Parte 6: La atención

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El día empezó con el albino resignándose a su destino y poniéndose algo de la ropa que se terminó comprando. No era nada que a él le pareciera nada del otro mundo, pero los restos del trabajo de Miguel seguían en su cara: Su rostro estaba desprovisto de cualquier imperfección. La pubertad le había enmarcado el rostro, era más alto y la voz se le notaba cada vez más grave.

Terminó de vestirse y bajó por su desayuno. Las hermanas le alabaron su tan esperado cambio de look. Según ellas, se veía incluso mejor, aunque Lincoln no sentía ninguna diferencia. Ya de camino a la escuela, descubrió que no se sentía diferente, pero tal vez sus amigos tuvieran algo qué decir al respecto. De camino al salón, estuvo atento a cualquier signo de que alguien lo mirara. Nadie lo miraba, aunque bien pensado, tal vez no era tan inesperado, pues en la mera mañana muchos seguían medio dormidos.

Pero en el salón fue otro caso.

Oyó que la conversación de sus cinco amigos se detenía cuando él se acercó. Lincoln los saludó y se sentó. Hubo un silencio incómodo.

- Este... Pues, me veo diferente, ¿no?

- ¿Diferente...? Amigo, ¡te ves genial! -exclamó Liam.

- ¿En... En serio?

- ¡Claro! Oh, wow, nunca te había visto así, te queda muy bien, Lincoln -dijo Zack.

Clyde lo miró con seriedad.

- Esto... Esto no es otro cambio de rutina, ¿o sí? -preguntó su amigo, nervioso.

- ¿Qué? ¡Oh, no! Sólo fui de compras con mis hermanas. Bueno, prácticamente fui obligado, pero creo que las cosas salieron bien al final.

- ¡Y que lo digas, Lincoln! ¡Te queda muy bien! -admiró Stella.

Lincoln por fin sonrió.

Varios de sus compañeros lo miraron por igual, asombrados por su nueva apariencia. En sí, Lincoln no se sentía tan diferente, pero luego comprendió que también se le comparaba como se veía antes. Eso no le gustó. ¿Significaba entonces que no se veía bien a menos que se arreglara? Un poco decepcionante. Pero si de algo estaba seguro era de que, sin importar qué tanto cambiara, los que seguirían a su lado eran los cinco amigos que se sentaban junto a él.

El día siguió su curso, con la novedad de que muchas personas se volvían para ver a esa cabellera blanca que destacaba de entre las demás. Eso causó unos cuantos rumores, pero eso no le importaba a Lincoln, quien sabía que lo que de verdad importaba era que él conocía la verdad, cualesquiera fueran los rumores.

Decidió, pues, que sin importar qué tantas personas nuevas aparecieran ante él, quienes siempre tendrían su lugar junto a él eran sus amigos. Esa tarde fueron al arcade para entretenerse. Stella era buenísima en los juegos de baile, mientras Rusty sorprendía en el hockey de mesa. Zack tenía buena puntería, por lo que reunía muchos boletos en la canasta de baloncesto. Clyde y Lincoln se lucían en los juegos de disparos, a la vez que Liam era el mejor en los juegos de azar. Ninguno se detenía a descansar; los seis reunieron suficientes para comprarse un premio decente al final del día.

De esa manera Lincoln vivía su día a día, y sin importar lo que tuviera que aguantar, siempre tendría a alguien que le haría sonreír. 



Lucy tenía desde hacía tiempo la idea de hacer algo en específico para desvelar los secretos de su hermano, pero se detenía a sí misma. Primero que nada, no le gustaba la idea de espiar o trasculcar entre las cosas de su hermano. En segundo, por mucho que Lincoln no detectara sutilezas, estaba segura de que sabría si algo muy importante para él se movía de lugar o si ya no estaba. Y en tercera, Lucy ni siquiera sabía si guardaba algo sobre su secreto, y si existía, no sabía lo que era. Era un dilema que no podía resolver. Además, Lincoln no se veía mal. Era cierto que pasaba varias veladas en insomnio, escuchando música o comiendo alguna sobra, pero Lucy creía que eso era normal. Muchas personas suelen pasar por etapas así, y nada en la actitud de Lincoln le hacía pensar lo contrario. La gótica dudaba que lo que le pasaba a Lincoln sobrepasara los límites, pero por poco.

Fue por eso que se sorprendió cuando se topó de pura casualidad con algo que le podría dar el impulso de seguir investigando. Lynn jugaba con Lily a la pelota, por lo que Lucy no podía quedarse en el cuarto. Las dos no paraban de gritar y reír, y aunque Lynn siempre ganaba, Lily no cesaba de intentarlo. Lucy salió de la habitación en busca de un lugar más tranquilo, cuando su madre pasó junto a ella.

- Lo siento, Lucy, pero eres la primera que vi -le dijo su madre- Ayúdame con la ropa de tus hermanos, ¿sí?

- Pero...

- Como dije, fuiste la primera que vi, Lucy. Lo siento. Ahora ve, que tengo que lavar la ropa hoy.

- Gruñido...

- ¿Qué fue eso? -dijo Rita en una voz ligeramente más amenazadora.

- Suspiro -dijo Lucy, en voz más alta.

- Nunca entenderé como una madre puede ser tan persuasiva -pensó Lucy para sus adentros.

Empezó con el cuarto de las dos mayores, yendo así en orden inverso para terminar con el cuarto de Lincoln. Por desgracia para Lucy, el cuarto de Lincoln era un desorden. Y es que Lincoln tenía a veces la costumbre de dejar todo tirado para recogerlo todo junto de una vez. Sin ninguna gana de hacerlo, pero resignándose de todos modos, Lucy levantó las cosas. Fue cuando recogió una camisa del escritorio de su hermano. Y vio un álbum, que apenas destacaba de entre los demás cómics. Y de ese álbum, una foto se asomaba por encima de las demás.

- ¿Qué será esto? -se preguntó Lucy.

Estaba a punto de agarrar el libro cuando su madre le gritó que se apresurara. Lucy le hizo caso, pero desde ese día tuvo una certeza: que lo que sea que ocultara su hermano, debía de tener algo que ver con esa foto que sobresalía de las demás.

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