Capítulo 35

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No soy dueña de mis acciones últimamente. Me gustaría decir que sé lo que pasa conmigo, pero cada vez me comporto más raro. Sé que es su culpa, él me provoca cosas. Pero ahora que sabe la verdad no me atrevo a exponerme frente a él para que me juzgue. Sin embargo no puedo quedarme aquí escondida como idiota. Si tan solo no estuviera rodeada de sus amigos esto sería más fácil.

Respiro muy profundo hasta que el aire me llega a todas las partes del cuerpo. Necesito una señal divina para poder hacer esto. No quiero que piense que lo odio y ahora me siento profundamente avergonzada de mi comportamiento, pero quiero dejar eso en el pasado y no es algo en lo que Alan deba involucrarse.

Pero como si fuera un milagro, Alan le hace una seña a sus amigos y se aparta de ellos para moverse a una esquina más oculta y revisar su teléfono. ¡Sí! ¡Gracias espíritus del cielo!

¡No es momento para dudar! ¡Tengo que acercarme! Tomo aire muy profundo y me acerco. No me ha visto. ¡No me ha visto! ¡¿Se supone que llame su atención?! ¡¿Cómo voy a hacer esto?!

—Debi pedirle su número— lo escucho suspirar mientras se pasa la mano por el cabello.

—¿A quién?

La pregunta se me sale antes de que pueda controlarlo. ¡Mierda! Bueno, esa es una forma bastante efectiva de llamar la atención.

Sus ojos se levantan tan rápido que podría haberse mareado.

—Pastelito—dice en un tono de voz extraño—. Hola.

No puedo quitar los ojos de su celular, aunque en realidad no puedo ver nada desde aquí. ¿Y si estaba hablando de una chica? ¿Es posible que quisiera pedirle su número a alguien?

La comprensión me golpea fuerte y es difícil ocultar la desilusión.

—¿Pasa algo?— pregunta con duda, aunque su mirada sigue siendo extraña e incluso algo precavida.

—Yo... —trago grueso. Solo vine a desearle suerte, no debo olvidar mi papel. He Sido muy esquiva de él, no sería raro si se aburrió de mí. Pero pase lo que pase quiero que le vaya idea, incluso ante la escabrosa idea de que nos enfrentemos en la final—. Solo vine a desearte suerte.

—¿En serio? —pregunta con tono sarcástico—. Tú no haces esas cosas. ¿Segura que no vienes a decirme algo más?

—¿Algo como qué? —me hago la desentendida.

—No sé. ¿Segura que no tienes naaaada que decirme?

Nos miramos a los ojos por largos segundos. No sé si se refiere al hecho de mi pasado, o a que lo he estado ignorando los últimos días aunque en realidad he estado intentando encontrarme con él de todas las formas posibles.

Abro la boca para decir algo, pero la voz del anunciador nos interrumpe de golpe. La semifinal está por comenzar. Me aparto de él en un movimiento extraño. Todo es terriblemente incómodo, ¿por qué?

—Me tengo que ir—dice él de repente—. Nos... Nos veremos por ahí.

Se despide con una mueca extraña. Quiero decirle algo, quiero detenerlo. No quiero que las cosas sean de esta forma. Ese imbécil de Esteban me las va a pagar. Por su culpa... Sí, por su culpa he tenido miedo de tantas cosas. Pero no le voy a permitir que me afecte nunca más, ni física ni mental.

Saco mi celular mientras me dirijo hacia la salida.

—¡Valeria! ¡¿A dónde vas?!

—¡Ahora vuelvo!

Si no les digo que no voy muy lejos querrán seguirme y tampoco quiero darles explicaciones. Sé que estamos cerca de salir, pero primero le toca al equipo de Alan. Ruego por Dios que no lo eliminen esta noche, pero no sé si es peor que sea eliminado o que la eliminada sea yo. ¿Por qué llegamos a esto? ¿Por qué tuve que encariñarme con él? ¡¿Por qué tuvimos que entrar al mismo torneo?! ¡Si no fuera mi vecino, si no hubiera entrado al mismo torneo y si hubiéramos mantenido las distancias, todo esto no habría sido tan complicada! Todo parece una terrible coincidencia.

Valeria por el premioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora