42. Mar de espera

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—Ha habido muchas personas últimamente. —Suspira Sujin.

—Para ti. Parece que no soy necesaria. —Exhala Taehee con decepción. Namkyung la abraza por la espalda, dando besos por el cuello de la sirena.

—Cada tiempo tiene su predilección. Que no se busque el romance y la tragedia no quiere decir que no seas necesaria. —Recuesta de Namkyung, sin desaparecer su entristecida expresión.

—Los humanos a veces se comportan tan extraños. Van y vienen en sus ideas. Olvidan tanto. —Niega Yoonji, con Hosook acariciando el cabello corto.

—Creo que nos falta algo—dice Jeonggoo—. Puedo sentir que algo por venir ¿Ustedes no?

—Desde hace un tiempo. —Confiesa Namkyung.

Jeonggoo nada a la superficie. Están cerca de un puerto. Más que todo por pura casualidad. Lo que suele suceder siempre. Nadan por puro juego y acaban en alguna costa siendo vistas por cualquier persona. Usualmente alguien que necesite de su guía para crecer, convertirse en adulto mediante el despertar de su sexualidad o bien, para ser la musa de su arte sea cual sea.

Quien necesite ayuda para escribir una historia.

Quien necesite ayuda para escribir su música.

Jeonggoo no para de tener la sensación de que les falta alguien importante. Namkyung desde el primer día advirtió que faltaba una musa. Siendo el siete un numero apropiado. Siete mares. Siete sirenas. Siete musas. La menor dormita echada en la arena, escuchando constantes golpes.

Como alguien saltando. Hace mucho los oye, ahora son más fuertes, continuos y vienen acompañado de un desliz. Cierra los ojos, suspirando y preguntándose que puede ser. Levanta la cabeza, notando que Sujin está recostada en su espalda para dormir. Ya es muy tarde y toca dormir. Gira para acabar abrazándola y así dormir, cada una recostada en la otra para descansar hasta que viniera el alba.

. . .

— ¿Lo escuchas? ¡¿Lo escuchas?! ¡ES ELLA!

—O él.

— ¡ESTÁ VINIENDO! ¡ESTÁ VINIENDO! —Taehee sacude a Jeonggoo antes de dejarla aturdida, nadando a toda prisa para ir a ver al puerto. Intentar detectar de quién se trata. Jeonggoo se une a la amorosa en llegar hasta la superficie. El revuelo usual de un puerto mercante las recibe y aprovechando la distracción, logran acercarse para mirar. No hay nadie particularmente distinto.

En su mayoría son hombres. Pocas mujeres por ahí usando vestidos de colores terrosos a falta de más dinero para tener algo adornado o limpio. Se separan, buscando discretamente lo que pueda ser la próxima y última musa. Jeonggoo escucha de nuevo esos golpeteos. Mira en esa dirección. Hallando a una mujer de vestido blanco y de estampado floreado, agita un abanico para echarse aire. Cabello profundamente negro y sujeto en un alto peinado.

Aparta el abanico por un instante y los ojos de Jeonggoo se abren, anonadada y encantada por la cara de ella. Es ovalada, con labios redondos y unos pequeños ojos rasgados que muestran más que su propia expresión. Está nerviosa. Nada un poco más para acercarse lo máximo posible. Se sujeta a la madera del puerto, inclinándose para verla.

— Creí que el mar era más peligroso.

—Si hay una tormenta.

—Puede haber miles.

Está asustada de que pase algo malo. Jeonggoo no resiste empezar a cantar. Entonando una bella melodía que hace a la mujer girar la cabeza a todos lados. Ensancha una sonrisa, suspirando complacida. Si la escuchó, eso quiere decir que se trata de alguien con mente activa y necesita su ayuda.

Mermaids WifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora