— Sigue derecho — le indicó Camila a su primo, quien asintió haciendo lo que le decía.
Condujo por la cuadra a velocidad baja, hasta ver el cartel luminoso de la farmacia donde trabajaba la madre de ella. Las letras amarillas tintineaban cada pocos segundos.
— Es acá — le dijo, aunque no hacía falta.
— Puedo leer — le respondió, devolviéndole las puyas que le había lanzado más temprano, ella rodó los ojos divertida.
Detuvo el coche, estacionándose a un lado de la calle. Después de que puso el freno de mano, Camila se desabrochó el cinturón de seguridad y agarró el celular de su madre que había puesto sobre el tablero.
— Cuando regrese vamos a retomar donde lo dejamos — le advirtió señalándolo con uno de sus dedos — Ni creas que vas a lograr escapar.
No respondió, simplemente levantó las manos a la altura de la barbilla, simulando inocencia. Con una última mirada, de ojos entrecerrados, se bajó del auto para llevarle el celular a su madre.
En el momento más inoportuno, Mariela la había llamado, desde el teléfono de la farmacia, preguntando si lo había dejado en la casa. Después de una breve inspección lo encontró en la repisa que había junto a la puerta. Seguramente, en el apuro, mientras se preparaba, lo olvidó.
Normalmente no le importaba alcanzarle cosas a su madre al trabajo, ya lo había hecho con anterioridad, más durante su turnos nocturnos. Pero hoy había interrumpido una conversación que prefería no esquivar, su curiosidad estaba a tope, aún peor su salud mental necesitaba escuchar lo que su primo tenía que decir.
Parecía ser importante.
Se frotó las manos una contra otra y subió los escalones de la entrada dando pequeños brincos, que agitaron su cola de caballo. Empujó la puerta para entrar y la campanilla que colgaba del techo sonó, el tintineo familiar hizo que su madre volteara a verla.
Camila esbozó una sonrisa amistosa en su dirección y caminó hasta ella, tenía puesta una bata blanca con su nombre en un gafete, le hacía recordar a Meredith Grey cuando la veía con ella puesta, no es que se parecieran.
— Gracias cariño, me salvaste.
— No hay problema, mamá — respondió tendiéndole el celular.
— ¿Cameron vino contigo o ya se fue? — le preguntó mirando detrás de ella, buscándolo.
— Vino conmigo, pero se quedó afuera — le explico acercándose para darle un beso en la mejilla.
Su madre aprovechó su cercanía para darle un pequeño abrazo, era una persona cariñosa.
— Te queda bien el cabello recogido — le dijo pasándole una mano por la barbilla — despeja tu carita linda.
Sus mejillas se sonrojaron levemente, como siempre que recibía un cumplido, por más que se tratara de su madre. Siempre se ruborizaba cuando alguien hacia comentarios de ese tipo.
Hablaron poco más, antes de que Camila se despidiera de ella. Intentó no ser demasiado obvia, pero estaba ansiosa por volver, decir que estaba muriendo por saber lo que tenía que decir era un eufemismo.
Cerró la puerta detrás de ella y se detuvo cuando su teléfono sonó en su bolsillo, puso los ojos en blanco, estaba segura de saber quién era la persona que estaba atiborrando su buzón de mensajes. Cuando desbloqueó la pantalla de su teléfono, soltó un suspiro al ver el nombre Will en las notificaciones.
Volvió a andar mientras abría los mensajes, los revisaría mientras iba hasta el auto. Seguramente le estaba avisando que estaba por ir a su casa, se había hecho tarde. Sin embargo, antes de que tuviera oportunidad de leerlos, el teléfono resbaló de su manos estrellándose con el duro suelo.
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Eres Mia [Terminada]
WerewolfCuando era pequeña, Camila, conoció a un chico. Él siempre estaba ahí para ella, asegurándose que sonriera y que nadie la molestara. Estaban tan aferrados el uno al otro que cuando se fue, Camila quedó a la deriva. Años después el regresó, pero...