Capítulo 2 (Lola)

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Aunque ustedes no lo crean, no estoy familiarizada con el tema (obviamente estoy hablando de los strippers). Sí. No se rían, es verdad... No es algo que me guste ver. No me resulta para nada atractivo; me da una sensación... rara y no exactamente una sensación rara buena. Ustedes me entienden. Digamos que no me cachondea verlos moverse sensual, toqueteándose el paquete. No, definitivamente no es lo mío.

Es más, les cuento una intimidad, cuando mi ex marido se le daba por hacer una especie de baile "erótico", por llamar de alguna forma eso que hacía, lo único que me provocaba era un ataque de risa. Cosa que a él no le caía muy en gracia y yo terminaba haciendo cualquier cosa para que se le vaya el enojo.

En fin, les decía. Debido a esa falta de cultura "stripptera", es que voy a tener que hacer trabajo de investigación, no puedo escribir sobre algo que desconozco...

Así que acá estoy, haciendo la fila para entrar a un club muy conocido de strippers de la Ciudad de Buenos Aires, para hacer "reconocimiento de campo y observación". Ese es el título que le puse a lo que tengo que hacer.

El lugar es exactamente lo que me había imaginado, oscuro y caluroso. Cuando entro lo primero que llama mi atención es la música alta y los alaridos de las mujeres.

Me acomodo en una mesa escondida; lejos de las señoras que gritan como locas, como si en su vida hubiesen visto a un hombre. Bueno, para ser realista, no siempre se ve lo que están viendo mis ojitos en este momento...

Me acomodo y me dispongo a observar.

Hay de todo. Frente del escenario hay un grupos de amigas haciendo una despedida de soltera, -me doy cuenta por la vincha de pene, cual unicornio, que lleva una de las chicas vestida con un body de encaje y una pollerita de tul. ¿A que soy observadora?-. Un poco más atrás, hay un grupo de mujeres cincuentonas que están festejando un divorcio -estas son las más desesperadas, evidentemente casadas en su mayoría, acostumbradas a la panza de embarazado de sus maridos, es lógico que cuando tienen toda esta carne firme en frente se vuelvan locas-; en un costado, sentadas en unos sillones blancos hay un grupo de amigas maduritas divirtiéndose -estas estaban tan cómodas que parecen estar en el living de su casa, evidentemente son asiduas asistentes en este establecimiento-. Y ahí estaban ellos, unos monumentos al hombre, bailando al ritmo de la música y las luces psicodélicas; totalmente aceitados y... por el amor a Dios, ¿Cuantos músculos tiene el cuerpo humano? Puedo asegurar que estos hombres tienen más músculos que la media. Se mueven de una forma muy sensual, provocando los alaridos de todas esas señoras que los están, prácticamente, adorando y porque no decirlo, violándolos con la mirada.

Sobre el escenario hay cinco strippers, uno más lindo que el otro. Repito y perdón que sea tan reiterativa, ¿Alguna sabe cuántos músculos tiene el cuerpo humano? Perdón, creo que estoy babeando. Sigamos... Los cinco hombres están vestidos de "esmoquin", moñito al cuello y una tanga negra también con moñito. Todos se mueven en forma ondulante, mientras que se manosean por todos lados, provocando el delirio de todas las féminas del lugar.

Uno de ellos, un morochón de esos que si uno lo ve en la calle -con ropa- dice babeando, "por el amor de Dios, que bueno está", se menea acariciándose con su mano derecha el torso desnudo hasta llegar a un generoso "paquete", ¿Ya dije que tienen puesta una diminuta tanga negra con un moñito blanco? Creo que sí, ¿No? Cuando se agarra el "paquete" muy sensualmente, me señala y me hace el gesto universal con su dedo índice de "vení". Juro que me muero. Las mujeres gritan como locas y muchas me putean por haber sido la elegida. Pero como dije antes, a mí esto no me gusta, es solo trabajo, así que con otro gesto universal, moviendo la cabeza de lado a lado, le dije: "Olvídate, no subo al escenario ni muerta...".

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