Parte 20: La novia

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- Me alegra mucho que hayas escrito el nombre correcto, Lincoln. Temía que tal vez te confundieras, pero veo que no fue el caso.

Lincoln aún sentía como su mente explotaba al saber que la chica que lo amaba era su mejor amiga. Dejen de lado que fuera ella, nunca lo sospechó. Llegar a la conclusión no fue fácil, y después de tantas cosas, aún seguía sin poder creer que fuera Stella la chica que lo había besado. Peor, ya no podía verla de la misma manera después de haber tocado sus pechos. Su vista se dirigió inexorablemente hacia sus pezones. Lincoln sí que estaba familiarizado con esa forma, no porque le interesara, sino porque se había acostumbrado a la figura de Stella, y al tocarlo en esa aula, recordó el tamaño que tenían, aún cuando no los identificó de inmediato. Stella se sonrojó y sonrió un poco más cuando siguió su mirada.

- Sí... Creo que sobrepasé un límite ese día en el salón.

- ¿Tú crees?

- Bueno, lo hice, y eso fue lo que me delató, ¿no?

Lincoln solo asintió con la cabeza.

- Lo del cabello negro me confundió bastante, y esa debió de ser tu intención. Conozco muchas chicas con el cabello de color negro. Y lo que Clyde decía sobre que sospechaba de Ronnie Anne, eso también fue para distraerme.

No era una pregunta. Todos los cabos sueltos se unían.

- Me sorprende que hayas sido capaz de tener una cara normal todo el tiempo, sabiendo que podría descubrirte en cualquier momento, y mucho más cuando hablábamos entre todos. Incluso más, nadie sospechó nada tampoco. 

- Se me da bien actuar, si me lo propongo -dijo Stella, orgullosa de sí misma.

- Pero lo que verdaderamente te delató fue que me tocaste de más -prosiguió Lincoln- Me acercaste demasiado a ti, y fue cuando te toqué la cabeza. No me di cuenta de que la respuesta estaba ahí, pero cuando lo hice, todo lo demás fue obvio. Y es que... Bueno, la única chica más alta que yo, que fuera cercana a mí, y que no sea parte de mi familia... Eras tú, Stella. Sentí tu altura, y no fue hasta hace poco que me di cuenta.

- Bueno, ahora lo sabes. Sabes también que le pedí ayuda a Clyde, el único que pensé que me ayudaría y que guardaría el secreto. Pero ahora, ¿qué crees que haré ahora, Lincoln?

El albino estaba a punto de responder, cuando Stella se abalanzó sobre él. Unió sus labios con los del albino. Stella suspiró en su boca con lujuria, invadiendo la boca de su novio con su lengua, sin dejar ni un solo rincón sin revisar. Gemía y suspiraba en la boca del albino, lo cual le causaba enorme placer y emoción al peliblanco. Stella era hermosa, y que ella lo quisiera a él era alucinante, pero... Ahora que lo tenía todo, no tenía nada. Se sentía algo vacío. Stella le proporcionaba placer, pero... No le generaba amor. No sentía esa chispa en su interior en ningún momento, ni siquiera cuando Stella lo acercó más y lo aplastó contra el sofá, quedando ella sobre él.

Lincoln era de la clase de chico que le gustaba que la chica tomara cierta iniciativa, pues tras mucho tiempo de luchar por lo que él quería, era gratificante que alguien se lo diera sin que se lo pidiera. Sin embargo... Algo faltaba. Simplemente no sentía esa emoción cuando Stella lo besaba, aún cuando su miembro erecto quisiera decir lo contrario. Simplemente no era... ella.

Stella estaba más que dispuesta de seguir jugando con su novio, pero unos pasos les recordaron que los padres de Stella aún estaban en la casa. Lincoln se sentó bien, y Stella se separó de sus labios. Sin embargo, la morena no se alejó. Juntó sus piernas y las cruzó, quedando sentada sobre las piernas de Lincoln.

