la tentación de tomar una decisión, que, en un futuro, determinaría si lograba obtener la felicidad, o la más mísera de las soledades.

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