La grande, fría y oscura habitación en la que me encontraba no hacía más que generarme absoluto terror. Por más que intentara mentalizarme de que no era real, de que eso no podía estar pasando y de que yo no estaba ahí, se volvía cada vez más imposible no pensar en eso. No tenía noción del tiempo ni de en qué momento aquella persona había entrado y yo, por no responderle, presencié y sentí lo más feo que podría pasarle a alguien.
—Vos te lo buscaste, vos te lo buscaste —decía mientras me golpeaba en cada parte del rostro.
—Dejame ir, por favor —le rogué.
—Vos te lo buscaste —repetía una y otra vez, mientras seguía dándome golpe tras golpe hasta que de pronto ya no sentí nada, y de repente... ocurrió lo peor.
Di un grito que seguramente había despertado hasta los vecinos, pero eso era lo que menos me importaba porque logré despertarme de esa horrible pesadilla.
No puedo creer que hayan pasado casi cinco malditos años y esto todavía me siga atormentando. Intenté de mil formas recuperarme y buscarle una solución, pero es que no la hay. Siento que cada vez las cosas se ponen más y más intensas, y eso sólo empeora todo. Mi cerebro está al cien de tantas vueltas que le doy al asunto y mi respiración entrecortada no hace más que complicarlo aún más.
—Abby, ¿Qué pasó? —entró mamá asustada a mi habitación y yo no pude evitar volverme un bollo en mi cama, cubriéndome la cara con mis manos buscando la manera de evitar soltar las lágrimas que ya me tenían harta.
—Otra vez él —murmuré —. Fue mi culpa, yo me lo busqué. Fue mi culpa yo me lo busqué —repetí una y otra vez, mientras me balanceaba y sentía cómo ella se acomodaba justo a mi lado en la cama y me abrazaba con mucha fuerza.
—No fue tu culpa, tranquila hija, acá estoy —dejó un beso sobre mi frente —. Es normal, ya va a pasar, pero tenés que tranquilizarte, ¿Okey? —dijo acariciándome la cabeza como lo hacía cuando era más chica.
—No creo que sea normal, mamá, ya pasaron muchos años y todavía sigue acá —dije señalando mi cabeza —. No puedo más, duele.
—Cada uno supera sus traumas en diferentes tiempos y formas, y aún más, dependiendo de la gravedad de ellos, eso debés tenerlo claro siempre. Sé que es difícil y que no hay un solo día en el que no lamente todo lo que sufriste, pero tenés que seguir adelante, por tu padre, por tu hermano, por mí, pero sobre todo por vos.
Ella tenía razón en absolutamente todo lo que dijo, pero aún así no dejaba de doler. Las heridas físicas pudieron haber sanado, pero las psicológicas no te las quita nadie y mucho menos luego de que te quitaran algo tan preciado como me lo quitaron a mí.
—Voy a pedir una cita con tu psicóloga, ahora tratá dormir que yo me quedo acá. Tranquila, cariño —dijo aunque ambas sabíamos que no lograría hacerlo.
Pasó un largo rato y me fijé la hora, eran las cinco y media de la mañana y obviamente no logré volver a dormir, así que decidí levantarme y darme un relajante baño, mientras mamá decidió ir a la cocina a hacer el desayuno.
Terminé de bañarme, me puse mi bata y bajé a desayunar tranquila ya que tenía bastante tiempo para ir al colegio.
—¿Cómo estás, hija? —me preguntó mamá.
—Estoy mejor, gracias —le dije sincera.
—No hace falta que me agradezcas.
—Sí que hace falta. Gracias por apoyarme siempre desde lo que pasó, gracias por aceptarme con mis defectos y gracias por quedarte conmigo en las buenas y en las malas, mamá.
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¿Una simple apuesta? - [COMPLETA]
Novela Juvenil¿Qué harías si el chico más popular del colegio, te prestara atención de un día para el otro? ¿O peor aún, si supieras que su repentino acercamiento se debe a una apuesta entre él y sus amigos para enamorar a una chica que no tiene un cuerpo "ideal"...