Capítulo 1 (Lola)

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Creo que todas sabemos de que estamos hablando cuando digo "malco" ¿No? Creo que sí. Si no, quédense tranquilas que en un momento se van a enterar.

El diccionario "Lolinense" dice:

"Malco": mujer insatisfecha sexualmente. Fingidora orgásmica serial, que se auto boicotea y se queda con las ganas.

Más claro, echale agua.

Si, vamos a hablar de las "malco". Todas en algún momento de nuestras vidas fuimos o somos una "malco" y no los quieran negar, las mentiras déjenselas para sus hombres, así se duermen tranquilos mientras ustedes cuentas poros en el techo.

Me detengo a releer lo que acabo de escribir. No me gusta. Así que borro el último párrafo. Respiro profundo y comienzo a escribir nuevamente.

Desde que las mujeres pisamos la tierra, siempre existieron. Antes era por ignorancia, las mujeres se casaban y no sabían que venía después del brindis y los hombres no sabían y menos les importaba, si ellas gozaban o no.

No. Tampoco me gusta. ¿Pero que me pasa hoy? ¡Quiero gritar! Apoyo mi frente sobre el escritorio, juro que me daría la cabeza contra la madera, a ver si así salen las ideas.

Vuelvo a releer lo poco que escribí, Tengo que meter por lo menos cuatrocientas palabras en esta publicación y no puedo pasar las cincuenta, antes de borrar todo y empezar de nuevo.

Encima lo tengo que entregar mañana.

Respiro profundo nuevamente, tratando de aspirar la creatividad que está en el aire cuando escucho:

—¡Mamá! ¡Mamá, Alan me está molestando! ¡Decile algo! —grita Kiara mi hija menor, sacándome de mi escasa concentración.

Guardo lo que vengo escribiendo, no vaya a ser cosa que pase como la otra vez que mientras los estaba separando porque se habían trenzado, se me apago la computadora y perdí la mitad de lo que había escrito. Luego salgo de mi oficina rumbo a donde se escucha todo el alboroto.

Mientras recorro el pasillo con pesadez, digo en voz lo suficientemente alta para que me escuchen los dos:

—Estoy yendo para allá y me van a conocer enojada si los llego a encontrar pegándose otra vez...

Cuando entro en su habitación, que definitivamente voy a tener que plantearme seriamente en separar los cuartos, esto no da para más; los encuentro sentados como dos santos cada uno en su cama.

Me apoyo en el marco de puerta con los brazos cruzados sobre mi pecho y los miro con mi mirada asesina sin decir ni una sola palabra. Los dos me miran sin saber qué es lo que le espera ahora, porque algo que me gusta, es mantenerlos en la nebulosa, nunca saben con qué les puedo llegar a salir.

Los dos me miran calculándome. La que flaquea primero es Kiara, que haciéndose la compungida, y digo "haciéndose" porque en realidad lo que quiere es mostrarse arrepentida para pasarla bien:

—Mamá, Alan me estaba molestando, pero ya me pidió perdón. —cada vez miente peor esta chica, tendría que ser al revés, que la practica haga experiencia.

—¿Qué? ¿Quién te pidió perdón? —le dice Alan levantando la voz.

—¡Vos tonto! —le retruca la nena de la familia. Siempre tan femenina ella.

—No me digas tonto, pendejita.

—¿Ves mamá cómo es? Después viene y se hace el buenito para que vos no lo retes y me retes a mí.

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