12. Alguien para admirar

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Dos semanas de reposo.

Dos semanas para estar curada.

Dos semanas con el invitado a bordo.

Y ahora a dos semanas de todo lo ocurrido, se va. Finalmente.

No ha podido estar tranquila con él por ahí. Tener a Hyungsik cerca después de hacerlo cuando no quiere ya es tan natural para ella que apenas le genera rechazo. Una costumbre destructiva para sí misma, pero que se auto responde en su mente de forma muy corta: Eres una mujer ¿Que vas a hacer? Romper el compromiso y que nadie se case contigo por estar usada; que nadie te emplee por ser soltera; morirte de hambre tras pasar penumbrias... Límpiate las lágrimas que una vez más de las tantas, no va a matarte. Y con eso en mente ¡Puff! Hyungsik a un lado como si nada hubiera pasado.

No es capaz de hacer semejante gimnasia mental con ese otro hombre. Todo fue tan desagradable. Sentir su lengua, la forma en que la apretaba, que dijera tantas cosas asquerosas. Curiosamente, ya no recuerda el evento en sí. Apenas momentos muy difusos que con el paso de los días, se diluyen poco a poco. Mejor dicho, es pintado de manera hermosa por ese cielo estrellado lleno de polvo azulino. Ocurre similar a ese periodo lleno de dolor insufrible: La presencia de una de las sirenas alivia todo el mal.

No ha tenido más visitas de ellas, lo que sí ha tenido son regalos de su parte. Todos siendo caracolas, conchas, corales, algún que otro trozo sospechoso de joya que a saber de dónde vino, etc. Así que ¿Que decir? Cada día aumentan más las ganas de simplemente tirarse por la borda y que, aún si la ahogan, tener una muerte muy feliz en los brazos de cualquiera de ellas. Aún no sé el nombre de las demás. De seis van tres y está curiosa.

— ¿Te hizo feliz? Avergonzarme frente a todos aquí.

Gira en su asiento hacia Hyungsik, quien se quita la chaqueta de su ropa. Niega con la cabeza. Ojalá pudiera decir que si la divirtió. Nada en la situación la satisfacía en lo absoluto. A menos que cuente tener tiempo sin el contacto que en sí, no le genera nada. Cansancio y desagrado como mucho.

Jamás se le había ocurrido enlazar que su poca reacción y ocasional repelencia a Hyungsik, viene directamente de que no le gustan los hombres. Por más que intenta recordar alguna vez en que alguno le ha llamado la atención, no hay nada.

Mujeres... es otro tema.

—Tú te avergonzaste solo. No es culpa mía que te emborraches tanto. —Hyungsik se acerca y jala con un dedo el collar de perlas.

— ¿Esto de dónde lo sacaste?

—Un regalo viejo, estaba hasta el fondo de mí joyero.

Él bufa, sin más opción que tragarse la excusa. Al fin y al cabo, no tiene como negar eso. Nunca presta atención a que tanto tiene en esa caja. Ni en ninguna cosa. Lo que lee, lo que dibuja, no tiene le suficiente interés en ello.

—No te atrevas a hacerlo de nuevo.

— ¿Qué cosa? ¿Gritar? —cuestiona sin comprender—. El que trajo a un tercero aquí fuiste tú.

—Y tú que lo provocaste a seguirte tocando.

— ¿Disculpa?

—Para la próxima, sé más consciente y-

Le da una bofetada, entre crispada y enfadada ¿¡Provocar qué!? Estaba aquí, en su habitación, preparándose para dormir. No hizo absolutamente nada y esta vez no puede tragárselo. No cuando era Hyungsik quien la estaba sosteniendo para que el otro la abriera de piernas.

No es culpa suya.

Esta vez no.

— ¿¡Cómo te...!?

Mermaids WifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora