Sería más delicado y femenino, decir que Camila se despertó por los rayos de sol que se colaban por la ventana, pero la realidad es que fue un hilillo de baba deslizándose por su barbilla lo que ocasionó que abriera los ojos.
No es necesario decir que los parpados le pesaban una tonelada, todos conocen como te deja el alcohol, pero de igual forma mencionaremos que la pobre Camila se sentía como un trapo.
Nunca había tenido resaca, ya que nunca había bebido tanto como para sentirla, era ajena a los síntomas que estaba experimentando.
Parpadeó varias veces intentando disipar la pesadez y el ardor que sentía en los ojos, su boca estaba pastosa y su garganta seca. Se removió en la cama y a tientas buscó el vaso con agua, que siempre mantenía en su mesa de luz.
Dios gracias cuando lo encontró, lamentablemente le quedaba apenas un trago, pero bueno, es mejor que nada.
Bebió rápidamente el líquido y sintió un pequeño alivio, estaba claro que aquello no iba a saciar su sed, así que comenzó a prepararse mentalmente para ir en busca de más agua.
A diferencia del día anterior, que hacía un calor de verano, estaba congelante, sabía que apenas pusiera un pie fuera de la calidez de su cama iba a congelarse hasta el culo. Estaba en una disyuntiva y para colmo de males su vejiga comenzó a doler.
Gracias organismo, pensó Camila mirando al techo, su cabeza comenzó a doler y esa fue la gota que colmó el vaso. Sin importarle el frio, se incorporó y salió disparada de su cama.
El frio golpeó su cuerpo sin piedad, su piel se erizó como la de una gallina y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Encima iba descalza porque aún no baja sus pantuflas de arriba del ropero.
Luego de tomarse un paracetamol, beber cerca de un litro de agua y media caja de jugo de naranja, la bebió directo del cartón, se metió a la ducha.
La pobre apestaba a cerveza rancia y cloro, su cabello estaba duro y con algo viscoso que prefería no saber de qué se trataba. Luego de gastarse toda el agua caliente se envolvió en una bata y fue a su habitación.
― Que bueno que despiertas ―Camila se sobresaltó al ver a su amiga, Julieta, sentada en el medio de su cama. ¿En qué momento llegó allí? Se pregunto la pelirroja.
Julieta miraba a Camila de una manera nada amistosa, tenía muchas preguntas para hacerle. La noche anterior había sido más que rara.
― ¿Qué haces en mi cuarto? Cuando me desperté no estabas― Camila caminó hasta su cama y se dejó caer junto a Julieta. Había torneado una toalla en su cabeza y esta le estaba pesando.
― Si lo estaba― respondió. Camila la miró escéptica por lo que agregó ―Estaba del lado izquierdo por ello no me debes de haber visto, tu cama marinera se puede deslizar de los dos lados ―típico de ella, la rubia acabó con los ojos en blanco.
― Ahh ¿Qué tal todo? ― dijo de manera casual la pelirroja, quien estaba recordando lo sucedido horas atrás.
― ¿Qué tal todo? ― soltó con una risa sin humor ― ¿Quieres que te cuente que tal todo? Porque no sé si nos alcanzará el tiempo para tanto. Tal vez deberíamos comenzar a desayunar
Ante la mención de comida el estomago de Camila se revolvió, en señal de esto puso ambas manos en su vientre e hizo una mueca.
― Lo siento, pero a diferencia de ti no bebí como una esponja y muero de hambre. Necesito algo sustancioso para enfrentar lo del anoche pasada.
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Eres Mia [Terminada]
WerewolfCuando era pequeña, Camila, conoció a un chico. Él siempre estaba ahí para ella, asegurándose que sonriera y que nadie la molestara. Estaban tan aferrados el uno al otro que cuando se fue, Camila quedó a la deriva. Años después el regresó, pero...