- Stella, ¿qué...?

- Shhh. Sólo quiero quedarme así.

Lincoln no creía ser capaz de resistir: Stella tenía su trasero justo encima de su entrepierna. Al principio creyó que fue un accidente, pero cuando los padres de Stella se sentaron, Stella fingió acomodarse moviendo sus caderas, y puso su trasero justo encima del pantalón del albino, donde su erección hizo contacto.

- Stella, dime porqué...

- Después, conejito -susurró Stella, golosa- O nos van a descubrir.

Los padres de Stella se concentraban más en hablar que en verlos, por lo que la seducción de Stella pasó inadvertida. Lincoln no podía creer que Stella hiciera eso. Esa obsesión que había detectado en Stella... ¿Tendría que ver con su actitud? No recordaba que su amiga fuera de ese modo...

Los glúteos de Stella, grandes como muy pocas adolescentes, apretaron la erección de Lincoln. Este hizo lo indecible para mantener buena cara y evitar gemir de placer, pues se sentía casi como si Stella lo estuviera masturbando con su mano. 

- ¿Qué tan grande tiene que estar su trasero para poder...? -intentó pensar el albino, pero no pudo, pues casi dejó salir todo cuando Stella lo apretó todo lo que pudo a través del pantalón, haciendo que Lincoln casi se corriera. 

- Basta de plática -dijo el padre de Stella cuando la conversación decaía- Vamos a cenar.

Stella se paró de inmediato, dejando al albino aliviado... Y con algo de ganas, no pudo negarse eso.

Mientras los padres de Stella entraban en la cocina, Lincoln le susurró algo enojado a Stella.

- ¿Qué fue todo eso? ¿Y desde cuando eres así? Nunca pensé que tu...

Fue frenado por un nuevo beso francés de parte de su novia. Y es que eso era, su novia. No solo porque tenía la esperanza de que Stella eventualmente se calmara, sino porque si terminaba por rechazar a Stella, Lucy se haría cargo de acabar con su vida en la casa Loud. No tenía alternativa.

Por fortuna, la cena transcurrió sin eventualidades. Se hacía tan tarde, que el albino tuvo que irse, a pesar de que le dijeran que se quedara un rato más.

- Lo siento, pero mi familia ya ha de estarse preguntando en donde estoy. Volveré a visitarlos, lo prometo.

Los padres de Stella asintieron y se despidieron de él. Stella lo acompañó hasta afuera. Parecía estar esperando algo, y el albino decidió que actuaría como un novio, aunque le costara su vida.

- Stella, hoy te veías hermosa. No puedo negarlo, y no lo haré. Me hace feliz que después de todo lo que pasamos, y de nuestras aventuras cuando éramos amigos, quisieras estar conmigo. Me hace feliz que me ames, pero... Creo que deberíamos contener lo que sea que sintamos, al menos hasta que crezcamos más, ¿no crees?

- No prometo nada, Lincoln -susurró Stella- No sé lo que sepas de mí, pero créeme cuando te digo que voy en serio. Batallé mucho para obtener tu amor, y no quiero que te vayas. Haré lo necesario para mantenerte conmigo.

Stella se calmó y Lincoln pudo ver a la amiga audaz que había conocido.

- Lamento si parece que he cambiado, pero así es como puedo llegar a ser. Es solo que... Me esforcé mucho para hacer todo esto. Y me gusta que en serio lo haya logrado. 

Lincoln estaba seguro de que no era lo único que pasaba por su mente, pero él no era un telépata. No era como si se volviera calvo y anduviera en silla de ruedas para leer mentes, pero al menos sabía que Stella ocultaba algo. Su novia se despidió con un último beso, mucho más romántico y lleno de sentimiento que los otros, cargados de lujuria. 

Pero ni siquiera eso convenció de lo contrario a Lincoln de que en algún momento la salud mental de su amiga sería puesta a prueba.

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