Capitulo 40. Tomar distancias

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Después de cantar con Morat, de mi discusión con Jùlia y de que el grupo colombiano cantaran solos, ellos se tuvieron que marchar y nosotros pasamos al comedor de Valdebebas para comer. Con la tontería eran las dos de la tarde y nuestro cuerpo ya nos pedía comer algo. Todos pasamos al comedor, incluidos entrenadores, Florentino y familias, y fuimos a sentarnos. Todos se dirigieron a la mesa de los futbolistas, donde siempre nos sentamos. Yo, en cambio, me fui a la mesa de los bailarines, que durante mucho tiempo estuvo vacía. Todos los presentes se quedaron mirándome y me senté en la silla que preside la mesa en la que se supone que nos tendríamos que sentar los bailarines. Se me hizo raro no estar al lado de Marco, no hablar con Nacho mientras comíamos y oír sus risas por cualquier tontería que contáramos. Dani se levantó de la mesa de los futbolistas y se sentó a mi lado cogiéndome la mano en señal de apoyo. Después le siguió Laura, Celia, Bruno, Raúl, y así, uno por uno, fueron llenando la mesa que yo ocupaba. No tuve palabras suficientes para agradecerles ese gesto.
La comida estaba ocurriendo en silencio sepulcral, sin risas, sin una voz más alta que la otra y sin una conversación más larga que "-¿puedes darme el agua? +Toma". Los trabajadores de cocina habían notado la tensión y tampoco emitían ningún ruido. Solo se oía la gran televisión que estaba colocada de tal manera que estuvieras en la mesa que estuvieras, se viera y se oyera de maravilla.
-Anoche se celebró la comida navideña madridista en un restaurante del centro de Madrid. Por primera vez vimos a los bailarines del Real Madrid junto a los jugadores de las plantillas de baloncesto y fútbol. La pareja que más revuelo formó fue la formada por Marco Asensio y la bailarina Carolina Díaz, que llegaron juntos en el mismo coche. ¿Fue esto una confirmación de la pareja que más pendiente tiene a todas las redes sociales? -dijo una periodista. Yo arrastré mi silla hacia atrás haciendo ruido y me marché del comedor. Lo que me faltaba, encima verme en la televisión con Marco, ayer cuando todavía éramos novios. Esto me revolvió por dentro y subí corriendo a mi habitación con lágrimas en mis mejillas.

Narra Marco
Creo que nunca me había dolido tanto el oír un portazo como el que Carol dio justo antes de que yo pusiera un pie en la calle para seguir sus pasos. Dichosa apuesta, ni siquiera me acordaba de ella y ahora me ha jodido lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. Había perdido a Carol por ser un gilipollas, un tremendo gilipollas.
Después de que Carol se marchara del restaurante, se hizo el silencio. Nadie hablaba, la música no sonaba y todos me miraban. Sergio se acercó a mí y sin decir nada me abrazó. Sinceramente, necesitaba ese abrazo. En menos de cinco minutos el mundo se me vino abajo, las paredes que Carol y yo habíamos construido juntos, entre risas y amor, se desplomaron rompiéndose en mil pedazos, como mi corazón.
-No Marco, lo siento pero no. -empezó a decir Pilar y Sergio y yo nos separamos.- Ahora no vengas con lloros y miradas vacías. Tú tienes la culpa, tú aceptaste esa mierda de apuesta. Has perdido a Carol tú solito y sinceramente ya no sé si no te lo mereces. -me dijo con rabia, se notaba que quería mucho a Carol y que, como la gran mayoría de los que estaban allí, estaba enfadada conmigo por la apuesta que hice con Odriozola.
-Pilar lleva razón y lo sabes. Nunca hemos visto así a Carol ninguno de nosotros. Ella es un haz de luz y mira ahora, un mar de lágrimas. -añadió María enfadada. La "fiesta" no duró mucho. Todo lo que esperábamos de hoy había acabado por el suelo.
Llegué a mi casa con lágrimas a punto de rodar por mis mejillas. Subí al salón y me encontré las llaves de Carol tiradas por el suelo. Había venido. Recogí las llaves y las dejé encima de la mesa grande del salón. Subí a mi habitación con ya alguna lágrima mojando mi cara y vi la puerta corredera de la parte de Carol del armario abierta. El interior estaba vacío y el baño también, solo quedaban su champú y gel de ducha. Siempre me ha gustado el olor de Carol y ahora ese champú olor a menta es a lo único que me puedo aferrar. Enfadado conmigo mismo fui a la cama para poder ponerme el pijama y dormir, pero unos cuantos paquetes envueltos en papel de regalo estaban encima de la cama. Los abrí y me puse a llorar aún más fuerte. Eran dos entradas para un concierto de Efecto pasillo, un marco de fotos con una foto nuestra. Guardé las entradas en el cajón de mi mesilla y puse el marco de fotos encima de esta. Me puse el pijama y me metí en la cama. Me quedé mirando nuestra foto con lágrimas en los ojos hasta que me quedé dormido.

Llegué a Valdebebas acompañado de mi padre y mi hermano que acababan de aterrizar en Madrid sobre las diez menos cinco y me quedé esperando con los chicos en las gradas del campo de los bailarines. Hoy venía Morat pero yo estaba allí por una persona: Carolina. Desde la distancia que separaban las gradas del otro lado del campo de la puerta pude ver en el rostro de Carol dolor, tristeza, decepción y rabia. Agaché la cabeza arrepentido. Florentino nos llamó para que bajásemos al campo y así hicimos. Subieron al escenario todos aquellos que sabían cantar. Carol cantó en inglés pero una canción más lenta, nada comparado con las que suele cantar. Más o menos a mitad de la canción, una lágrima recorrió de arriba a abajo su cara y el mundo se me vino a los pies. Yo era el causante de esa lágrima y no os podéis imaginar lo mucho que me duele. Luego empezó una batallita entre Carol y Jùlia, de verdad que esta chica no sabe lo pesada que es. Absolutamente todo lo que la rubia le dijo era verdad, todo.
"Para mí nunca fue un juego, para ti fue un beso más." -cantó Carolina y yo lo sentí como cuchillos clavándose en todo mi cuerpo.
"Para mí nunca fue un juego y mucho menos un beso más, rubia"
Pasamos al comedor y Carol no se sentó a mi lado. Se fue a la mesa de los bailarines, donde le he visto pocos días, de hecho solo los primeros días. Poco a poco se fueron levantando los bailarines en gesto de apoyo a Carol capitaneado por Daniel y se sentaron en la mesa. Todos comimos en silencio, los trabajadores no decían nada, Florentino tampoco, en las mesas no había risas y solo sonaba la televisión de fondo. Oí mi nombre dicho por una periodista y vi la entrada de Carol y yo anoche en el restaurante. Hablaban sobre una posible relación entre nosotros. En el silencio se oyó una silla arrastrándose por el suelo y una melena rubia saliendo del comedor.
De puta madre Marco, de puta madre.

El mejor error de mi vida {Marco Asensio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora