Jamás en mi vida me sentí tan mal como me estoy sintiendo ahora. Estoy hecha un lío de emociones encontradas.
Tengo esa disputa en mi cabeza, entre lo que no quiero, lo que sé que quiere Bruno y la culpa que me provoca, el solo hecho de pensar, en hacerme un aborto.
Es como estar en medio de la tercera guerra mundial.
Esta última semana fue realmente horrible, no me pude sacar de la cabeza la cara de Bruno cuando le dije que no iba a seguir con el embarazo; y es última frase que me dijo, todavía la tengo clavada como un puñal en mi pecho.
Como no podía ser de otra forma, en el trabajo no me fue mejor. Y es lógico, estoy muy dispersa y eso no es bueno cuando tenés que estar redactando un texto que tiene que tener sentido y encima, tiene que tener humor. ¿De dónde lo saco? Si no tengo ni ganas de sonreír por compromiso.
Alberto me preguntó varias veces que es lo que me estaba pasando, pero no pude decirle. No soportaría que él me juzgue por lo que voy a hacer.
Tengo que darle un fin a todo esto. No puedo seguir así. Tengo que tomar una decisión y ya o mejor dicho, ejecutarla decisión que ya tomé.
Los días van pasando y no sé nada de Bruno. Eso me desespera. Pero no puedo llamarlo. No tengo coraje para mirarlo a los ojos sabiendo lo que voy a hacer. Sé que no me lo va a perdonar nunca, por más que él diga que lo va a aceptar.
Comienza a sonar mi teléfono. Cuando miro veo en la pantalla la foto que nos sacamos el día que fuimos a la cancha con los chicos. Es una selfi en donde estamos los cuatro sonriendo. Se nos ve más que felices.
Se me hace un nudo en la garganta de la angustia que me provoca todo esto.
—Hola... —atiendo con esa angustia en el pecho.
—Hola. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Vos? —le digo prácticamente en un susurro.
—Acá... —su voz está apagada. Me quedo en silencio. Sin siquiera pensarlo digo:
—¿Estás enojado?
—No. No estoy enojado. Diría que estoy triste. —otra vez siento ese puñal en el pecho. No puedo evitar ponerme llorar.
—Lola, no llores —me dice—. Ahora voy para tu casa.
—No, Bruno. No vengas. —logro decir con la voz entrecortada.
—Dejame que te acompañe en esto.
—No. Necesito estar sola. —no podría estar con él en este momento, viendo el dolor en su mirada. Después de un momento de silencio me pregunta:
—¿Ya está?
—No —le digo con dolor y sigo hablando—. No puedo tenerlo. No estoy preparada para tener otro hijo. —esa angustia en mi pecho no me deja respirar. Entonces llorando le digo—: Nos tendríamos que haber conocido cinco años atrás... Todo sería diferente. Pero hoy no puedo con esto. No quiero empezar todo de nuevo. ¿Me entendés lo que te digo?
—La verdad, no. No te puedo entender, porque no tengo hijos. No sé lo que es empezar de nuevo, porque nunca empecé.
Su respuesta me parte al medio y me pongo a llorar más todavía.
—Mirá, como te dije el otro día, voy a acompañarte en la decisión que tomes, sea cual sea.
—Sé que me vas a terminar odiando. No me lo vas a perdonar nunca.
—Nunca te podría odiar. Te amo. Solo voy a necesitar tiempo para asimilarlo. —me contesta, pero sé que no me lo va a perdonar jamás, por más que me ame. Le estoy por arrebatar la posibilidad de ser padre.
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El blog de Lola
RomanceLola se gana la vida escribiendo posteos sumamente divertidos y muchos de ellos, atrevidos en el blog de una editorial. Su vida es tranquila, a pesar de los dos demonios que tiene por hijos. Hasta que tiene que escribir una historia un tanto particu...