Capítulo XLIII

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EL GRAN DÍA

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El gran día ha llegado y con ello también la llegada tan ansiada de Ágata y de un invitadespecial que ha traído consigo. Lo ha querido mantener en secreto. No sé la razón, pero supongo que merecerá la pena tanto misterio. Hoy es el día en el que Jen y Rubí contraerán matrimonio, uno que ya empieza con mentiras. Pero ayer mismo lo dejó claro.

Fue un error.

Todavía no me creo que lo haya dicho. Me siento humillada porque pensé...me da vergüenza hasta admitirlo, pensé que sentía algo especial por mí. Como yo lo hacía por él. Dios que tonto suena. Miro mi esbelta y delgada figura en el espejo del baño interior de la habitación en la que me han hospedado. Mi cabello chocolate está recogido en un moño intermedio, con algunos mechones alisados sueltos a propósito, haciendo que mi rostro se vea todavía más dulce, pero seductor. Un collar con una piedra roja, un rubí, decora mi blanco cuello. Fue un regalo de la misma novia. El fino vestido rojo de dama de honor, que compré apenas dos días antes, se ajusta a la perfeccion a mi alta figura. Las mangas llegan tan solo hasta por debajo de mis hombros, resaltando un poco mis pechos. Al caminar, una de mis piernas se deja ver de entre la fina y veraniega tela debido a un corte diagonal que llega hasta por debajo de mi muslo izquierdo.

Ya estoy lista.

Ahora lo que me queda es bajar con mi mejor sonrisa a recibir a los familiares que están llegando y en especial a Ágata. La necesito aquí conmigo.

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Observo, desde una de las grandes ventanas del salón, varios coches de distintos tamaños estacionados en la entrada de la finca. De ellos comienzan a bajar mujeres y hombres con sus mejores galas y unas infinitas sonrisas. Suspiro con pesadez, intentando tragar el nudo que se ha formado en mi garganta. Doy suaves golpes en la madera clara de la ventana para distraerme al menos un poco, pero no soy capaz de conseguirlo. No puedo parar de pensar en él. Esto no está bien. Siento la necesidad de contarle todo a Rubí, pero arruinaría las cosas.

Esto está realmente muy mal.

_Corina, cielo_la delicada y plumosa voz de la mujer que con tantas ansias estaba esperando llega a mis tímpanos para endulzar mi angustiado corazón. Separo un poco mis labios para poder respirar mejor.

Ágata está al fin conmigo.

Giro sobre mí misma con rapidez, encontrándome, con sus casi transparentes, ojos grises. Realmente está conmigo.
_Ágata_pronuncio en apenas un hilo de voz su nombre, esperanzada. Camino hacia ella con necesidad de abrazarla,más bien dicho con urgencia. La abrazo con todas las fuerzas que tengo en estos momentos de agitadas emociones. Aspiro en el proceso su fresco y refrescante aroma a menta. Siento sus delgadas manos, cubiertas por guantes de color azul cielo, rodearme para envolverme en otro abrazo igual de cálido que el mío.
_Te he echado de menos_confieso, sin poder recuperar mi tono de voz habitual. Asiente, con sus ojos cerrados y una gran sonrisa, mientras acaricia mi espalda con ternura y delicadeza. Nos separamos tras largos minutos para poder mirarnos al fin a los ojos, ambos llorosos. Reímos nada más hacerlo.
_Estás tan hermosa_confiesa mientras recoloca un mechón tras mi oreja decorada con un pendiente, también de piedra roja. Otro regalo de la novia y de su madre.
_Tu también lo estás. Tan solo mírate_la halago confesándole la verdad. Sonríe, haciendo que las marcas de expresión tras una larga vida se marquen alrededor de sus labios y ojos, dándole un toque todavía más tierno.
_¿Está todo bien?_asiento moviendo mi cabeza ante su pregunta_Me alegro mucho_sonreímos. La grave e inesperada voz de un hombre a las espaldas de Ágata hace que lo miremos. Mi rostro expresa por todos los poros una verdadera e inquietante sorpresa. Ante nosotras se encuentra, vestido con un traje negro de gala, unos bonitos ojos de color miel.

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