Capitulo 38. Lágrimas

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En una milésima de segundo supe donde tenía que ir. Me subí al taxi después de cruzar corriendo por la carretera sin mirar siquiera si pasaba algún vehículo. Le di al taxista la dirección a la que necesitaba ir intentando contener las lágrimas que mis ojos no podían detener. Pagué y me bajé justo en frente de la casa Asensio. Tenía las llaves en el bolso así que no tuve problemas para entrar. Desconecté la alarma (sí, Marco me había dicho la contraseña de la alarma para cuando viniera yo sola a entrenar o cualquier cosa) y pasé inundándome aún más en lágrimas. No podía parar de llorar, de verdad que lo intentaba, pero no podía. Mi respiración estaba muy agitada, hiperventilando entre sollozo y sollozo. No quise demorar más esto y, por lo tanto, tener que estar más tiempo en esta casa. Me estaba haciendo daño a mi misma. Tuve que pasar por delante de la cocina para subir las escaleras y tuve que poner una mano en mi boca para ahogar un sollozo aún más grande que los anteriores. Miré y recordé todo lo que había vivido en esa sala; la guerra de harina con Marco, el desayuno que me había hecho Marco, todo con Marco. Después tuve que recorrer el salón; la revancha que acabó otra vez con su victoria al FIFA, cuando vimos películas, cuando me dio las llaves de su casa... Cerré los ojos concentrándome en lo que tenía que hacer, subir a la habitación del mallorquín. Subí por las escaleras y recorrí el pasillo izquierdo pasando por delante de todas las salas que tenía esta parte de la casa hasta llegar a la habitación. Cogí aire antes de abrir la puerta mentalizándome de que, aunque me doliera, era lo que tenía que hacer. Abrí la puerta y me dirigí rápidamente, sin fijarme en nada más de la habitación, al armario. Saque la maleta en la que me traje todas mis cosas y la abrí en el suelo. Empecé a meter toda la ropa sin tener cuidado, quería terminar cuanto antes. También guardé las zapatillas que me había traído. Una vez recogido toda mi parte del armario, fui al baño y cogí mi maquillaje, mis colonias, en fin, todo lo que había traído. Cerré la maleta y bajé con ella a la planta de abajo. Tenía mucha, mucha rabia e impotencia contenida, juntada con dolor y tristeza. No aguanté más y tiré las llaves de la casa de Marco al suelo cerrando una de las historias más bonitas de mi vida. No quería pero tenía que deshacerme de esas llaves y de todo lo que me uniera de alguna manera con el 20, era una necesidad para no acabar rota de dolor. Seguí bajando pero esta vez por las escaleras que bajan al gimnasio, el trastero y el garaje. Primero fui al gimnasio a recoger mi bolsa de deporte que dejé esta mañana y mis punteras de ballet. Suspiré y fui al garaje, guardé mi maleta en mi coche que descansaba aquí ya que ayer vine en el desde Valdebebas, me monté y conduje hasta la ciudad deportiva.
No había nadie, lo que no me extrañaba lo más mínimo porque era la 01:30 de la madrugada y todo el conjunto blanco estaba en un restaurante con pista de baile, pasándoselo bien y, probablemente, riéndose de lo absurda y estúpida que soy. Subí a mi habitación y cerré la puerta. No me molesté en colocar nada de la maleta, ni siquiera colocarla bien para que mañana al despertarme no me tropiece al chocarme con ella y mucho menos quitarme el vestido y los zapatos. Me tiré en la cama tal y como iba, con bolso en mano incluido, y lloré. Lloré como hacía mucho tiempo que no lloraba.
Me habían utilizado. Era un simple juguete que habían utilizado y que, cuando ya no les servía para nada, lo han tirado, pisoteado y roto por completo. Yo creía que eran mis amigos, mi familia, pero nada de eso. Los amigos no hacen eso y la familia tampoco.
Hace unos días estaba A tres metros sobre el cielo, y lo estaba de verdad. ¿Sabéis lo malo? Que cuando tocas el cielo, la caída es apoteósica, rápida y sin frenos. La ostia es monumental y yo me la había pegado en apenas 5 minutos.
Hundo mi cabeza en la almohada y sigo llorando inevitablemente. Mi cabeza quiere parar de llorar, quiere parar por mi bien, mi corazón no puede. Antes era fuerte, después de tantos golpes era fuerte pero cariñoso, abierto a todo el mundo que iba en busca de cariño y amor, y aquí estoy yo ahora, rota de dolor sin ninguna tirita que cure la herida tan profunda y dolorosa que tiene ese antiguo corazón fuerte ahora hecho pedazos.

Me despierto de haber dormido poco más de una hora y media. Sí, solo he dormido una hora y media. Ayer antes de ir a la cena decidí poner una alarma a las 9:30 para no dormirme. Hoy venía Morat a Valdebebas y no quería perdérmelo por nada del mundo. Ayer estaba preocupada por no poder despertarme de sueño después de acostarme tarde por pasarme toda la noche bailando con mis "amigos" y hoy tengo sueño por no haber podido dormir a causa de lágrimas. De hecho, he llorado tanto que creo que me he quedado sin agua que soltar por mis ojos.
"Yo te despierto, no te preocupes". Me dijo Marco cuando le dije que tenía miedo de quedarme sin ver a Morat por ser taaaaan dormilona.
"Tú has sido el culpable de que no haya podido dormir en toda la noche". Le diría ahora mismo.
Me levanto de la cama porque si no a las 10:00 Carolina Díaz no iba a estar en el césped de Valdebebas conociendo a mi grupo de música favorito. Bajo la cremallera de mi vestido y dejo que caiga al suelo. Me desabrocho los zapatos que ayer no me quité y cojo unas mallas y una sudadera cualquiera de mi armario para irme a la ducha. Antes de meterme bajo la alcachofa del plato de ducha, me miro al espejo de mi cuarto de baño. Me arrepiento al segundo de haberlo hecho porque mi cara es un auténtico desastre; tengo todo el maquillaje corrido de las lágrimas, el pelo está recogido (si se puede decir así) en un moño ya deshecho que no me acuerdo en qué momento me lo hice y mis ojos están hinchados y tan rojos que parecen estar clavados en sangre. Me meto en la ducha y pongo el agua fría. Yo soy del tipo de persona que siempre siempre siempre, sea invierno o verano, se ducha con agua caliente pero hoy necesito sentir las gotas frías caer por mi espalda, mi cabeza y mis piernas y despertar mi cuerpo para que empiece a responder y que parezca que puedo salir de esta burbuja de incredibilidad en la que siento que estoy dentro.
Sé que muchos, casi todos, los que están abajo no creerán que sea capaz de bajar, ni siquiera yo creía que era capaz, pero soy fuerte, sé que lo soy y pienso demostrárselo a quien haga falta. Cojo aire y salgo de la habitación sin móvil, sin dormir y sin ganas, pero salgo.

El mejor error de mi vida {Marco Asensio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora