Capítulo 40 - Pesadillas y Recuerdos

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[Capítulo 40 — Pesadillas Y Recuerdos]

Solo, en la oscuridad de su habitación, oculto bajo la sabana, como si eso pudiera protegerlo.

Había escuchado pasos en el pasillo, seguramente sus hermanos ya debían estar en sus habitaciones, después de todo, había fingido quedarse dormido cuando estaban con él y ellos se fueron para dejarlo descansar. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué preferir estar solo que en compañía de sus hermanos? No lo sabía, simplemente lo había hecho. Tal vez era que no quería preocuparlos más de lo que ya estaban.

Realmente se sentía agotado de cuerpo y mente. Quería descansar, lo había intentado, pero cada vez que cerraba los ojos su mente regresaba a aquellos días, al lugar de su retención y sufrimiento. Apenas podía mantener sus parpados abiertos para no tener que revivirlo, aunque tal vez eso no fuera suficiente…

―¡Suéltame ya maldito!― forcejeaba con todas sus fuerzas, tratando librarse de las sogas que mantenían su cuerpo prácticamente inmovilizado, atado al pilar de concreto que estaba a su espalda.

El hombre frente a él simplemente lo ignoraba, sentado cómodamente (o lo más cómodo que se podría estar en un sofá destartalado) mientras ojeaba el periódico. La puerta de la habitación en la que se encontraban se abrió y el sujeto se levantó rápidamente para recibir a su persona al mando.

Una extraña risa resonó en el lugar al momento en que un tipo obeso de nariz larga, cabellos rizados y barba negra entraba en el lugar. Aquel hombre se detuvo frente a él y lo observó por unos segundos. —Así que éste es el nieto de Garp― dijo esbozando una sombría sonrisa.

―Sí señor Kurohige― confirmó el sujeto tras él asintiendo con la cabeza.   

―Bien.

―¡Déjame ir cabrón!― exclamó el pequeño removiéndose una vez más. ―¡Ya verás cuando me libere de esto! ¡Te voy a patear el culo!

—Ah… tiene agallas el mocoso— comentó al ver la falta de miedo en las palabras del pelinegro. Habrá que hacer algo al respecto dijo esbozando una sonrisa ladeada al momento en que le propinaba una patada en el abdomen.

Lufffy perdió el aire y comenzó a toser mientras el dolor se esparcía por el área golpeada, a pesar de que las cuerdas que lo mantenían inmóvil habían amortiguado un poco el golpe. Alzó su mirada hacia quien lo había golpeado, recibiendo al instante un puñetazo en la mejilla. Volteó el rostro por reacción, sintiendo cómo ardía su piel y escupiendo un poco de sangre en el suelo.

Kurohige se inclinó frente a él y lo tomó del cabello con una mano, obligándolo a voltear nuevamente y acercando hacia su rostro una navaja que sostenía en su mano libre. El pequeño trataba de librarse del agarre y alejarse del arma, pero el mayor logró que dejara de forcejear.

―Si yo fuera tú no me movería, a menos que quieras perder todo el ojo― sonrió una vez más de aquella manera sombría que comenzaba a ser la característica principal de su persona para el pequeño.

Lo miró con odio, no dejando que sus ojos demostraran terror frente a él, no dejaría que creyeran que le habían ganado. El filo acarició la piel bajo su ojo izquierdo para después enterrarse en ella. Intentó no gritar, soportar el dolor y no mostrar debilidad, pero conforme la navaja se abría paso en su rostro las lágrimas escaparon de sus ojos y no pudo reprimir más tiempo su voz.

Su agresor retiró el arma y soltó su cabello con un impulso que ocasionó que se golpeara la cabeza contra el pilar de concreto, poniéndose de pie y alejándose unos pasos.

Historia de tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora