Cap 12.5

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{No lo entiendo... ¿por qué me apartó de su lado? }

{Albedo, nadie podría saber lo que Ainz-sama está pensando, es inútil que intentes deducirlo.}

{Lo sé. Pero aún así quiero intentar... Tú eres igual Demiurge, no puedes negarlo.}

{Tienes razón.}

{... ¿Alguna idea del por qué?}

{Un par, sí... Mmh, un asunto acaba de surgir. ¿Te parece si seguimos nuestra conversación más tarde? Tengo que dar instrucciones sobre el plan a mis subordinados.}

{Bien. Es cierto, sólo tenemos tres días como máximo antes de atacar las ciudades del Reino. Ainz-sama no especificó quienes lo harían pero imagino que lo hizo para ver nuestro desempeño en equipo. Como se esperaba del hombre que amo~}

{En efecto, por supuesto la estrategia de Ainz-sama es asombrosa. Entonces, me despido.}

{Te dejo con tus deberes Demiurge.}

Aunque el hechizo [Mensaje] terminó, Albedo no hizo ningún otro movimiento mas que bajar la mano y quedar en pleno silencio. Ella se encontraba recostada en su propia cama, rodeada de varios peluches y almohadas que por su cuenta confeccionó. No había nadie más en la recámara que ella, después de todo dejó prohibido la entrada a las sirvientas regulares.

Como siempre mantuvo su expresión neutra-sonriente en su rostro, su mente por otro lado, trataba de buscar el porqué su amado Ainz-sama la apartó. Según sus palabras fue para quitarle algo de trabajo y que quería concentrarse en otra cosa más importante.

¿Pero qué podía ser más importante que ella, su futura esposa principal?

Si alguien la escuchara automáticamente estaría en shock y luego con una expresión de completa incredulidad diría que es una blasfemia, por más que sea el Guardián Supervisor de Nazarick no tenía el derecho de decir algo así.

Por supuesto, por muy amargo que fuera, algo si le vino a la mente casi al instante respondiendo su pregunta. Su rencor y odio salió a flote sin espera.

La respuesta era los demás Seres Supremos. Aquellos que en sus palabras eran un montón de bastardos desagradecidos, traicioneros y falsos. Ellos eran los que en realidad no tenían el derecho de volver a pisar este hogar, mucho menos, el pedir perdón a Ainz-sama.

Su rostro se contrajo en una mueca inusual, incluso un sonido de bufido se escapó de sus labios que anteriormente estaban apretados con fuerza.

—Si aparecen en este Mundo no dudaré en destruirlos...

La amenaza sonaba tan convincente, tan firme... pero la realidad era otra. Ella podría ser un tanque casi perfecto, sin embargo, su fortaleza no era nada comparada con casi 17 de los Supremos, especialmente con los que tienen la clase "Mundial".

Su enojo fue bajando gradualmente a la par que una tristeza tomaba el control. Con un poco de fuerza atrajo uno de los peluches de su amado y lo abrazó hundiendo su cara en él.

—¿Qué es lo que tienen de especial?... ¿Por qué... Por qué aún quiere verlos?

No era secreto para tres guardianes que Ainz anhelaba volver a encontrarlos. Cada vez que estaba en el Salón del Trono se perdía en sus pensamientos mirando las demás banderas colgadas. Era igual en el Mausoleo, cada cierto tiempo iba allí a ver los equipos Divinos dejados años atrás.

—De todos modos, aunque sea una contradicción a su deseo, yo, Albedo, no dejaré que esos bastardos lo lastimen de nuevo.

Tomando firme su decisión, dio varios besos a su peluche demostrando su amor incondicional e inquebrantable que profesaba al único señor de La Gran Tumba Subterranea de Nazarick.

○●○●○●○

—Retornando, quiero que busques a los de esta lista. Después, dales las indicaciones que previamente te di en la mañana, no quiero ningún fallo, todo sea por la gloria del Supremo.

—¡Sí Demiurge-sama! —Una voz femenina fue la que contesto, ella era Envidia, uno de los Lores bajo su mando.

—Te puedes retirar, no olvides llamar a tus compañeros Ira y Avaricia.

—Entendido.

Demiurge no tuvo que esperar mucho para que aquellos dos pidieran el permiso de ingresar a su oficina privada. Naturalmente, se los concedió. Y antes de que se presentaran o dijeran algo con respeto los calló con un movimiento de mano.

—Vayamos directo al asunto. La destrucción de las ciudades del Reino están cerca de comenzar y nuestras tropas están más que listas, sin embargo, Ainz-sama no ha emitido orden de quiénes exactamente tienen permiso de atacar, e inclusive la hora de inicio. Eso se debe a que ha confiado la tarea a nuestro criterio. Por ello, tiene que ser perfecto para no decepcionarlo, ¿entendido?

Sí Demiurge-sama. —Contestaron al unísono.

—Bien, estas son algunas modificaciones que hice a último momento para sus apariciones. —Sacó una docena de papeles de su inventrio y los entregó a Ira, quien se encontraba más cerca— Creo que ahora el tiempo para tomar el control del Reino se redujo una semana. —Esperó unos segundos para que entiendan lo principal que estaba escrito—¿Tienen alguna duda?

—Yo tengo una.

—¿Cuál es? —Su sonrisa se extendió unos milímetros por alguna razón desconocida.

—Según tengo entendido, podemos arrasar las ciudades hasta la ceniza pero en una de charlas mencionó que Ainz-sama no quiere gobernar en un cascarón vacío. ¿Debido a eso supongo que dejaremos humanos vivos?

—Excelente deducción Avaricia. Sí, su deber también es tratar de dejar viva a la mayor población posible. Eso no debe de ser imposible para subordinados y miembros de Nazarick, espero un buen trabajo.

—Por supuesto, daremos lo mejor y no mancharemos la reputación y honor de Ainz-sama y todo Nazarick.

—Pueden irse.

Ambos Generales dieron una reverencia y salieron en silencio. Demiurge, por su parte, caminó hasta ingresar a su recámara. Dentro había una gran cama con detalles rojos y dorados, tenía un buena temática de terror y elegancia combinada.

Al lado en la pared derecha habían tres banderas: La de su creador Ulbert Alain Odle, el del gremio Ainz Ooal Gown, y del Guilmaster Momonga. En ese mismo orden.

Mientras que en la pared al izquierdo de la cama se encontraba un solo cuadro. Tenía una apariencia majestuosa, exquisita y muy buena condición. Allí estaban dos seres, uno se encontraba sentado en el trono de obsidiana mientras que el otro estaba colocado a su lado derecho, en una pose relajada y feliz, aunque no lo mostraba. Era su creador y Ai- Momonga-sama.

Había deducido que la foto había sido tomada un par de semanas antes que Ulbert-sama abandonara Nazarick y dejara todo su equipo de categoría Divina.

Aquella imagen siempre le dejaba que pensar, y por más que intentase descifrar el contenido o el porqué lo abandonó no puedo encontrar la verdadera razón. Lo único que le vino a la mente fue que era incompetente, que gracias a que no pudo proteger bien su piso en aquella invasión hizo que su creador se fuera.

Sin querer, derramó una lágrima solitaria. No la limpió pues nadie lo veía, este era su lugar y momento privado después de todo.

Overlord: Never AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora