4. Algo en la lectura

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— ¿Por qué vamos a llevar esto?

—En mi país no hay de estas, así que si las llevamos y replantamos seguro que florecen en toda la mansión. Será la envidia de todo el mundo.

Jimin saca un poco los labios mientras toca la rama del arbusto que Hyungsik hizo traer ayer. Motivo por el que se tardaron tanto y estaba cansado para hacer cualquier cosa. Es un arbusto muy bonito, alto y que da flores de color fucsia o algo así. No está muy segura al respecto. Huele fenomenal.

—Es muy hermoso.

—Me alegra que te guste.

— ¿Crees que pueda leer aquí? Quedarme todo el día en la habitación. —Hyungsik baja la mirada un instante.

—No creo que sea buena idea que te quedes aquí fuera. —Opina sutil y Jimin ladea la cabeza, con el cabello sujeto por varias horquillas florales que resultan combinar con los arbustos.

— ¿Por qué no? El clima está muy bien. No hay mucha brisa, ni mucho sol, el barco no se balancea demasiado. —Hace notar y Hyungsik rueda los ojos con el gesto de falsa diversión ante la poca comprensión de su prometida a lo que quiere decir.

—A menos que te vistas de otra forma, no quiero que estés donde todas estas personas puedan verte. No querrás provocar que te ataquen o sí.

Frunce un poco las cejas ¿Provocarlos? Está como siempre. Sin poder respirar bien, un vestido con más capas que una cebolla y el cabello recogido. No entiende. Se le hace absurdo. Además ¿Pretende que se quede todo el tiempo metida en la habitación? Va a morirse del agobio que ya le genera el estar ahí.

—Estaré entre los arbustos. Nadie me verá. —Afirma, con tono convincente. Hyungsik levanta la mirada, negando con la cabeza y las manos en la cadera.

—Las mujeres son una verdadera desgracia—Suspira en voz baja—. Está bien, pero si sucede algo, atente a la consecuencia de tus actos.

Inclina la cabeza, entre confundida y sorprendida ¿No haría nada si le pasa algo? Sigue siendo su prometida. Mínimo ayudarla ¿No? Está confundida. Muy confundida. Va a la habitación, toma los libros que tiene para leer y se esconde entre las altas macetas. Apenas hay un agujero en el que es visible y ese es el que da a la baranda para lanzarse al mar. Nadie la va a ver.

Bueno, al menos no por accidente. Por algún motivo que escapa a la compresión de Jimin, muchos vienen a ofrecerle cosas: Bebida, comida, una sombrilla, un pañuelo, etc. Es un poco odioso porque la interrumpen mientras lee, pero tierno de parte de ellos. No hablan fuerte, mal o prepotentes. Simple cortesía con ella. Finalmente tiene un largo rato de supuesta paz hasta que escucha un suspiro justo a un lado suyo.

Baja el libro y mira a un lado, respingando de tener a una persona demasiado grande a un lado—Otra...—murmura, notando con rapidez la cola ancha y larga de escamas blancas y moteadas en rojo, amarillo, negro y otros colores. Las aletas extensas y que aun guindan de la baranda de madera. La melena de corte irregular y extraño en color rubio.

Un contraste enorme con la piel de tono más moreno. Nada pronunciado, sino el propio del que se broncea por accidente. Inclina el libro hacia su pecho, doblada por la criatura más alta y grande y que las dos anteriores. Ella inclina la cabeza hacia abajo, buscando estar más a o menos a su altura.

— ¿Quieres leer? —pregunta, pues lo señala con deje curioso—. Es una novela nada más. No es tan- nonono que se moja—Ella levanta las manos se echa para atrás, Jimin lo aparta por miedo a que lo dañe—. Estás muy mojada...

Toma el pañuelo que le trajeron y le toma las manos, secándolas; luego pasa a la cara y tras empapar el pañuelo, la permite tomar el libro para verlo a gusto. Jimin la mira de reojo. Tiene un rostro muy bonito, aunque una de sus mejillas es más grande que la otra. El cabello está en un corte extraño.

Algunos mechones delanteros cortos, los de atrás más largos hasta el punto de que seguro le cubre toda la espalda y parte de la cola. Por la brisa se revela que hay unas partes rapadas por debajo.

— ¿Puedes leerlo? —Niega con la cabeza y se lo entrega, sonriendo. Jimin se ruboriza por el par de hoyuelos que se marcan en el rostro moreno, con ojos de corte de dragón—. Puedo leértelo si quieres. —Ofrece.

A falta de gestos, asume que es un sí. Toma aire e inicia su lectura. A medida que avanza, escucha algo. Es distinto a las veces anteriores. No es precisamente melodioso. Es rítmico, cierto, pero no es la misma nota contigua y dulce. Esta suena a las orquestas de la ópera. Fuerte, firme y que acompaña el relato que está recitando. Cuando acaba el capítulo guiña repetitivamente.

—Nunca había intentado oír música mientras leo. Fue muy... ¡Impresionante! —Celebra aplaudiendo y la sirena baja un poco la cabeza, tímida—. Tengo más libros. Puedo mostrarte todos los que tengo—Ofrece—. Aunque... quizá te vea... Ouh...

La sirena ladea la cabeza y se quita el cabello de encima, llevándolo hasta detrás de su espalda y así dejar su torso descubierto. Jimin aparta mirada, pudorosa, pero la sirena le da un suave giro para que la mire.

—L-lo siento, no-

Abre ligeramente la boca, pasmada de que la haga acariciarle la cara. La piel es lisa y suave incluso seca, las manos grandes y ella le brinda la misma impresión que la primera sirena: Puede ser un hombre perfectamente. Uno de rasgos muy agraciados ¿Todas las sirenas son andróginas? Es más femenina que masculina, no solo por los senos de pezón café, sino también los ojos, la forma de la cara y demás.

E insiste, es muy andrógina.

La caricia baja del cuello hacia el pecho y Jimin se suelta no por vergüenza de haber palpado la mama, en lo absoluto, eso solo la dejó con ganas de dar un travieso apretón. Lo que realmente pasó es que escucha otra cosa:

— ¡Jimin! ¡Ya es hora de la merienda!

Se sobresalta bruscamente. La sirena se retira con las manos y con fuerza enorme para llegar hasta arriba de la baranda, se lanza al mar. Jimin anda, peligrando de resbalarse y se asoma abajo. Sigue allí, despidiendo con la mano antes de hundirse.

Suspira de forma inexplicable. Tal como el encuentro. No sabe cuál de las tres le ha gustado más ¿Las tres se puede? Mira la mano que la sirena estuvo agarrando. Huele mucho a agua salada ahora. Recoge sus libros y se encamina hacia la habitación para dejarlos e ir a comer la merienda. Se saltó el almuerzo sin darse cuenta. Qué vergüenza.

— ¿El pájaro no te estuvo molestando?

— ¿Pájaro? —Repite sin comprender al sentarse. Jihan arrima la silla para que esté pegada a la mesa. Colocan algunos bocadillos y té en la superficie y no tarda en servirse.

—Sí. Estuvo ululando, piando, chillando o lo que sea todo este tipo ¿No lo oíste? Estabas fuera, quizá cerca de ti.

—No escuché ningún pájaro. —responde. Honestamente, no entiende de que habla. Hyungsik y Jihan se miran y luego se encogen de hombros.

—Animales fastidiosos. Aparte de que meten porquería en la habitación, también molestan cuando debo trabajar—quejumbra con molestia—. Me alegra que al menos tu lectura estuviera bien.

—Bastante bien. —Afirma sonriente. Jihan imita el gesto. Estuvo vigilando y más allá de que leía en voz alta, no hubo nada extraño. Nadie la toco, nadie se le insinuó. Fue solo ella en medio de los arbustos verdes con flores rosas.

—Espero que no se haga costumbre.

—Tal vez sí. No quiero estar tanto tiempo aquí metida.

—Te vas a quemar.

— ¿Con tanta ropa encima? Imposible. —Ríe mordisqueando una galleta.

—Quizá engordes antes.

Muerde sus labios, con el sabor desagradable de la pintura. Ya sabe que engordará si come mucho, no hace falta que se lo repita en cada comida. La merienda acaba muy pronto y estando sola, no hace sino tocar un poco de su propio busto. Da una sensación suave. La sirena lo tenía un poco más firme.

—Señora—Sobresalta ante el llamado de Jihan—. La llevaré a su habitación.

—Gracias.

El sirviente la ve de reojo. Entre dudoso y curioso.

Mermaids WifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora