Parte 24: Las cámaras

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Leni estaba ligeramente preocupada por el hecho de que tal vez Lincoln la amara. No era que pensara que Lincoln la veía como un objeto, tal y como la hacían muchas más personas, sino que él tal vez la amara de una forma más pura, y verdaderamente por como era ella. Sin embargo, eso no evitaba que pensara que estaba mal. Después de todo, una relación entre hermanos era inconcebible. 

Leni pensaba en todas las cosas que le habían pasado a su hermano, y no dejaba de resultar un alivio ver que había conseguido novia. No obstante, cierta tarde, su hermano se veía cambiado. Leni lo supo nada más verlo entrar a la casa, a pesar de que ninguna otra hermana presente lo notara. Las cinco hermanas mayores junto con Lola y Lana veían como Lily practicaba para su recital, vestida de mariposa. Se veía tan adorable, que incluso las gemelas sintieron ternura por ella, lo cual era mucho decir, pues ambas eran tiernas también. 

Leni estaba algo alejada de las demás, pues tenía apuro por resolver un problema que había surgido en su lugar de trabajo, ya que ella tenía su día libre. Según el mensaje que le había enviado Fiona, un chico se le había declarado a Miguel, pero Miguel no sabía como responderle, pues era su mejor amigo de toda la vida.

- Dile que si ha sentido algo remotamente parecido por él, que lo acepte -tecleó Leni- Así sabrá en realidad cómo serían las cosas estando con él, y no se arrepentirá de nada. 

Después de unos minutos, Fiona le confirmó la idea y luego le envió una foto a la rubia en la que Fiona sonreía y se tomaba una selfie con un pulgar arriba, apuntando la cámara hacia Miguel, que era sujetado boca arriba mientras era besado por otro chico, de una edad aproximada a la suya.

- Ay, se ven tan lindos juntos. Liiiiiiike.

Fue cuando la puerta de la casa se abrió y vio como su hermanito varón entraba, que Leni por fin levantó la vista de la foto. Leni lo iba a saludar, como de costumbre, pero vio que Lincoln batallaba para no dejar que ninguna lágrima saliera de sus ojos. 

- Lincky, ¿estás bien?

Lincoln ocultó su rostro discretamente y luego levantó la cara.

- ¡Ah! Sí, lo siento, es que me pegué al entrar, pero ya se me quitó.

Su sonrisa se veía tan convincente, que Leni se lo hubiera creído de no ser porque había visto la mirada devastada de su hermano justo cuando entró. Leni solo había visto esa clase de mirada en el peliblanco en una sola ocasión: cuando Ronnie Anne le había roto el corazón.

- Lincky... ¿Pasó algo con Stella?

La intuición femenina de la modista asustó al albino, pero logró seguir fingiendo, aún cuando en su interior gritaba de desesperación.

- ¿Qué? ¡No, claro que no! Todo va de maravilla, Leni. Te digo, solo fue un golpe.

- ¡Lincoln, mira! ¡Soy una mariposa!

- ¡Wow! ¡Te ves muy bien, Lily!

Lincoln se acercó para ver la actuación de la menor de sus hermanas, dándole la excusa perfecta para alejarse de Leni. Y fue esa lejanía lo que convenció a Leni de que algo había pasado con la pareja del albino.


Horas después, Lincoln se encontraba acostado en su cama, lamentándose de su situación. 

- ¿Cómo demonios sabe Stella que amo a Leni? ¡No tiene ningún sentido! Y estoy más que seguro de que nunca le dije ni una sola palabra a nadie. Vamos, ¡ni siquiera se lo dije a Clyde, y con él nunca nos hemos guardado secretos de este calibre! No... No, esta situación es de lo peor, ¿cómo lo pudo saber...?

Y entonces una poderosa duda y sospecha cayó en su mente. Y en ese momento fingió dormir. Fingió hasta que cayó dormido de verdad, temeroso de lo que alguien podría estar viéndolo.


A la mañana siguiente, fue al cuarto de Lisa, esperando que ya estuviera despierta. No solo ya lo estaba, sino que aprovechaba que no tenía que hacer ruido para hacer unos cálculos en su libreta.

- Azúcar, flores y muchos colores. Estos...

- Lisa.

- Ah, hola, unidad fraternaria mayor.

- Lisa...

- Bueno, no entiendo como no te gusta que te llame así. ¿Qué necesitas, Lincoln?

- Hace poco perdiste algunos de tus inventos o materiales, ¿verdad? No se lo dijiste a nadie, pero alguien usó de esas cosas contra mí, por eso es que lo sé.

- ...Impresionante. Debería anotar que eres capaz de detectar diminutos detalles cuando te lo propones. 

- ¿Los has perdido o no?

- Para hacerle honor a la verdad, en efecto, me han hecho falta ciertos dispositivos en tiempos recientes.

- En específico, tu modificador de voz, puede que algún control para controlarlo, y... Unas cámaras, ¿cierto?

Lisa se limitó a asentir con la cabeza.

- Ya veo... De acuerdo, gracias, Lisa.

- No dije nada porque en sí no resultan en ninguna clase de peligro, además de que los puedo reponer sin problema. No causan ninguna catástrofe.

- Yo no lo creo, sabiendo quien las tiene -pensó el albino.

- ¿Ocurre algo, Lincoln?

- No, nada, Lisa. Nos vemos.

Lincoln se alejó. Lisa vio a su hermano, quien se iba con los ojos entrecerrados. Luego se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

Lincoln volvió a su habitación, y aunque apenas había empezado el día, se sentía cansado. 

- De modo que por eso Stella lo sabe: Hay cámaras en mi cuarto, y ella me ha estado espiando. Dudo que haya puesto micrófonos, pero no puedo descartar la posibilidad. Tendré que hacer algo sobre ello.

Lincoln se embarcó en la búsqueda de los objetos que iban a hacer de su vida un infierno. No solo tendría cero privacidad allá adónde valla, sino que tendría que ocultar todo lo que sentía dentro de sí mismo por el resto de su vida. Stella nunca lo dejaría tranquilo, y mucho menos cuando Lincoln vio lo muy dispuesta que estaba para conservarlo para ella sola. Únicamente existía una palabra que se le ocurría para describir a la Stella con la cual salía: desquiciada. Su obsesión la llevaría a tal punto que resultaría irreconocible a los ojos de su propia madre. ¿Podría amenazarla con eso? 

- No -se respondió a sí mismo.

Para empezar, nadie le creería. En segunda, aún cuando alguien lo hiciera, Stella actuaría de tal forma que creerían que el loco era él. En tercera, no tenía ningún sentido decirlo pasado ya tanto tiempo, pues todo estaba demasiado asentado. Y en cuarta, por mucho que le doliera, no quería lastimar a su novia. Aún tenía la esperanza de que Stella cambiaría, o que se arrepentiría de sus actos.

Poco sabía que esos pensamientos lo conducirían al fondo del abismo.

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