Capítulo 12: La psicóloga

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Llegamos al consultorio entre algunas lágrimas todavía, pero con la felicidad de tenernos el uno al otro siempre.

Están a punto de presenciar mi mayor momento de libertad de expresión y completa sinceridad hacia alguien, porque hablar de lo que me pasa con alguien que conozco no es lo mismo que hablar con un completo desconocido del cual de suerte sé el nombre.

Como siempre papá se quedó esperando afuera y yo entré al consultorio.

—Hola, Abby, ¿Cómo estás?

—Bien, ¿Y vos, Lily? —la saludé mientras me acomodaba en el sofá que estaba ahí, que era muy cómodo por cierto.

—Bien, ahora comencemos, ¿Por qué estás acá hoy?

—Porque tuve muchas pesadillas estos días, bueno... recuerdos, ya no sé cómo llamarlos —me tomé un momento y volví a hablar —. Las pastillas que me diste no me hacen el mismo efecto que antes y no dormí absolutamente nada. Era despertarme constantemente a la noche por alguna pesadilla o por el simple hecho de que no quería dormir por miedo a tenerlas y aún así, pasaban igual.

—Bueno, te voy a tener que recetar otra pastilla con una dosis un poco más fuerte —dijo mientras anotaba no sé qué cosa en su libreta —. Y con respecto a lo que sucede en tus pesadillas, ¿Qué es lo que ves? —me preguntó.

—Básicamente, son imágenes mezcladas y distorsionadas de esos días en los que me culpaba a mí misma por todo lo que me hacía —para este punto yo estaba aguantando el llanto, como siempre —. Las imágenes parecían cada vez más reales y luego —se me quebró la voz —... se vuelve a repetir lo que me hizo una y otra y otra vez hasta que logro despertar —dije limpiando rápidamente la lágrima que había caído sobre mí mejilla.

—Eso es Abby, tenés que soltarlo todo, no te contengas. Sólo es cuestión de tiempo y nunca rendirse para poder superarlo —me extendió una caja con pañuelos.

—Perdón, es que lo intento, de verdad lo intento, pero cuesta mucho y cada vez más inclusive. A veces vuelvo a tener esos horribles deslices en los que por unos segundos, sólo por unos segundos, quiero terminar con mi dolor de una vez por todas —dije con un hilo de voz.

—No tenés que pedir perdón por tratar de arreglar a tu manera algo que alguien más rompió. Para eso estás acá, para que no se te acumule toda esa carga que llevas, cuentes todo lo que sientas y dejes de considerar esos "horribles deslices" como vos decís.

Me tomé unos segundos para lidiar con mis propios pensamientos que iban a mil por hora. Limpié mis lágrimas y volví a hablar.

—Gracias —le dije con una enorme sinceridad a lo que ella sólo asintió y siguió anotando cosas en su libreta que no soltó desde que había entrado al consultorio.

Me pregunto qué será eso tan importante que escriben. ¿Será realmente importante? ¿O sólo son garabatos?

—Creo que tengo algo bueno para contar —me animé a decir una vez que me calmé —. "Tengo novio" —dije haciendo comillas.

—¿En qué momento sucedió? ¿Y por qué las comillas? —preguntó sorprendida.

A veces se me olvida que Liliana Ramírez es mi psicóloga y no una amiga más. Qué loco, ¿No?

—Es algo tan repentino, que no tuve tiempo de contarte —dije riendo —. Lo estamos intentando. Nos conocemos desde hace ya mucho tiempo, su nombre es Liam y...

—¿Liam? —estaba seria de repente —¿Liam Anderson?

—Sí, ese mismo, ¿Lo conocés? —dije confundida.

¿Una simple apuesta? - [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora