Capítulo 10 - Revelaciones

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[Capítulo 10 — Revelaciones]

El peli verde quedó por completo paralizado, mientras que miraba a Sanji totalmente sorprendido. Él no pudo haber dicho eso, ¿o sí? “No… no puede ser”. Hace ya un par de segundos que su mano había dejado su lugar en el hombro del contrario, y éste se dedicaba simplemente a mirar hacia el suelo.

Sanji estaba que moría por dentro, después de confesarle lo que sentía, Zoro se había quedado callado por completo. No había burlas, ni una disculpa por no sentir lo mismo que él, simplemente silencio. Y tal vez eso era peor, el silencio sólo hacía que el rubio se tensara cada vez más. Apretó los puños y se mordió el labio inferior, los ojos comenzaban a temblarle y a arder por el deseo de dejar salir esas lágrimas que rogaban por resbalar en sus mejillas, pero él no podía permitirlo, no frente a Zoro, no quería hacerlo sentir culpable por el hecho de no corresponder sus sentimientos, después de todo, la culpa era sólo suya por haberse enamorado de quien no podría corresponderle. “Se lo he dicho, ya no hay vuelta atrás”.

—Y… yo… —Zoro intentó articular una oración, pero las palabras simplemente no le salían. Respiró profundamente y sopló el aire hacia afuera, recuperándose del shock inicial. Necesitaba hablar, aclarar todas las dudas que pasaban por su mente, y tenía que hacerlo ya—. Yo…

—Veo que ya han terminado —interrumpió la voz del profesor Crocodile desde la puerta. Zoro volteó a verlo, pero Sanji seguía mirando hacia el suelo—. Bueno, han hecho un buen trabajo, ya pueden retirarse.

—Sí, ya nos íbamos —contestó el peli verde mirando de reojo a Sanji que seguía sin moverse.

El rubio estaba por completo sumido en la tensión y la desesperación, no podía estar ahí ni un segundo más. Con un rápido movimiento se dio la vuelta y salió corriendo a toda velocidad del almacén.

—¡Oye! ¡Sanji, espera! —gritó Zoro al momento que comenzaba a correr detrás de él, pasando por un lado de un muy confundido profesor, quien se quedó con una única interrogante dando vueltas en su mente. “¿Qué carajo fue todo eso?”

Zoro siguió corriendo detrás de Sanji tan rápido como pudo, ya habían salido de la escuela y se encontraban en una calle poco transitada, así que no había problema por chocar con alguien más, pero en cuestión de minutos el peli verde no pudo seguir el paso del otro, el rubio era muy rápido, sin contar que había salido segundos antes, por lo que tenía ventaja. En poco tiempo Zoro lo perdió de vista. Poco a poco fue parando hasta dejar de correr por completo, apoyó sus manos sobre sus rodillas flexionadas, respirando agitadamente tratando de hacer que llegara suficiente aire a sus pulmones.

“Mierda, mierda, mierda”, repetía esa palabra en su cabeza mientras apretaba sus dedos en la tela de su pantalón, tratando de liberar la tensión que se había formado en él, “Soy un idiota”, pensaba. Al principio había creído que era una broma, pero después de haberse dado cuenta de la actitud del rubio supo que lo decía en serio, si no se hubiera quedado callado tanto tiempo Sanji no habría salido corriendo y hubieran podido hablar, pero no iba a dejar las cosas así.

Una vez que ya estaba tranquilo y respiraba a ritmo normal, se enderezó y comenzó a caminar hacia adelante. Aún si Sanji había salido de su campo de visión, no podía haber ido a otro lugar más que su casa, y era hacia allá a donde se dirigiría.

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Sanji corrió escaleras arriba y se dirigió hacia su cuarto, cerrando de un portazo. Apoyó la espalda en la pared y comenzó a respirar rápidamente tratando de tranquilizarse. Todo estaba oscuro, la única ventana no dejaba entrar luz del exterior gracias a las cortinas negras, por lo que el rubio se sumió en la oscuridad. Comenzaron a resbalar unas pequeñas gotas por sus mejillas, las que tanto había intentado resguardar, pero ya no podía hacerlo. Se deslizó por la pared hasta llegar al suelo, “La he cagado, seguro que ahora me odia”.

Historia de tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora