No sé como terminé en esto. Me acabo de enterar que el segundo encuentro es la próxima semana, pero ni siquiera he podido leer bien los detalles. Alan realmente quiere hacer ese pastel, y por culpa de eso terminé comprando mas cosas de las que tenía pensadas. Dijo que me recompensaría luego, ya que lo que llevaba no le alcanzó para comprar todo lo que necesitabamos. Pero es agradable tenerlo aquí.
—¿De verdad quieres hacerlo tan pronto? —le pregunto con duda—. Podríamos hacerlo la próxima semana.
—Pero tú trabajas, ¿no?—asiento con la cabeza. Él se encoje de hombros—. ¿Ves? Entonces es imposible.
—Humm...
—¿En donde trabajas, por cierto? —pregunta, sacando cosas de la bolsa.
—En la empresa de Daniel. ¿Y tú... trabajas?
Se pone tenso. No entiendo sus reacciones, a veces parece que se molesta con facilidad. Es como si por fuera se mostrara como alguien alegre y extrovertido, pero por dentro fuera un poco diferente. Me dan ganas de saber mas de él.
—A veces—murmura.
¿A veces? ¿Qué significa eso? Pero se ve afectado, sé que no quiere que le pregunte. No tiene por qué decirme, supongo.
—Tranquilo—le pongo la mano en el brazo—. No te presionaré a hablar de ello si te sientes incómodo.
Su reticencia a hablar del tema me preocupa, me hace preguntarme si estará metido en algún asunto ilegal. Por otro lado es un jugador profesional, pero se dice que Zekron se retiró hace un tiempo de las ligas competitivas, así que dudo que esté ganando dinero por eso. Es como un rompecabezas al que le faltan muchas piezas.
—¿Qué tenemos que hacer primero? —pregunta, concentrándose en la tarea que tenemos delante.
Le voy indicando que tenemos que hacer. Verlo cocinar es hipnotizante, pero a la vez es divertido. A cada rato hace comentarios ingeniosos, y aunque una parte de mí sigue a la defensiva, no puedo evitar reírme. Me encanta su compañía, solo me gustaría que él pensara lo mismo.
—El torneo es en la noche, pero iré en la tarde para desearle feliz cumpleaños y llevarle esto —dice emocionado mientras armamos el pastel—. Sé que le gustará.
—Eres muy tierno—me río.
—No me digas tierno, arruinas mi hombría—me regaña, fingiendo molestia.
—¡Pero si eres la cosita mas adorable del mundo! —lo jalo de las mejillas.
—¡Ay, ay, ay! ¡No hagas eso! —me quita la mano de la mejilla—. Soy frágil.
—Bueno, espero que a tu madre le guste—sonrío—. Fue divertido recordar como se hacía un pastel y creo que quedará bastante bien.
—Lástima que no puedas ir—dice, mirándome—. Aunque si faltaras al trabajo...
—No faltaré. Tengo que cumplir mis responsabilidades, ya sabes.
—Sí... —dice, pero suena algo nostálgico—. Oye, pasa por mí cuando te vayas a ir al torneo, si pasas por aquí. Nos iremos juntos.
—¿De verdad? —eso es nuevo. Pero me encanta la idea.
—Sí, te diré como me fue con la fiesta de cumpleaños—sonríe.
Mis ilusiones mueren un poco en ese momento, pero no del todo. Me considera lo suficiente como para contarme cómo le fue con su madre. No puedo esperar a que llegue el día del encuentro. No me enfrentaré contra él, pero sé que el momento llegará. Y cuando eso pase, con el dolor de mi alma voy a ganarle. Ganar ese torneo es lo único que le dará propósito a mi existencia. Al menos demostraré que soy realmente buena en algo que me gusta. ¿Pero por qué tiene que ser él quien puede darme mas competencia?
Cuando es hora de decorar el pastel, se para detras de mí muy cerca. Contengo la respiración.
—¿Entonces como quieres decorarlo? —pregunta como si no pasara nada. Su cercanía me golpea—. No, tal vez deba decidirlo yo.
—C-Como quieras... —murmuro, mirando hacia otro lado.
—Hmmm. ¿Te parece mejor si lo decoramos juntos?
—¿Y como haremos eso?
—Fácil—puedo sentir su sonrisa en mi oreja. Casi quiero cerrar los ojos—. Tu tomas la manga pastelera y yo también. Y podemos usar esta crema para decorarlo. ¿Qué dices?
Asiento como una tonta. No, no, estoy cayendo. Debería sacarlo de mi apartamento ahora mismo, pero es la primera vez que siento este tipo de calidez en mucho tiempo. Es embriagador. Me pregunto si él se siente de la misma manera. ¿Por qué no lo estoy apartando?
Decoramos el pastel juntos. Lo cubrimos con crema de chocolate, luego lo decoramos con la manga pastelera —aunque la motricidad de Alan para decorar no es muy buena—, y por último le añadimos un par de fresas. Finalmente, Alan le escribe un mensaje que dice "¡Feliz cumpleaños, mamá!". Es un detalle muy hermoso. Pero cuando hemos terminado, siento la anticipación de la angustia. Ahora es cuando se aleja.
—Quedó genial—dice, orgulloso de nuestro trabajo mientras pone su cabeza sobre mi hombro—. ¿Qué dices tú?
—Ahora tengo hambre—admito.
—Eres una glotona, pastelito—dice. De repente se ríe—. ¡Que ironía!
¿Ironía?
—No te pareces a eso— dice, comparándome con el pastel. Luego me mira de forma seductora—. Pero igual te comería.
Me río mientras le golpeo el hombro. Qué tonto, claro que no.
—Ahora tengo hambre por tu culpa. Tienes que alimentarme.
—Pero no podemos comernos el pastel.
—No Alan, quiero almorzar —me cruzo de brazos—. Así que para compensarme, aliméntame.
—Aliméntate sola—se ríe.
—Bien—sentencio, dirigiéndome hacia el pastel.
—¡Era broma! —me jala de la mano—. Ven, vayamos a comer fuera.
Me río internamente, porque su invitación se debe a que no sabe cocinar. Eso o no le gusta. Me hace preguntarme como es que vive solo. Digo, ¿cómo hace para comer? Pero igual acepto su invitación, y entre risas pasamos un medio día agradable, tanto que al final del día nos quedamos mirándonos como dos personas que acaban de descubrir un tesoro escondido.
Después de eso no vuelvo a ver a Alan, pero sé que lo veré de nuevo en el torneo. Un momento, ¡es cierto! Dijo que podía pasar por él para irnos juntos. Espero que no lo haya olvidado. Pero el viernes no está tan lejos. Aun así, creo que no podré esperar tanto.
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Valeria por el premio
Short StoryCuando su mejor amiga consigue pareja, Valeria comienza a sentirse mal porque se da cuenta de que su trabajo y su videojuego favorito son todo lo que le da sentido a su vida. Sin embargo un día una oportunidad de oro aparece frente a sus ojos, cuand...