El auxilio del más fuerte

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Narra Escritora



Los cadáveres en el suelo se contaban por encima de cincuenta, mientras que moribundos la mitad de la cantidad, y de vivos unos treinta. Pero la batalla no se extendió a más de una hora, al menos unos cuarenta minutos, pero no más. Nuevamente, Lloyd corrió, apuntó y mató. En cuestión de poco tiempo, el número de enemigos en pie se limitó a veinte. Pero algo comenzó a preocupar de más a Hale, ya que eran cinco los cuales la apuntaban al cuerpo, mientras que otros ocho apuntaban a donde posteriormente Lloyd estaría.

"Mierda. Lo descifraron" -pensó. Ahora sus movimientos se verían limitados, ya que hay muchas más probabilidades de que logren entrerrar alguna bala en su cuerpo apuntando cerca de Lloyd, y no directamente en ella. Sólo tenía espacio para apartarse hacia enfrente, a sus costados o detrás, ya que su espacio se vio limitado al pelear cuerpo a cuerpo contra los sobrantes. Rápidamente ideó un plan; distraería a aquellos quienes apuntan enfrente suyo al dar cortos pasos hacia adelante, dispararán y al tratar de recargar, le dará aún más tiempo a Lloyd para correr a ellos, y en el debido caso, usarlos como escudo de las atrás balas. Se convenció a sí misma de que su plan funcionaría.

Por el momento, se limitó a eliminar a los más cercanos y tras despejar un poco su espacio... actuó.

Rápida como un rayo, avanzó una pequeña cantidad de pasos, y cómo lo prevía, los dos quienes la apuntaban, dispararon y fallaron el tiro después de que Lloyd haya retrocedido. Con bastante velocidad, Hale corrió a pasos agigantados a ellos y sacó las dos dagas aferradas a sus muslos. Bastó un pestañeo para que los dos hombres cayeran al suelo; muertos. Ahora todo era mucho más fácil, los demás quienes la apuntaban habían perdido su estabilidad en el arma, y les costaba aún más encontrar el siguiente movimiento de la chica. La sangre se le aceleró a Lloyd como nunca antes lo había sentido. Lo que provocó que esa adrenalina sentida la excitara y mejorara mayormente la situación.

Delante suyo tres hombres la apuntaban al cuerpo; grave error, si no actúan como antaño, nada la tocaría, ni siquiera la velocidad de una bala. Lloyd sonrió y alzó su pierna derecha para avanzar, lo que hizo que todo se sintiera en cámara lenta; el pie caía tardo, a centímetros de que la suela tocara el suelo y desatara la furia de Hale. El pie llegó a tierra firme y...

-¡¡LLOYD!! -un grito desgarrador, uno procedente de una mujer, la llamó. De la voz procedía el miedo y la desesperación por no querer morir. Sin quererlo, a Lloyd se le exprimió todo el oxígeno guardado y sintió muy dentro un temor creciente. El cuerpo se le paralizó, allí mismo, con enemigos apuntándole. Escuchó con cuidado y la voz nuevamente llamaría, pero todo sonido se vio opacado por el ruido fuerte y seco producido por el disparo de un arma de fuego; un estampido. Lloyd Hale comienza a verlo todo borroso, en su mente solo está la repercusión de aquella voz tan familiar. Su cuerpo comienza a tambalearse y en cuestión de segundos cae al suelo. Ahora lo que sentía no era más que ansiedad y desesperación. Su cuerpo y ropajes comenzaban a bañarse de un líquido rojo y espeso: su propia sangre. El intenso dolor procedía de su hombro izquierdo, donde había recibido el disparo.

-No... no, no, no, no... -soltó con el poco oxígeno en sus pulmones. No iba a morir, no sin averiguar quién la llamaba, quién gritaba por ayuda. En sus oídos retumbaba un pitido y el dolor en su hombro incrementaba por cada segundo que pasaba. Desgraciadamente cayó encima de la herida, y supuso que por el estado en el que estaba, la bala impactó cerca de su corazón. El sudor la indundó a la par de la sangre, y gracias a la tanta pérdida de este líquido tan importante, comenzaba a delirar. Pero siguió fuerte a la voz deseante de ayuda, y sin quererlo un nombre se le escapó-; Elizabeth...

El cuerpo casi inerte de Lloyd yacía tumbado en el suelo muy cercana al centro de la sala principal. Aunque el pitido en sus tímpanos bloqueaban todo sentido, logró percibir como los enemigos a su alrededor comenzaban a alejarse de ella, hasta salir del salón. Lloyd trató de relajarse y con ello consiguió que su corazón no se agita tanto, pero cómo evitarlo, trata de compensar en pálpitos la tanta sangre que perdió. Con la fuerza de voluntad que hace años había perdido junto a Kilian, logró alzarse y descansar sobre sus piernas. No podía hacer mucho agracias a las tantas vueltas que atormentaban su mente, pero con algo de fuerza en su mano derecha consiguió arrancar un trozo de la tela inferior de su camisa de tirantes, la cual había perdido su color blanco puro, y ahora se teñía de rojo.

Con ayuda de su boca amarró correctamente el pedazo de ropa y lo ajustó justo donde la bala había impactado. Respiró profundo porque sabía que el levantarse le costaría más que nada. Alzó su pierna derecha, apretó con fuerza su mandíbula y con mucho esfuerzo logró ponerse de pie. Tenía la suerte y a la vez la desgracia de conocer a Acfred Samay, y sabía muy bien que el enemigo no aparecía más en su camino. No, sino que aquello que escuchó, ese grito, se encargaría de destrozarla de cualquier manera. Tal vez vea la muerte de esa persona. Puede que la vea moribunda. O tal vez sienta la tradición.

Con bastante de dificultad caminó varios metros hasta toparse con las dos puertas delante suyo. El grito lo había escuchado claramente encina suyo, por lo que no sabía cuál lado tomar. Se acercó al lado derecho pero no notó ninguna pista la cual revele la entrada a la ubicación de aquella persona. Caminó a la izquierda y esta puerta misteriosamente estaba entreabierta. No tenía ningún indicio y por cada paso que daba se debilitaba aún más, por lo que lo más prudente sería hacerle caso a Acfred, y pasar a la puerta izquierda.























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~Ni Siete Ángeles~ [SEGUNDA TEMPORADA] - NRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora