Sin rastro.

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Mi cuerpo era el campo de una batalla entre cada uno de los sentimientos que me asaltaban, luchando por imponerse ante el resto. Sentía miedo, pues Mich había sido secuestrada por una banda de narcotraficantes, estando en grave peligro; frustración, pues no sabía que hacer para ayudarla, para sacarla de este aprieto que amenazaba con tener mal final; y rabia, pues eso, todo eso, era culpa del padre de Mich, la misma persona que se despreocupó totalmente de ella, y que le ha llevado a tal situación por sus problemas con las adicciones.

Pero oír al otro lado de la línea a aquel hombre llorando...Podía incluso llegar a comprenderle. La persona de la que estaba enamorada, con la que había decidido compartir su vida, le había sido infiel, le había sustituido. Solo de pensar en vivir la misma situación, mi alma se encogía aún más de lo que ya estaba. Podía comprender que no hubiese sido lo suficientemente fuerte como para buscar alguna vía de escape a su dolor, y elegir el camino de las drogas. Un camino que le llevó a no ser el padre que, ahora, se arrepiente de no haber sido.

Entre tantos pensamientos, tantas sensaciones, y tanta confusión que todos ellos causaban en mi cabeza, podía resaltar uno, más intenso y torturante. ¿Que hacer ahora?

Hablar con la policía era lo más sensato, probablemente la mejor solución, ¿pero y si aquellos capos de la mafia se enteraban y herían a Mich? Era un riesgo díficil de correr. Tal vez...Tal vez Emilio y yo podríamos hacer algo...No, Emilio no pertenece a los SWAT ni yo soy de las fuerzas especiales, nosotros dos, solos, no podíamos hacer nada...Y entonces, ¿que hacer?.

-No sé que vamos a hacer, Emilio, no tengo ni puta idea...- confesé al padre de Mich, abatido. Cuando pensaba que lo ocurrido estaba a punto de superarme, otro acontecimiento agravaba más la situación, y me obligaba a forzar un poco más mis límites, a ser más fuerte, a luchar un poco más. Pero las energías empezaban a escasear, y continuar por ayudar a Mich cada vez era más dificil. Pero rendirse no era una opción.

-Willy yo...creo que sé donde la tienen.- contestó, y mi corazón se detuvo por una milésima de segundo. Aquello cambiaba el rumbo, aquello era el punto de partida para recuperar a Mich.

-¿Y sabes algo más?.- pregunté, emocionado. Por fin veía una oportunidad para arreglar todo aquello, para encontrarla. Por fin sabía como empezar, y un pequeño halo de luz se cernía sobre tanta oscuridad.

-Creo saber el nombre del cabecilla...- dijo, y por dentro celebré aquello como una victoria. Con toda aquella información, la policía podía intervenir antes de que los narcos se enterasen de que la justicia estaba involucrado en sus chanchullos, y de esa forma podrían rescatar a Mich.

-De acuerdo, Emilio. Dime donde estás y me reuno contigo. Hay que ir a la policía, es la mejor alternativa.- al otro lado, unos segundos de silencio, seguido de un profundo y pesado suspiro.

-Estoy viviendo en el apartamento de un amigo, Calle María Garena nº 15. 2-B. Te espero.- y después, me cuelga.

Me visto con lo primero que veo, y despierto a Samuel, que se resistía a madrugar tanto, para vestirle también. En pocos minutos, ambos estamos en el coche camino del colegio de Samuel.

Mi mente movía sus piezas a gran velocidad, pero sabía en todo momento lo que hacía, y, por primera vez en mucho tiempo, lo que tenía que hacer. Al fin veía una posibilidad, una salida, una manera de traer a Mich de vuelta a casa, sana y salva. Y aunque el temor de que ella hubiera recibido cualquier tipo de daño seguía ahí, debía luchar contra él si quería mantener la esperanza que necesitaba para recuperarla.

Deje a Samuel, tras hablar con los encargados pidiendole aquel gran favor, en la ludoteca de mañana, donde le darían de desayunar y le cuidarían hasta que empezase sus clases. Ahí, justo después de dejar a Samuel entre bostezos y quejas, mi móvil sonó. Lo tomé, y ví que tenía un mensaje. Era de Emilio, y decía así.

"Acuerdate de comprar lentejas y guardarlas. El bote está en la despensa, al lado del frigorífico." 

Estaba literalmente alucinando. ¿De verdad, con todo lo que está sucediendo, me está pidiendo que compre lentejas? No sabía si iba enserio, si era una broma, o que era lo que quería decirme con eso, pero, desde luego, aquello no tenía ningún sentido.

Subí al coche cargado de ofuscación y desconcierto, además de impaciencia por poder abrazar a Mich de nuevo. Estos sentimientos, además de otros que, tras 10 intensos días de auténtica tensión, se habían vuelto clásicos, me acompañaron durante los poco más de 30 minutos que duró el trayecto en coche desde el colegio de Samuel hasta el apartamento donde Emilio me esperaba.

O eso creía.

La dirección que Emilio había dado hacía referencia a un bloque de pisos desdeñoso y con escaso mantenimiento. El portal carecía de uno de los cristales que lo componían, y el pomo de la puerta apenas estaba colgado en su lugar; la puerta se abría con un leve empujón. La escalera destacaba por la falta de gran parte de su barandilla y por los grandes desconchones y humedades de sus paredes. Los suelos del rellano estaban maltratados y cubiertos por una fina capa de algo que adhería mis suelas. De las puertas habían sido arrancados los marcos, los pomos, y su madera había sido dañada y carcomida. Si tuviera que decir algo de aquel edificio, es que allí vivían personas que no habían tenido mucha suerte en la vida, y el amigo de Emilio, como el mismo Emilio, entre ellos.

Llegué al segundo piso, y busqué la puerta B. Solo entonces pude ver que esta se encontraba abierta. ¿Acaso Emilio, ante mi espera, la había dejado así? Realmente no lo creía, era algo demasiado extraño.

Crucé el umbral de la puerta, y lo que ví hizo que me tuviera sostener contra la pared para no perder el equilibrio. La escena ante mis ojos helaría la sangre del más duro de los hombres, y asquearía a cualquier sin-escrupulos. Cerré los ojos, respiré hondo, y luche contra el mareo, las nauseas, y el deseo de salir corriendo de aquel lugar. Necesité de un tiempo para poder volver a abrir los ojos y observar, de nuevo, el cuerpo sin vida de Emilio, rodeado por un charco de sangre, carente de uno de sus brazos, y con un profundo corte vertical a lo largo de su pecho, con las costillas abiertas de par en par, dejando todos sus órganos a la vista excepto uno que había desaparecido: El corazón. Además, la mano de su brazo cortado había sido colocado con la palma cerrada sobre su boca. 

Toda una declaración de aquellos magnates de la droga que habían acabado con su vida con motivo de venganza y para borrar un rastro que significaba mi única esperanza, ahora rota en mil pedazos.

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Twitter: @AnonimousWS

2da TEMPORADA "Tras una pantalla, Tito Willy" (Willy Fanfic.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora