Capítulo 1

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Alan


Nos hacíamos llamar el club de los independientes. Hombres orgullosamente libres, que no debíamos pedirle permiso a nadie, que no dependíamos de ninguna mujer para ir a donde quisieramos. No sufríamos por amor como el resto de idiotas de nuestra generación, y en cuanto a mí, a pesar de mi estado de soltero orgulloso si que me gustaba coquetear con una que otra chica. Nada serio, por supuesto. Estaba comenzando a pensar que ninguna mujer podía romper mi imperturbable capa de tranquilidad. Claro, nadie además de mi madre.

Todos los viernes en la noche nos reuníamos en La Gran Esquina para tomarnos unos tragos y bromear entre nosotros, además de que servían unos tacos de muerte. Era nuestra noche de chicos, y nosotros cinco siempre hemos sido grandes amigos. Pero como Daniel es presidente de una empresa importante y Juan David también tiene un cargo alto, a veces llegan muy estresados. Daniel en especial se estresaba por estar cerca de una mujer. Por eso las encerraba a todas lejos de su vista. No era algo que me incumbiera así que no opinaba mucho sobre el asunto.

Pero luego Daniel comenzó a faltar a las citas. Juan David llegaba solo, excusándose con incomodidad, cada vez sacando una excusa diferente. Que se sentía mal, o que tenía diarrea, o que atropellaron a su perro. El hombre ni siquiera tenía mascotas. Pero ahora ya lo descubrí. Debí haberlo sospechado.

—¿Novia? —pregunto, sin entenderlo del todo—. Wow, alto ahí. ¿Tú? ¿Acaso no aprendiste nada de lo que pasó con Luna?

Daniel toma un sorbo de su cerveza, ignorándome.

—Ya déjalo en paz, hombre—Juan David me golpea el hombro—. Esto es nuevo para él.

—Lorena no es como Luna—afirma—. No tienen punto de comparación.

—De verdad, pensé que si alguno de nosotros llegaría soltero a la vejez, serías tú—afirma Derek, señalándolo con el dedo—. Con lo machista que eres.

—Sí, yo también estoy sorprendido—se ríe de si mismo—. Pero no me arrepiento para nada.

—Genial, uno de nosotros está amarrado—se queja Diego, mirando a Juan David—. Y podría apostar lo que quiera a que sigues tú.

Juan David desvía la mirada con incomodidad y simplemente lo niega.

—¡Viejo! ¿Qué pasó? —le pregunto a Daniel, poniendo las manos sobre la mesa—. ¿En qué habíamos quedado?

—¿En quedar solteros para siempre por un pacto? —se mofa—. Pues ya no estoy tan de acuerdo con eso. A diferencia de ti yo no quiero pasar solo el resto de mi vida.

Él ni siquiera se lo estaba tomando en serio.

—¡Entonces es comodidad!

—¡No! —se pone de pie, ofuscado—. Ella me gusta. Me gusta mucho y no voy a dejarla solo por las opiniones de ustedes, manada de idiotas.

Todos lo miramos, ofendidos. ¿Esa mujer lo embobó? A mi no me importa pasar el resto de mi vida solo. Ni siquiera me preocupa mucho lo que pase. Soy un jugador empedernido y aunque mi madre se queja constantemente de que debería salir y conseguir un trabajo, estoy bien así. Los juegos me permiten permanecer fuera de la realidad buena parte del tiempo, ¿qué podría ser mejor que eso?

—Eliges la vida real entonces—me echo para atrás.

—Alan, son formas de vida—me dice. Aprieto los dientes con rabia—. No te estamos diciendo nada.

Lo sé.

—Bien, tu sigue con como se llame—le digo—. Pero no esperes que sea amable con ella si la llego a ver.

Pude sentir como sus ojos prácticamente me fulminaban con la mirada. Lo ignoro porque simplemente es la verdad. No estoy agradecido con una mujer que apartó a mi amigo de nosotros.

—¿Al menos vas a seguir viniendo?—pregunto con aburrimiento mientras tomo otro trago de cerveza.

—Lo hará, ¿no? —dice Derek—. Demuéstranos que sigues siendo el mismo, my friend.

—Eras el mas machista de nosotros, entiendes que estemos confundidos, ¿no? —pregunta Diego, cruzándose de brazos.

Daniel simplemente sonríe como si hubiera recordado algo bueno. Luego suspira.

—Las personas cambian.

—No, no lo hacen—lo contradigo—. Sabes lo que pienso.

—Lo sé. Pero yo cambié—me dice—. Tú podrías también.

Desvío la mirada con incomodidad. No quiero cambiar, estoy bien así. Mi celular tintinea, es un mensaje de mi madre. Quiere que vuelva pronto a casa. Es difícil convencer a una mujer mayor que necesitas libertad, en especial cuando aún vives con ella. Si viviera solo podría imponer mis propias reglas, ya me grita porque paso todo el día jugando. Lo único bueno del asunto es que ya no falta casi nada para terminar de acondicionar el apartamento.

—Hasta me hizo volver al Lol—se burla Daniel.

¿Que hizo... qué?

—¿Volviste a jugar? —pregunto, impactado—. ¡¿Ella te convenció?! ¡Intenté que jugaras de nuevo muchas veces!

—Es diferente—trata de explicarse—. De ella estoy enamorado. De ti no.

—No seas marica—ruedo los ojos—. ¿Amor? Estabas bien sin eso.

—No sé. A lo mejor te sorprendas algún día tu también—se burla, mirándome con una sonrisita—. Eres un jugador, y no solo de videojuegos. Sabemos que eres bastante picaflor. Algún día vas a caer.

—Claro que no—lo niego.

—Yo también creo—dice Diego. Pone billetes en la mesa—. Apuesto cien pavos.

—Hecho—Daniel pone otros cien.

—¡¿Están locos?!

Y de esa forma, mis amigos terminaron apostando sobre mi situación sentimental aunque ni siquiera tenía nadie en mente. Soy demasiado egoísta para fijarme en otra persona, además de que estoy bien manteniéndolo como algo superficial.

Miro los billetes sobre la mesa. Bueno, cuando gane me servirán para mis gastos. Gracias amigos, no saben lo buena gente que son. Están regalando su dinero sin darse cuenta.


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¡Ya empezamos! ¡Wuuu! Este capítulo empezó desde el punto de vista de Alan pero solo como una mera introducción. Sabremos de él luego. ¡Denle mucho amor! <3

Valeria por el premioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora