Las disonancias del amor

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Una de las trabajadoras de mayor rango, habló con algo de pena:
-Jefe, la verdad es que... escuchamos a Suona tocar aquí, en la arena y...

-Sí; yo le dije que necesitaba cerciorarme de la acústica del lugar,- replicó el mitad vastaya.

-¿Porqué, señor?

-Quiero mejorarla; de esa forma, incluso los clientes con los asientos más económicos, podrán oír los ataques de los peleadores.

-¿Te puedes dar cuenta de eso, Suona?- le preguntó Yaxah, un tanto sorprendida.

Suona asintió, sonriéndole con algo de timidez.

-Y es que se oía tan bien, que no queríamos irnos a casa.....

-¿Y porqué está "la nueva" en la tarima con Suona?

Yaxah iba a hablar, pero una de sus compañeras de trabajo se adelantó.
-Es que... le pedimos que cantara algo para nosotros.

-Es cierto... No se enoje con ellas, jefe ¡porfa!

-Repréndanos a nosotros, ¡por insistirles!

-Chicos...- murmuró Yaxah, un tanto conmovida. Suona los vió con ternura.

Sitt alzó las cejas, e hizo girar el mondadientes que tenía en su boca con su lengua.
-Tsk, reprenderlos... ¿y porqué? Su hora de salida fue hace un buen rato. Es su tiempo libre; hagan lo que quieran.

Los rostros de los nexianos se iluminaron con amplias sonrisas.

-¡GRACIAS, JEFE!- exclamaron todos, casi al unísono.

El mestizo asintió y subió a la tarima acercándose a la música muda. Acto seguido, sacó de su chaleco una especie de plano y la chica de cabello aguamarina comenzó a señalar algunos puntos en el mismo.

Esa era la señal de que el "espectáculo" había llegado a su fin.

Yaxah se bajó de la tarima y se acercó a los otros empleados, los cuales se levantaron de la grada y se disponían a irse.

-Muchas gracias, Yaxah,- dijeron algunas de las nexianas. La vastaya siguió insistiendo que no era nada.

-Espera, Yaxah; necesito que marques los puntos del techo que Suona señaló en el plano.

Yaxah asintió y se acercó a Suona y al jefe..

(...)

-Así que... "batonga", ¿Eh?

Yaxah volteó a ver a Sitt, algo sorprendida.

-Oh, vamos. Tú misma lo dijiste, soy más vastaya que humano ¿No?

Yaxah relajó su expresión. Lo había olvidado; los juloahs tenían un oído bastante agudo. Claro que las había oído.

-No quieres que tus empleados sepan que puedes oírlos a distancia...

Sitt asintió, riendo entre dientes.
-Me llamaban el "niño bestia bastardo"... ahora soy el "hombre bestia bastardo", pero nunca se pusieron a pensar todo lo que eso implicaba. Lo cierto, es que yo tampoco... hasta que te conocí.

Sin decir nada, Yaxah tomó impulso y revoloteó de las gradas hasta una esquina del techo, la cual marcó con una gruesa piedra de color rojo, que funcionaba a modo de tiza.

Sabía que estaba a solas con él, así que deseaba terminar de marcar los puntos del techo a mejorar, lo más rápido posible.

Cuando aterrizó, Sitt le ofreció una toalla, para limpiarse las manos.

-Gracias, aunque todavía me faltan

-Yo... gracias por lo de hoy.

-?

-Mis empleados; logré ver qué estaban muy alegres oyendolas. Pero su alegría era muy diferente a la de los clientes que vienen a apostar.

-Claro; la música y el canto iluminan el Sho'Ma. Y eso causa una felicidad muy pura. Nada que ver con la violencia y las apuestas,- replicó Yaxah, con un poco de enojo.

-¿Sho'Ma?

-Es... lo que nos conforma, nuestra esencia... creo que los humanos lo llaman "alma." ¿Tu madre nunca te habló del Sho'Ma?

-No... hablar de cosas vastayanas, siempre la ponía muy triste... a veces, cuando me cantaba canciones de cuna de su tribu, se le salían las lágrimas.

Yaxah lo miró con un dejo de tristeza.

-Creo que nunca superó que su tribu la expulsara por... pues... por mí.

-Entiendo...- murmuró Yaxah. Y sin poder evitarlo, miró al mestizo con pena.

Sitt bajó cabeza, algo avergonzado por haberle confesado tanto a Yaxah y ver que ella sentía lástima por el. No era precisamente lo que él quería, pero...

-Si sirve de algo...

El mestizo volteó a verla rápidamente.

-Tus empleados te aprecian. Todos parecen estar muy felices de que seas su jefe. Y eres mil veces mejor que Qiyama.

Sitt sonrió y un leve rubor tiñó su rostro.

Yaxah se giró para continuar el trabajo.

"Tal vez... volver a ser amigos no era imposible."

(...)

Raken tenía la cara desparramada sobre el descansa brazos de un elegante sillón.

-¿Podrías sentarte bien, aunque sólo sea por media hora?

Raken volteó a ver a Fénilix con una expresión llena de tristeza.
Y al tiempo que se se enderezaba, lanzó un hondo suspiro.

-¡Ahrgh! Retiro lo dicho, ¡vuelve a enterrar esa jeta de moribundo en el sillón!

-Fénilix, por favor...- dijo Arionius mientras levantaba la vista del grueso libro que estaba leyendo.

El antiguo rey Sol se quitó las gafas y tras frotarse los ojos con una mano, resopló.

-Lo siento, Raken...- dijo mientras veía de reojo a su pareja; éste le asintió con sutileza y dulzura. Y prosiguió:

-Sabes que es muy frustrante para mí no encontrar cómo ayudarte. Y, pues cuando me frustro...

Raken sabía que a Fénilix le costaba trabajo expresar su afecto con palabras. Y por eso, siempre buscaba la mirada de Arionius para saber si lo estaba haciendo bien.

Ahora, fue Arionius el que lanzó un triste suspiro.
-Y en verdad, que aún no hayamos nada que pueda darle la vuelta a tu situación; si el contrato decía que tú, como príncipe no puede ir a verla...

Raken levantó la cabeza y miró a Arionius.

-Exacto... EL PRÍNCIPE NO PUEDE IR A VERLA...

-¿Raken?- dijeron sus "padres"extrañados, al unísono.

-¡El príncipe no puede ir a verla! ¡Tan fácil como eso!

La Ceni(Xayah)cientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora