El mejor error de mi vida {Marco Asensio}

Capitulo 50. Someone like you

Es mi último día completo en Madrid. Mañana cojo un vuelo a las 9:30 de la mañana con 12 horas de viaje y una escala en el aeropuerto Hawthorne.
Mi vida en estos últimos días se resume en maletas, cajas, lloros y risas con una pena profunda, quedadas con amigos y familiares a los que, probablemente, no vuelva a ver en un tiempo.
Ya me he despedido de todos los trabajadores de la ciudad deportiva y del cuerpo técnico ya que mañana es medianamente imposible que los vea para desearles, de todo corazón, muchísima suerte en todos los aspectos de su vida. Hoy también me he despedido de mis niños rodeada de ojos de todos sus padres. "Dadme un abrazo como si no me fuerais a ver nunca más" les he dicho con lágrimas en los ojos y al levantar un poco la mirada he podido ver que sus progenitores estaban igual que yo. María no ha podido aguantarlo y a mitad del abrazo con Alejandra, se ha ido a la cocina. Isco Jr, que es el más mayor de ellos, claramente ha entendido que algo pasaba y ha dicho antes que ninguno me diera el abrazo "eso es imposible porque te voy a seguir viendo." En ese justo momento he creído morir de tristeza, porque no, ya no daré clases a la niña de mis ojos, ya no veré a todos ellos intentando copiar a sus padres con un balón entre los pies y tampoco veré a mis chicas de oro, a las que voy a echar eternamente de menos.

Ahora me tocaba despedirme de la que ha sido mi casa durante más de ocho meses. He pasado muchas cosas aquí: he bailado (claramente), he disfrutado, he llorado, he sufrido, me he enamorado y he pasado el dolor de una ruptura de amor, el final de uno de los capítulos más cortos y bonitos de mi vida. Termino de empaquetar una de las últimas cajas que quedaban abiertas. Quedaban pocos objetos en mi habitación; un espejo de cuerpo entero que añadí yo para ver cómo quedaban mis looks completos y que he decidido dejar aquí. También quedan algunas prendas de ropa que todavía tengo que meter en una caja vacía únicamente para esa ropa. Obviamente no me puedo llevar todas mis cosas en maletas por lo que sólo voy a llevar una maleta para facturar y otra en cabina ya que no quiero ir andando por los aeropuertos (y mucho menos en la escala) como las muñecas de Famosas y tardando mil años en llegar al avión. Lo demás será enviado a mi casa (cuando encuentre una que de verdad me guste, ahora me quedaré unos días en un hotel hasta que encuentre mi hogar) en Los Angeles por una agencia de mudanzas internacionales.
-Ningún problema. -me dijo Florentino cuando le pregunté si las cajas podían descansar aquí en Valdebebas hasta que me instale allí y pueda llamar a la agencia para que empiecen con todo el proceso.
Cojo la llave de la que aún es mi habitación y empiezo a andar en silencio para no despertar a nadie hasta llegar a la sala de baile y canto. Me quité las zapatillas de deporte que no me he quitado desde que empecé la "mudanza" y recorrí despacio toda la sala. Iba admirando cada rincón como si fuera el primer día en un intento de recordar todo mentalmente y no olvidarlo nunca. Al andar tranquilamente me he dado cuenta de todos los momentos que he vivido aquí, desde la cumbre más alta de la montaña rusa que ha sido formar parte de esto hasta el momento en el que creí estrellarme por ir tan rápido. De cuando sentí este como el único hogar que he tenido a no querer pasar aquí ni un segundo más porque sentía que me ahogaba cada vez más. Hace una semana, la montaña rusa había subido de nuevo y se había estabilizado en una línea continua, pero ahora no hace más que subir y bajar constantemente.
Me siento en el taburete del piano que habían colocado aquí para los días que hemos dado dentro las clases de canto cuando ha llovido o hacia mucho frío tras sacar mi bolsa de deporte de la estantería en la que siempre están todas nuestras bolsas por una última vez.
Miré el piano y pasé mi mano suavemente por las teclas acariciándolas sin que el instrumento emitiera ningún sonido. Me acomodé en el taburete y me preparé para empezar a cantar la canción que me ha acompañado toda mi vida: Someone like you, de Adele. A medida que la melodía sonaba y mi voz cantaba las palabras, iba recordando, una vez más, estos meses. Cada momento, cada risa, cada lágrima...
Never mind I'll find someone like you.
I wish nothing but the best for you, too.
Al llegar al segundo estribillo, mi voz se rompió y cantaba entre lágrimas. Probablemente pensaréis que no hago otra cosa que llorar, pero paraos a pensar un momento... ¿vosotros estaríais preparados para dejar todo atrás como tengo que hacer yo?
Terminé la canción remarcando las últimas notas de la canción dándoles énfasis con el piano limpiándome las lágrimas en mis mejillas. Oí unas palmadas y giré mi cabeza para ver a Marco aplaudiéndome en la puerta de la sala. Yo rápidamente limpié el mayor número de lágrimas que pude secando mi cara con mis manos y las mangas de mi sudadera, aunque el mallorquín ya había visto que estaba llorando.
-Nunca vamos a encontrar a alguien como tú. -dijo haciendo referencia a la letra de la canción.- Yo nunca voy a encontrar a nadie como tú. -añadió acercándose al piano. Yo me eché a un lado del taburete para dejarle un hueco al 20.- Mira que te he escuchado cantar canciones distintas durante todo este tiempo, pero nunca te he escuchado cantar esta.
-Esta canción solo la canto cuando pasa algo importante o destacable por algún motivo en mi vida. Cuando murió mi abuela e iba llorando en el coche, en la radio sonaba esta canción. Cuando pienso en mi infancia se me viene a la cabeza el viaje que hicimos mis padres y yo cuando tenía unos 8 años a Disneyland Paris y suena de fondo esta canción. En la tele, viendo el telediario mientras comíamos antes de que mis padres me llevaran a mi antigua escuela de baile y tuvieran ese accidente, aparecía Adele en su concierto cantando la canción. Cuando llegué por primera vez a Valdebebas, también sonó. Accidentalmente o por decisión del destino, siempre ha sonado de una manera u otra en los días en los que mi vida ha sufrido o vivido algo que no olvidaré nunca. Esta vez, como no ha aparecido, la he incluido yo. -dije y los dos nos quedamos en silencio.- Nunca se lo había contado a nadie, ¿sabes? Aunque bueno, es una tontería. -añadí y fijé mi mirada en un punto perdido de la habitación.
-¿A nadie? ¿Y por qué me lo has contado a mí?
-No sé. Supongo que porque a pesar de todo sigo teniendo algo de confianza en ti.
-Quería pedirte perdón antes de que te vayas. Me he comportado como un gilipollas. -dijo y yo hice un gesto en señal de poco (🤏🏼) haciendo que los dos riéramos.- No pensé que todo acabaría así cuando acepté esa dichosa apuesta. Tú me has cambiado y has cambiado todo esto. -dijo abriendo los brazos mirando todo lo que nos rodeaba.
-Yo no he cambiado nada. -dije.
-Si, claro que has cambiado. ¿Que pasa? ¿Ya no te acuerdas de cómo era esto el primer día o que? No tenía nada que ver con esto y espero que nunca lo vuelva a ser. Yo... yo creía que no me iba a doler y no sabes lo que me está doliendo. Me enamoré de ti y me olvidé completamente de esa apuesta. Bueno, todavía sigo enamorado de ti aunque estemos separados. Por mi culpa, lo sé. -hizo un inciso al ver que había abierto la boca para hablar.- Te quería y te sigo queriendo. Me va a costar muchísimo no oírte cantar o no verte reír correteando por Valdebebas. -dijo y paró. Respiró hondo y continuó hablando.- Si hubiéramos... seguido juntos, ¿te irías?
-No lo sé, Marco. -le dije y era verdad. Me lo había planteado varias veces desde la noticia, pero no había encontrado respuesta.- No estoy preparada para irme. -añadí después de un tiempo de silencio con una voz apagada. Apoyé mi cabeza en su hombro y toqué así algunas teclas del piano, sin levantar mi cabeza de su hombro y sin cortar el contacto corporal.
-Yo tampoco estoy preparado para que te vayas. -dijo con un hilo de voz acariciándome la espalda con el brazo en el que mi cabeza estaba apoyado.