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Harry

La sesión de besos con Addy de solo cinco minutos se habían convertido en diez y no sabía en qué momento se había sentado en mi regazo. Sus labios sabían a chicle de frutas tropicales y su piel olía a alguna crema de chocolate.

Mis manos tanteaban los huesos de la espina dorsal en su espalda y si no fuese porque sin querer hicimos sonar la bocina del auto, no habría salido de la burbuja hechizante dónde me encontraba.

Iba tarde, maldición.

Ambos soltamos una risita después del pequeño susto por el repentino sonido. Subí mis manos hasta su nuca y enredé mis dedos en su suave cabello para acercarla más a mi y plantar los últimos tres besos. Realmente no quería irme.

—Oye, debo irme...—murmuré muy a mí pesar.

—Llegas tarde al trabajo, lo sé —soltó un suspiro, aún ambos estábamos recuperando el aire perdido en nuestra previa sesión de besos.

—Sí —tragué saliva, odiaba mentirle y verla directo a sus honestos ojos. Me sentía una persona horrible. No la merecía.

Addy sonrió y está vez me abrazó fuerte, escondiendo su rostro en mi cuello y haciéndome cosquillas por su respiración en mi piel.

¿Y si me quedo y mando a Nathan a la mierda?

No, porque entonces él me mandaría a mí a la mierda y no de una bonita manera.

Abracé a Addy devuelta por la cintura. Sonreí malvadamente sin que pudiese verme, bajé mi mano hasta sus nalgas y le di un pequeño apretón. Addy se sobresaltó y soltó un jadeo sorprendida, apartándose para mirarme con ojos bien abiertos.

—¡Harry!

No pude aguantar mi risa y exploté en carcajadas, dándole una mirada inocente. Ella tenía sus mejillas sonrosadas y luchaba para no reír también.

—Niño abusador —me dió un manotazo.

—No soy un niño, soy un hombre —fruncí los labios y acerqué de nuevo mi mano juguetonamente pero Addy la agarró antes de poder llegar a mi destino.

—¿No tenías que irte, eh?

Rodé los ojos y asentí con un pequeño puchero. Ayudé a Addy a salir de mi regazo y la dejé nuevamente en el asiento copiloto.

—Gracias por llevarme y buscarme a la uni —sonrió colocándose su bolso— aunque tenga auto para hacerlo.

—Me gusta ser tu chófer —sonreí encogiéndome de hombros— Además... Así tengo más excusa para verte.

—Cierto —alargó su rostro y plantó un beso de despedida en mi boca— saludos a Zayn.

—Saludos a Tommy.

Adeline se bajó del auto y no me fui hasta ver qué ya había entrado a su casa. Mi carro había quedado con su aroma y un pequeño vacío me llenó al ya no tener su presencia. Quería estar con ella a cada minuto del día.

¿Acaso me estoy volviendo del tipo obsesionado?

Sí, Addy para mí era esa nueva y sana obsesión.

(...)

Luego de pasar por la bodega de Nathan, dónde tenía toda la mercancía que vendía y distribuía, monté las dos cajas pequeñas en mi auto y tomé rumbo a la dirección que me había dado Nathan.

Miré de reojo las cajas y nuevamente me sentí miserable por tener lo que había ahí cerca de mi. Eran no se cuántos gramos de cocaína y bolsas con metanfetamina.

skin [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora